¿Cuántas veces se dijo en estas últimas semanas que estamos viviendo una película de ciencia ficción, una irrealidad que solo pudo ser imaginada por los escritores y escritoras de ese género?
Desde hace días circula en las redes sociales un ejemplo particularmente llamativo de esto. En una novela publicada hace 40 años, el escritor estadounidense Dean Koontz imaginó una situación con sorprendentes puntos de contacto con la que originó la pandemia que hoy tiene en vilo a toda la humanidad.
“Los ojos de la oscuridad”, se llama el libro, una obra de ficción que habla de un virus de laboratorio que se transforma en un arma biológica mortal que llega a Estados Unidos.
"Wuhan-400" es el nombre de ese virus, porque justamente el escritor imaginó que tenía el mismo punto de origen que el covid-19: la ciudad industrial china.
Koontz habla en su novela de algo parecido a una neumonía que se expande, aparentemente inmune a los tratamientos convencionales. Y el virus lleva ese nombre porque se origina en un laboratorio militar en Wuhan, el epicentro de la epidemia de coronavirus en China.
La historia trata de un científico chino llamado Li Chen que desertó a los Estados Unidos, llevando un registro de disquete de la nueva arma biológica más importante y peligrosa de China en una década.
Estas coincidencias hicieron arder las redes sociales, pero entonces también llegaron las salvedades: en la edición original de 1981 de la novela, esta arma biológica se llamaba "Gorki-400", en referencia a una localidad rusa. El nombre del arma fue cambiado a "Wuhan-400" cuando el libro fue lanzado nuevamente en 1989, según el South China Morning Post.
En el libro, el virus tiene una tasa de mortalidad del 100%. Una vez infectado, nadie vive más de veinticuatro horas.
Por suerte, ese no es el caso con el coronavirus, cuya tasa de mortalidad, según los expertos, es de entre el 3 y el 4 por ciento a nivel mundial, e incluso aspiran a que ese porcentaje disminuya.
El otro punto es que en la historia de Koontz, Wuhan-400 es un virus de laboratorio, cosa que la mayoría de los expertos aseguran que no es el caso del covid-19, pues entienden que se originó en los murciélagos y se transmitió a un animal intermedio antes de saltar a las personas, al igual que su primo que causó la epidemia de Sars en 2003.
Pero también están los enamorados de las teorías conspirativas que descreen de esta explicación. A ellos el libro de Koontz, que hoy tiene 74 años y a partir de todo esto goza de un reconocimiento inesperado, les viene como anillo al dedo.