Organizada por el Centro Internacional de Estudios, Investigación y Prospectiva Parlamentarios (CIDEIPP) (Escuela de Política, Gobierno y RR.II., Universidad Austral) tuvo lugar la masterclass “Diplomacia Científica en Perspectiva Parlamentaria: Diálogo entre Ciencia y Parlamentos en un mundo en constante transformación".
La misma contó con palabras de apertura a cargo de Celina Cantú (directora de la Maestría en Políticas Públicas, Universidad Austral) y un grupo de panelistas integrado por Juan de Dios Cincunegui (director de la Diplomatura Internacional en Diplomacia Parlamentaria, Escuela de Gobierno, Universidad Austral), Peter Gluckman (director de la Red Internacional de Asesoramiento Científico Gubernamental, INGSA), Marga Gual Soler (fundadora de SciDip Global) y Gabriela Cuevas Barrón (presidenta honoraria de la Unión Interpalamentaria y co-presidenta de Universal Health Coverage 2030). La coordinación estuvo a cargo de Carlos Abeledo (coordinador de INGSA Latinoamérica).
También estuvieron presentes la senadora Silvia Giacoppo, el diputado José Luis Patiño (ambos creadores de proyectos de asesoramiento científico para el parlamento) y José Luis Riccardo (diputado y presidente de la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del Congreso de la Nación).
Asesoramiento gubernamental en el marco de la pandemia
Peter Gluckman abrió el encuentro reflexionando sobre las situaciones que la pandemia del COVID-19 ha expuesto así como sus enseñanzas para el vínculo entre ciencia y políticas públicas. “Cuando comenzó la pandemia muchos países no tenían un mecanismo establecido de asesoramiento gubernamental y tuvieron que crear procesos ad hoc para lidiar con la situación”, expresó en lo que debe ser una de las enseñanzas más evidentes. El experto profundizó indicando que en muchos países no se ha instalado la perspectiva de que el asesoramiento científico al gobierno no es solo para una emergencia como la que transitamos, sino que también debe involucrar a cuestiones de naturaleza política, social, ambiental y económica entre otras.
El proceso de asesoramiento gubernamental se basa, enfatizó el presidente de INGSA, en tres conceptos clave: generación e interpretación del conocimiento, síntesis y mediación (también llamado “evidence brokerage” y que requiere de habilidades especiales). Esto da pie a un actor que se ubica entre la ciencia y la política, y cuyo trabajo es asegurarse de que los encargados de desarrollar una política pública entiendan el significado de la evidencia, al mismo tiempo que garantiza que los científicos aporten la información que los decisores necesitan. Al mismo tiempo, una política pública implica tomar decisiones, evaluar alternativas y no se genera basada solo en ciencia sino que involucra a diferentes actores, con distintas variables, escenarios y consecuencias.
Diplomacia científica en marco parlamentario
A su turno, Juan de Dios Cincunegui realizó un análisis político de la interacción entre ciencia y política en general y ciencia y parlamento en particular, resaltando que el tema convoca a pensar en el presente así como en sus posibilidades futuras. “El COVID-19 está funcionando como un verdadero despertador universal”, destacó el docente enfatizando la necesidad de que ciencia y política estén más articuladas que nunca. Esto se da en un contexto de avances acelerados en ciencia y tecnología que obligan a replantear la relación ciencia-política con miras a la toma de decisiones basadas en evidencia científica.
Cincunegui destacó que las situaciones políticas al interior de las naciones involucran cada vez más a cuestiones externas que no pueden ser resueltas de manera aislada por las autoridades políticas. La resolución de problemas globales exige la interacción entre todos los países haciendo que los mismos sean cada vez más interdependientes.
El investigador cerró su exposición destacando que “no se trata solo de legislar políticas para la ciencia sino también que la ciencia contribuya a lograr mejores políticas públicas que propicien un desarrollo sustentable en beneficio de las actuales y futuras generaciones”.
Inicios, pilares y aportes de la diplomacia científica
Marga Gual Soler hizo un poco de historia recordando que la primera vez que se institucionalizó el tema de la Diplomacia Científica fue en 2010 con la creación pionera de un área dentro de la American Association for the Advancement of Science. Su objetivo: “ciencia como espacio común para construir relaciones internacionales, manejar recursos comunes, abordar desafíos compartidos y mejorar relaciones políticas entre naciones”.
La especialista destacó que la diplomacia científica puede aportar múltiples beneficios más allá de generación de conocimiento a través de colaboraciones internacionales. Como ejemplo, a través de la ciencia se pueden abrir canales de diálogo entre países con relaciones que no son óptimas.
Gual Soler resumió la interrelación entre ciencia y diplomacia de la siguiente manera: la diplomacia puede ayudar al avance de la ciencia mientras que la ciencia puede informar y mejorar las relaciones diplomáticas.
Finalmente la investigadora remarcó la importancia de un área poco abordada: la importancia de que los parlamentos avancen a través de la diplomacia científica para poder bajar acuerdos internacionales al ámbito nacional.
Recordemos que diversos temas de interés global han involucrado a la diplomacia científica: el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, los acuerdos de preservación de océanos y espacio exterior y el Tratado Antártico son solo algunos ejemplos.
Mirando a la ciencia desde la política
Finalmente Gabriela Cuevas Barrón aportó otra mirada política de la interrelación ciencia-política. La legisladora mexicana enfatizó la relación entre políticos y votantes la cual tiene consecuencias electorales, explicitando que pueden generarse incompatibilidades cuando la ciencia apunta en un sentido que, en el corto plazo, perjudicaría a una parte del electorado. El caso de las áreas que siguen utilizando combustibles fósiles es un ejemplo de esta situación.
Al mismo tiempo, Cuevas Barrón enfatizó la importancia que le asigna al trabajo sobre las consecuencias de avances científicos desde un abordaje global, como el que le permite su lugar en la Unión Interparlamentaria. La reciente media sanción en Chile del proyecto sobre neuroderechos es un claro ejemplo de un avance tecnológico que debe ser analizado para clarificar sus potenciales implicancias y legislar al respecto por anticipado.
La actividad cerró con comentarios de legisladores presentes.
La pandemia ha expuesto de manera inequívoca la necesidad de articular ciencia y política para abordar y solucionar problemáticas de orden global. Algunos de los países donde ciencia y política tienen una relación institucional incluyen a Australia, Nueva Zelandia, Canadá, EE.UU. y España La Unión Europea existe la “Science and Technology Options Assessment”. En Latinoamérica, Panamá, Costa Rica y Colombia están entre los precursores de este proceso junto a ciudades como México y San Pablo (Brasil). En un mundo donde la política parece moverse detrás de los avances científicos y tecnológicos es hora de que ambos mundos encuentren formas de interactuar de manera permanente para el beneficio de la ciudadanía. Al fin y al cabo, como dijo Peter Gluckman, “la ciencia no tiene todas las respuestas, pero sin ciencia las respuestas que encontraremos no serán tan buenas”.
La charla completa puede verse en mi canal de YouTube.
*Bioquímico, farmacéutico y doctor por la Universidad Nacional de Rosario. Master en Análisis de Medios de Comunicación y Especialista en Comunicación Ambiental. Miembro de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario y la Red Argentina de Periodismo Científico. Acreditado con la American Association for the Advancement of Science (Science) y la revista Nature.
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