Rosi Gladwell, de 70 años, de Totnes, Devon, Reino Unido, cree que la radiación electromagnética emitida por el Wi-Fi es la razón por la que se siente débil, con falta de aliento y con pinchazos y agujas en la cara. Compró diversos aparatos con la esperanza de que la protejan, incluyendo un detector portátil de radiación.

Aunque la OMS aún no reconoció esta dificultad como una enfermedad, organizaciones sociales ya se ocupan de la problemática. Según Gladwell, detectó su dificultad hace 6 años y contó que "todo comenzó una tarde en la que me sentía muy debilitada y, entonces, decidí apagar el Wi-Fi de mi casa y todos los celulares que había en la vivienda. Un rato después, empecé a sentirme mejor". 

"Desde ese día, cada vez que comencé a sentirme mal empecé a desconectar todos los aparatos de mi cada. Efectivamente, cuando lo hacía, dejaba de sentir ese malestar y la energía volvía a invadir mi cuerpo", agregó. 

Detalló que desde entonces comenzó a detectar que, cada vez que se sentía dolores de cabeza e insomnio, estaba cerca de algún lugar donde había una red de Wi-Fi habilitada, según publicó Crónica.com.ar. Por lo tanto, se fue a vivir al campo con su esposo y sus malestares desaparecieron para siempre.

"Evito visitar ciudades grandes. Me compré un detector de radiación portátil y, si quiero sentarme a tomar un café en un bar, busco con paciencia la mesa que reporte los índices más bajos de Wi-Fi y, cuando encuentro ese lugar, me siento", reveló. 

Continuó: "Para dormir uso una sábana y, si tengo que viajar en tren a largas distancias, duermo en una bolsa de cobre que aleja la radiación de mi cuerpo".  Al concluir, expresó su preocupación ante la inminente llegada de la tecnología 5G, porque está con convencida de lo que los síntomas se agravarán y podría perder la vida por ello. 

Alejandro Úbeda, el jefe del servicio de Bioelectromagnética, del Hospital Universitario Ramón y Cajal, alrededor del 5% de la población juvenil y adulta podría estar teniendo síntomas relacionados con la electrohipersensibilidad, también "alergia al Wi-Fi", lo cual no es preciso, pues la intolerancia no contempla sólo esta clase de señales.

Pese a los dichos de esta mujer, investigadores aún no cuentan con evidencias suficientes para catalogar el suceso como una enfermedad o para confirmar la relación entre los síntomas y las ondas electromagnéticas. Por lo tanto, la Organización Mundial de la Salud no la reconoce entre sus manuales y listados.

Sin embargo, ya existen en el mundo organizaciones y fundaciones dedicadas a ayudar a las personas que podrían estar siendo afectadas por este problema y que muchas veces necesitan aislarse de los efectos del Wi-Fi.