“¿Cómo andan amigues, todo bien?”. “Los chiques de 1° B salen más temprano mañana, aviso por si algune no entró al classroom”. “Buen día a todes”. “Ciudadanos y ciudadanas deberán presentarse a partir del 5 de abril…”

Las frases dichas y escritas podrían integrar conversaciones tanto presenciales como virtuales en la ciudad de Rosario. Aunque el uso del llamado lenguaje inclusivo –la incorporación en el discurso de formas que visibilicen la diversidad de identidades contra el “masculino universal” y el binarismo que propone el castellano– está extendido sobre todo en la juventud, se advierte también en los intercambios entre adultos. Pero, ¿cómo aplican estas “fórmulas de inclusión” quienes practican el lenguaje inclusivo? ¿Por qué lo hacen y cuándo lo instrumentan? Por último, ¿lo usan con todas las personas con las que se comunican?

“Trato de usar lenguaje inclusivo en mi círculo de amigues, remarcarlo e interiorizar a los demás al respecto. En el ámbito familiar o laboral, exceptuando a les compañeres de trabajo que son mis amigues, con la mayoría no lo puedo hacer. Además yo soy empleada de comercio y no lo puedo usar de alguna forma aceptada por la generalidad de los clientes. Entonces trato de no usar pronombres para que la persona no se sienta que la estoy encasillando en algún género”. Matilda tiene 23 años y cursa la carrera de Danza Contemporánea; allí fue donde a través de sus docentes, se animó a cambiar su modo de dirigirse a los demás. De acuerdo a lo que expresó a Rosario3, es consciente de que existen “contextos” más fértiles que otros para ponerlo en práctica.

A eso mismo se refirió Jimena, una antropóloga de 40 años, quien sostuvo: “Lo uso todo el tiempo, lo incorporé como forma de hablar, con todos los que hable aunque no todos reaccionan de la misma forma. En el ámbito familiar no es bien recibido. Tampoco en algunos grupos; y no lo vinculo a una cuestión etaria sino a una ideología moral”, manifestó.

Gonzalo es comunicador. Tiene 28 años y hace 3 que habla lenguaje inclusivo: “Uno se acostumbra a utilizarlo más y a pensar las formas para usarlo. Creo que es necesario, valga la redundancia, para incluir a todes a la hora de comunicarnos. Si solamente usamos el masculino no estamos incluyendo a todas las personas, lo mismo si usáramos siempre el femenino. Y también, saliendo de ese sistema, hay mucha gente que necesita sentirse incluida con el lenguaje porque tampoco se identifica como varón o mujer”, señaló por su parte.

Esteban, empleado municipal, de 42 años, sostuvo a su tiempo: “Tal vez uno no lo usa en todas las fórmulas ni en todo momento sino que va colocando la diferencia de género en distintas formas. En mi consideración no hace falta usar la e en todo momento pero sí en algunos momentos porque sirve para mostrar la voluntad que tenemos de generar una transformación”, dijo.

La E no es la única fórmula

¿Cómo se usa el lenguaje inclusivo? Augusto tiene 45 años y es docente de Lengua. Elige incorporarlo en sus clases pero también en su vida privada. “Sucede que si se lo concientiza, si se tiene contemplación de lo que implica lo que se dice, no hay manera que luego se escape a eso, y si no se lo contempla por algún motivo circunstancial, se asume que no se lo está aplicando por ese motivo particular”, observó en diálogo con Rosario3.

“Utilizar palabras que no distingan género y que son conceptos, como 'persona', 'estudiante', 'ser', y, cuando por alguna razón se implica discursivamente a uno de los géneros (por ejemplo, "alumnos" o "todos") hacer mención del otro/os según sea el caso y preferencia ("alumnos y alumnas", "todos y todas", o con la desinencia 'e') son otros aspectos de usar un lenguaje más contemplativo, más inclusivo. Por lo cual, el uso de 'e' al final de algunos sustantivos (con los cambios consonánticos pertinentes en algunos casos, como por ejemplo 'chiques' o ‘amigues’) o adjetivos o pronombres, que son las palabras que cargan con la marca de género, no es más que una de las formas de expresar un lenguaje inclusivo”, explicó y recomendó: “Más aún, se puede optar por utilizar una sola vez en el discurso ese modo, expresar discursivamente en alguno de los momentos la 'e' desinencial pero no en todos (lo cual puede generar cierta incomodidad por estar pensando si se lo está aplicando bien o no, hasta tanto no se tenga más seguridad sobre ese aspecto)”.

Gesto

Augusto consideró que al utilizar las alternativas arriba detalladas “estamos manifestando un gesto que es político en nuestro uso del lenguaje, así como lo es también ceder la palabra o el paso, escuchar, aceptar que existen personas que por sus propios motivos no buscan ni  les interesa implicarse de ese modo al momento de hablar o escribir”, analizó.

Maribel tiene 44 años y es periodista. “El lenguaje inclusivo no sexista no es visto como un hecho político sino como una alteración del código lingüístico”, apuntó y evaluó que "más allá de que «lo que no se nombra no existe», que puede ser discutible, la realidad es que vos configurás y entendés el mundo a partir de la lengua”.

“En general siento que la sociedad se está adaptando y está entendiendo un poco más la necesidad de incluir a la totalidad de las personas, incluso en personas que estaban en desacuerdo y quizás no lo implementan pero sí lo aceptan”, observó a su turno Gonzalo sobre su incorporación y extesión en la sociedad rosarina.

El porvenir 

A Matilda nunca le llamó la atención la reacción de nadie al emplear distintas fórmulas de inclusión. “Como mucho, a veces aparece la burla del ‘todes’ o te discuten el uso del arroba que antes estaba más aceptado. Pero por fuera de eso nunca me pasó de sentirme incómoda con alguna reacción”, comentó y destacó: “Se ha extendido su uso en la medida que fueron visibilizándose las disidencias y las identidades diversas y eso me parece buenísimo. Falta un montón pero cada vez hay más espacios donde sentirse segure de estar ahí y de quienes están ahí no van a jugar por la identidad, su elección, etc. Son espacios culturales, arte, eventos organizados por el Estado también se avanza en visibilizar”.

“Creo en el poder de la palabra para nombrar y transparentar la urdimbre social”, subrayó Augusto, quien insistió en cuanto a la recepción de su uso: “Es importante no esperar, porque deja a quien espera en un lugar de desánimo. De a poco, tantear el terreno discursivo, hablar del modo que se sienta pero teniendo la capacidad de percibir lo pertinente para cada contexto. El alcance que tiene atraviesa todas nuestras actividades, y con el tiempo se verán también otros alcances”, deslizó.

“No se puede negar la existencia de un movimiento vinculado al lenguaje inclusivo, simular que uno no lo ve es desconocer lo que pasa en ciertos sectores de la sociedad, por supuesto, muy concentrados, generalmente juveniles vinculados a los movimientos feministas, de derechos humanos y diversidad pero es algo que está ocurriendo”, alertó Esteban y concluyó con un llamamiento: “Tenemos que pensar con que estrategias lo vamos incorporando para no generar un rechazo. Creo en un lenguaje inclusivo en todas sus modalidades haciendo que se vaya metabolizando e integrando y que no quede como un lenguaje de gueto”.