La mesa del domingo fue tomada por el afuera. El último de los cuatro crímenes a trabajadores ocurridos en los últimos días en Rosario, el homicidio de un joven playero a sangre fría, se coló entre el asado y el postre. La tarde transcurrió entre rumores replicados en las redes sociales de nuevos ataques. El clima se espesó con la confirmación de la muerte del colectivero atacado y un renovado paro de transporte. Tras la merienda llegó la noticia de que este lunes no habría clases.
Las conversaciones mantenidas a lo largo de la jornada tuvieron lugar con niños y niñas presentes, quienes intercalaron algunas preguntas sobre lo que estaba pasando en la ciudad. Enseguida, los chats de padres y madres replicaron el interrogante: ¿cómo les explicamos a los hijos e hijas que no concurrirán a clases porque la ciudad está desolada? ¿Hay que decirles la verdad o apelar a una excusa? Las dudas no surgieron estrictamente de este domingo ni este lunes: en Rosario la violencia ha ido consolidando un modo de vida en la que niños y adolescentes ven sus rutinas alteradas, siempre expuestos a una realidad muy difícil de sortear.
Consultada por Rosario3, la psicopedagoga Micaela Trapani aconsejó “no exponer a los niños a tanta información” y advirtió: “Hay casas en que el noticiero se ve desde la mañana y hasta que se van a dormir, y en un adulto se entiende la necesidad de estar informado, pero otra cosa es el niño”.
“Desde la educación emocional, decimos que hay ciertas frustraciones que los niños tienen que pasar en la vida, un gimnasio emocional para lo que el día de mañana, que los prepara para la vida real y adulta, pero hay frustraciones que son nocivas, que dañan, como por ejemplo, exponer a un niño todo el tiempo de información de hechos de violencia en Rosario, que es en la ciudad donde vive, quizá en el barrio donde vive”, remarcó.
En este sentido, destacó que los niños y niñas han “naturalizado” situaciones delictivas, básicamente, porque integran una sociedad en la que sus referentes dan cuenta de las mismas, en simples comentarios, como por ejemplo, “subíte rápido al auto”, “escondé el celular”, “no vayas solo, te voy a buscar”.
Para la profesional, que los niños estén mucho tiempo ante la televisión o consumiendo este tipo de hechos en redes sociales es muy negativo porque “ya están dentro de la vida misma de los chicos y eso se ve en el lenguaje”. En ese sentido, aseguró que es evidente que “hay conceptos que antes nosotros no manejábamos, vinculado a la inseguridad, a las balaceras, los robos que están incorporados a cómo hablan los chicos de ciertas cosas y también en los dibujos”.
“Esto están dentro de esta sociedad y más allá que nosotros no los expongamos constantemente a la información, nuestros hijos perciben lo que nosotros sentimos, le pongamos o no palabras. Ellos lo perciben porque son parte del ambiente”, insistió.
A la dura realidad, las fake news
El impacto de la ola de violencia que azota la ciudad en los pequeños, también salpica y moja a los adolescentes. “Está extendido a los tres niveles de educación, incluso en los chicos del secundario”, precisó Trapani. “Con los chicos y chicas adolescentes no tenemos el pseudo control que podemos tener en los más chicos sobre la información que reciben. Les llegan cosas todo el tiempo por sus redes sociales sin filtros”, planteó y consideró, en este caso, que es necesario “fidelizar la información”.
“Nuestra tarea de adultos es transmitir la mayor tranquilidad posible que muchas veces no tenemos, ¿no? Yo siempre le digo a mis hijos, vamos a ver si esto que estás viendo es real. Entonces, se va haciendo una gran bola porque, dentro de esta realidad que estamos pasando que no es alentadora, se le agrega información que no oficial en sus cabezas repleta de fantasía por su edad”, alertó.
Qué hacer
Para Trapani, la clave es “transmitir tranquilidad y explicar lo que está sucediendo”. Pero, ¿cómo hacerlo y hasta dónde es conveniente hablar? “A un niño de nivel inicial no se le debe decir que no va hoy a la escuela porque mataron a un playero en el marco de ataques narco por la condición en las cárceles. Es un montón y hay información innecesaria, pero sí podemos decirle que estamos pasando un momento complicado, que para cuidarlos no van a clases. Siempre hay que brindarles esa seguridad, ellos necesitan sentir que sus referentes los cuidan, sea su mamá, su papá, su abuela, su abuelo, sus docentes o profes, o en los lugares donde hacen deporte”, detalló.
De acuerdo a lo que aconsejó, es preciso que los adultos les brindemos a los más pequeños espacios en los que puedan desarrollar sus infancias y que expresemos nuestros propios temores e inquitudes dentro del universo adulto. “Hoy los niños han perdido la calle, les da miedo ir a dos cuadras caminando solos porque temen recibir un balazo. Entonces, llegamos a un momento de alerta total, no es que debemos negar, que estamos preocupados ni que tenemos miedo, pero debemos buscar como adultos espacios para hablarlo con otros adultos, con una amiga o en una instancia terapéutica”, indicó.
En todo caso, siempre, pero siempre, es necesario fomentar el diálogo con los chicos sobre lo que pasa. “La idea es que los niños y adolescentes nos puedan preguntar porque por su edad crean mucha fantasía, o quizás, tienen miedos que no lo están pudiendo manifestar”, consideró la psicopedagoga, quien advirtió que también los adultos debemos hacerle preguntas a los chiquitos, como por ejemplo, si precisan ser abrazados, si los haría sentirse más seguros ser acompañados cuando van a cierto lugar, o simplemente qué temores tienen y cómo los experimentan en sus cuerpos.