Luego de tres años de escasas precipitaciones en la región y la consecuente instalación de condiciones de sequía que provocaron un descalabro en la economía nacional, los hidrólogos están observando un contexto que podría derivar en una situación totalmente opuesta: abundantes lluvias y crecida de los ríos troncales de la cuenca del Plata. Es decir, de Niña a Niño sin escalas.
“Se observa un calentamiento del Pacífico ecuatorial, contra las costas de Perú y Ecuador, en la banda ecuatorial que va de los 10 grados de latitud norte a los 10 grados de latitud sur. Y está previsto que el calentamiento se desplace hacia el oeste y cubra todo el Pacífico ecuatorial”, dijo el ingeniero Juan Borús desde el INA (Instituto Nacional del Agua), un organismo científico tecnológico descentralizado que tiene por objetivo satisfacer los requerimientos de estudio, investigación, desarrollo y prestación de servicios especializados en el campo del aprovechamiento y preservación del agua.
De todos modos, aclaró: “Lo que no podemos asegurar es con qué intensidad será, por eso seguimos el monitoreo del servicio meteorológico con pie de plomo porque la incertidumbre es grande”.
El Niño debe su nombre a la asociación de este fenómeno con la llamada corriente del Niño, una corriente marina cálida, estacional y ecuatorial propia del Pacífico sudamericano que va en dirección de Norte a Sur y que llega a las costas ecuatorianas y peruanas cada 2 a 7 años.
Si bien la situación irá quedando clara a medida que transcurra el año y se asienten estos parámetros, Borús no se anima a hacer una traza de las lluvias que sobrevendrán en los siguientes tres o cinco meses: “Es muy azaroso, porque pueden existir varios condicionantes que cambien la intensidad y el lugar de esas lluvias. Quien haga una previsión de largo plazo en realidad estará haciendo una interpretación que no conviene afirmar abiertamente porque se puede equivocar. Sí es lícito decir que existe la posibilidad de que terminemos el año con aguas altas”.
Y lanzó una advertencia clara: “Quien vive en zonas bajas o, por la duración de la sequía, se ha animado a ubicarse con sus vivienda cerca de los ríos, tiene que tener presente que eso puede cambiar en forma brusca”.
Dónde y cuándo
“La Niña fue oficialmente declarada por la Organización Meteorológica Mundial en agosto de 2020, cuando la atmósfera finalmente se acopló al océano. Pero nosotros ya llevábamos por entonces un año de sequía predominante. Por eso hay que tener cuidado con el planteo de relaciones directas entre lo que pasa aquí con las condiciones del Pacífico sur. Si bien puede decirse que se ha advertido una señal, hay otros forzantes climáticos regionales que pueden primar. Por eso hay que ser cautos”, dijo Borús.
Es más: suponiendo que efectivamente se cierna sobre estas latitudes el fenómeno de Niño, tampoco es tan fácil saber dónde se descargará el agua: “No podemos predecir si las lluvias se darán como se dieron en años anteriores, que fueron muy complejos. Hubo oportunidades en las que las precipitaciones más fuertes y concentradas se dieron sobre las nacientes de los ríos Paraguay, Iguazú y Paraná, y que trajeron mucho caudal; otras, como en 1992, cuando las lluvias se concentraron sobre el Río Iguazú y éste tuvo una crecida máxima histórica que produjo una condición de inundación en toda la ribera santafesina y en la cabecera del delta. Tampoco podemos descartar que las lluvias se concentren sobre la mitad sur de la provincia de Santa Fe y la llanura pampeana, donde hoy se observa el mayor déficit hídrico. Es muy difícil pronosticarlo”, dijo el ingeniero del INA.
Pese a esa incertidumbre sobre cómo se van a repartir esas lluvias y cuándo serán, Borús se animó a proyectar que “la manifestación de un escenario húmedo en nuestra región no se daría antes de la segunda mitad del invierno”. Y remarcó que “hay que estar preparados para esa contingencia porque es altamente probable que estemos en los últimos tres meses del año con muchas lluvias en la región y/o una crecida del río Paraná y de los ríos troncales de la cuenca del Plata”.
Por qué
Consultado sobre los motivos de esta alternancia entre escenarios de extrema sequía con otros de lluvias abundantes, Borús admitió que “como hidrólogo que soy, me atrevo a opinar que quizás esa sea la manifestación más evidente de que estamos atravesando un cambio climático”.
“Cuando empezó a hablarse del cambio climático, yo era un acérrimo enemigo del tema: lo rechazaba porque creía que no había suficientes evidencias y que había muchos profesionales que se acoplaban a la ola porque les convenía. Pero con el correr del tiempo, viendo la tremenda variabilidad climática que tenemos, mi pensamiento empezó a cambiar”, tiró.
“Basta con mirar un año como este, en el que empezamos con bajante y terminaríamos con aguas altas; o el 2009, en el que tuvimos cinco meses iniciales de aguas bajas y terminamos a la altura de Rosario con 5 metros; o si miramos detenidamente lo que pasó en la Cuenca del Plata en los últimos 20 años, donde hubo una variabilidad climática muy grande; todo eso me lleva a pensar que algo está ocurriendo”, añadió.
Y cerró: “Nos tenemos que acostumbrar a los grandes cambios, a ir de un escenario a otro en forma abrupta: de mucho a poco y de poco a mucho. Lo que nos obliga a estar atentos y a tener todas las herramientas para atender estas situaciones extremas de la mejor manera”.