“Vendo el servicio convencional, paja y franela y sexo oral versátil”. En Rosario late con fuerza un mercado sexual en el que varones ofrecen sus cuerpos, sus capacidades de dar placer y también su compañía a mujeres y a otros varones dispuestos a pagar por ello. Son los llamados taxi boys, escorts o acompañantes. En su mayoría, se consideran profesionales del deseo y asumen su actividad como un trabajo que es conveniente a pesar de la inseguridad, la informalidad y el prejuicio. Y por estos días, por la pandemia del coronavirus que vino a poner codazos a los besos y junto con el alcohol en gel y el barbijo, a quitarles ganancias.
Rosario3 habló con 4 trabajadores sexuales que coincidieron en que la prostitución masculina está extendida en la ciudad. “Son muchos pero no lo dicen”. Marcelo (todos los nombres usados son ficticios) brinda sus servicios a mujeres de toda edad y diversa condición social. “Muchas veces me contratan para fiestas como acompañante y nada más, a veces para una cena y después si quieren más, toman el servicio de sexo”, cuenta. Su trabajo cuesta “de 5 mil pesos para arriba, salvo que sean clientas que me llaman dos o tres veces por semana. Ahí les cobro menos”, precisa.
“Tuve mujeres que me han llevado de viaje, mujeres de veintipico con una posición económica excelente y también de cincuenta y pico. Para mí es lo mismo, no hay edad”, continúa y remarca satisfecho: “La mujer es más libre y se toma en serio esto, si tiene la plata la disfruta, no es como antes, ahora vive el momento y me parece bárbaro”.
Marcelo considera que la prostitución femenina “le lleva años de changüí a la de los hombres” pero que de a poco esa costumbre arraigada en el varón es tomada por las mujeres. No tiene rollos con la seguridad ni con lo ético o moral pero prefiere ejercer sin que nadie lo sepa. Para él, este ejercicio tiene muchas bondades más allá del rédito económico: “Conocí muy buena gente, tengo muchas amigas y mujeres con las que sigo hablando”. ¿Lo negativo?, se le pregunta: “A veces te juegan en contra los sentimientos, uno es humano. Estás de bajón y te pega el sentimiento. No se le hace mal a nadie, buscamos hacerle bien a la mujer, que se sienta querida y animada, que encuentre lo que no tiene en su casa”, manifiesta.
Lo virtual no quita lo caliente
Las interesadas en tener a Marcelo en sus camas lo contactan por teléfono o bien durante shows que tienen lugar en boliches. Este tipo de contratación es el más tradicional teniendo en cuenta que la prostitución callejera, de acuerdo a la información recabada, es mínima. Lo más actual es Internet y las redes sociales que permiten promoverse para luego concretar un encuentro por Whastapp, aunque a veces sólo quede en eso, una inquietud hot y ya.
Sebastián sabe de estar horas y horas al teléfono. A través de su celular, los clientes –siempre atendió varones aunque no tendría inconveniente en hacerlo con una mujer–lo asedian a toda hora. Es en esta instancia previa donde la cosa toma temperatura, le expresan sus fantasías y él les pone precio. “Yo creo que menos del mil es impensado, hasta dos está bien por media hora, digamos, por un servicio completo”, señala. Así, su laburo consiste en ir a la casa de los clientes y satisfacerlos. "Me gustaría que fueran menos conservadores porque a veces resulta aburrido", apunta.
“Hay de todo entre los clientes, algunos los compartimos todos. Uno era mío y ahora es de él”, dice risueño señalado a Rami, un compañero, quien completa tentado: “Hay clientes que son de todos, también tenemos los propios. Y mucha gente de paso”. Tampoco él fue el taxi de ninguna mujer en los 3 años que lleva en el paño: “Me manejo en deptos o en moteles de la terminal de ómnibus, no tengo lugar propio así que no me queda otra”, dice. “Hay clientes que te contratan dos horas y quieren compañía, sólo una previa y tomás algo, otros quieren coger. Hay gustos para todo, uno ofrece y si el cliente quiere otra cosa te lo dice. Ahora empecé a ofrecer masajes porque lo piden”, continúa Seba.
Al igual que muchos chicos que se prostituyen, tratan de vender sus servicios donde puedan. Internet es una herramienta fundamental para la vida económica de cualquier persona y para ellos también. Skkoka, Locanto, Soy tuyo son algunos de los sitios donde se puede promocionar y comprar sexo. Las redes sociales también, pero tienen restricciones: “Podés vender telares de sueños pero no tus servicios”, ironizan. Más allá de estas posibilidades, estar en la web implica un trabajo extra: “Tenés que mantenerte siempre, postear fotos, responder a los pajeros que sólo quieren hablar, contestar el teléfono. Es agobiante la virtualidad”.
Físico
Ganarse la vida manteniendo relaciones sexuales es cansador. Como cualquier actividad física consume energías. “Si venís laburando con mucha intensidad el cuerpo te dice basta y no hay forma”, asegura Sebastián. El punto es cómo mantener una erección cuando el deseo no es el que manda: “Hay clientes con los que los paso bien y pasa, y otros que ya sé que no, y tomo viagra”, revela. Rami, que es más joven y novato, también aclara que se cansa cuando toma varios clientes en la semana, e incluso se le apagan las ganas, lo que dificulta mantener vínculos sexuales y afectivos reales y genuinos con otros chicos.
Tanto Seba como Rami saben que ganarse la vida así no es para siempre. “Es un trabajo por algunos años, como el fútbol o el modelaje”, consideran atentos al paso del tiempo y la irrupción de chicos más atractivos en el mercado. Ambos iniciaron este camino como una forma de conseguir pesos extra, al principio con algunos temores hasta volverse más y más profesionales. “Me pasaba que tenía sexo con chicos, mucho contacto web, y yo no quedaba satisfecho y ellos sí. Entonces empecé a ponerle precio a eso”, contó Sebastián. Algo así, le sucedió a Rami, quien en unas vacaciones se quedó sin dinero y decidió aceptar un pago a cambio de sexo, algo que ya le venían ofreciendo y él rehusaba.
Expuestos
Un comienzo parecido fue el Martín. “Venía teniendo sexo muy frecuente y por hobby empecé un poco a hacer esto y con la “macrisis” se fue convirtiendo en un ingreso cada vez más necesario”, cuenta este estudiante de Ciencias Políticas y activista LGTBI, quien arrancó, como muchos, con la webcam en sitios donde se cuelgan contenidos eróticos.
“Vendo el servicio convencional, paja y franela y sexo oral versátil”, detalla sobre sus alcances y se asume activo. Tiene una cartera de clientes que recibe en la vivienda que alquila, en parte, gracias al laburo sexual. “El trabajo me gusta, no es mi proyecto de vida pero me ha permitido subsistir. No siempre se disfruta, no hay que romantizarlo tiene cosas negativas. Los riesgos siguen estando presentes, he vivido situaciones riesgosas en mi casa y siempre hay riesgo de enfermedad más allá de los cuidados”, señala en el marco de una pandemia de coronavirus que puso al país en cuarentena.
“Laburamos con putos que no son chongos violentos, y si son casados vienen sumisos. Las pibas en cambio tienen clientes que nunca vendrían conmigo", reflexiona por su parte Sebastián y recuerda: "Yo la pasé mal en algunos momentos. Una vez un tipo me rebajaba cuando cogíamos y se me hacía muy difícil”, menciona.
“Las putas trans viven en situación de emergencia social, atienden en la calle y en la intemperie. En términos políticos, me considero un trabajador con privilegios, puedo elegir qué hacer y con quién, por eso la lucha posta es la de Orellano”, señala Martín sobre la dirigente de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (Ammar)al tiempo que asume que “los taxi boys no militamos como las compañeras cis y trans que se han puesto a la cabeza de la lucha por los derechos básicos de las trabajadoras”.
“Hace diez años atrás era abolicionista de la prostitución y hoy estoy en una postura totalmente contraria. Fui muy ingenuo y me preguntaba cómo podía ser que la gente se quisiera prostituir. Fui muy soberbio pero hoy pienso el uso del cuerpo propio y para otros, voy haciendo un camino en la pelea por la descriminalización del trabajo sexual. “Siempre con las putas nunca con la yuta””, cierra.
Cambia, todo cambia
Esteban Paulón es el vic presidente de la Federación Argentina de Lesbianas Gays Bisexuales y Trans. Su mirada se concentra en la evolución del ejercicio de la prostitución masculina en Rosario: “El mercado de trabajo sexual masculino ha cambiado bastante y tiene que ver con la aparición de redes sociales y aplicaciones para contactarse para tener relaciones sexuales”, indica y marca la distancia con los años noventa donde los chicos mantenían sexo pago en los baños públicos de la plaza Sarmiento.
“Hoy muchas personas se dedican al trabajo sexual part time, chicos que vienen de los pueblos y por ahí no les alcanza el dinero que les dan sus padres y eventualmente ofrecen por Internet y pueden elegir el cliente que les guste y les deje plata”, manifiesta y agrega: “Muchos son chicos que no encuentran otro trabajo o necesitan complementar el ingreso. Es un medio de sobrevivencia. Hay algunos de sectores más humildes pero la mayoría son chicos de clase media de entre 18 y los 40 años”.
Para el dirigente social, lo que no se ha modificado del todo el prejuicio: “La mayoría ejerce el trabajo sexual veladamente, existe el prejuicio social”, culmina.