La Fundación Bunge y Born entregó sus Premios Científicos 2023, a tres relevantes investigadores en Agrobiotecnología. El emotivo acto, en el que se celebró la edición número 60 del Premio, se realizó el pasado 2 de octubre en el Centro Cultural Kirchner (CCK).
El Premio Fundación Bunge y Born 2023 fue para la Doctora en Bioquímica Raquel Chan. En tanto, el Premio Estímulo 2023 es compartido entre los doctores en Ciencias Biológicas Gabriela Soto y Federico Ariel.
La ceremonia contó con la presencia del Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, Daniel Filmus; el secretario de Articulación Científico Tecnológica, Juan Pablo Paz, la presidenta del CONICET, Ana Franchi, y autoridades del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y de las universidades donde desarrollan su tarea los premiados. En representación de la Fundación Bunge y Born, estuvieron presentes su presidente, Jorge Born, y su director ejecutivo, Gerardo della Paolera.
La visión de un premiado
Federico Ariel es biotecnólogo y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Nacional del Litoral, con un posdoctorado en Francia, donde se especializó en el campo de la epigenética vegetal y los ARNs no codificantes. En 2016 regresó a la Argentina por el programa RAICES (repatriación de científicos), y comenzó a dirigir su grupo de investigación, el Laboratorio de Epigenética y ARNs no codificantes, en el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL) de Santa Fe.
Su equipo utiliza tecnología no transgénica mediante el uso del ácido ribonucleico (ARN) de interferencia, que permite que las plantas desarrollen moléculas específicas para lograr inmunización frente a hongos, insectos o virus, con el fin de potenciar la productividad de los cultivos de manera respetuosa del ambiente y la salud humana. Los resultados obtenidos hasta el momento, abren un nuevo campo en el sector agrícola a nivel mundial.
Federico nos cuenta sobre el premio, sus inicios en la ciencia y la creación de la empresa agrobiotecnológica Apolo Biotech a partir del trabajo de investigación de su equipo. También reflexiona sobre la importancia de la ciencia y la tecnología argentinas en los tiempos que corren.
¿Qué representa este premio?
Es un gran honor haber sido premiado por la Fundación Bunge y Born. Creo que es un buen momento para parar la pelota y hacer un balance del recorrido hecho. Siempre valorar que la ciencia es un trabajo colectivo y que todo lo que hice no lo hice solo sino en equipo. Así que reconozco y agradezco a mi equipo de investigación en Santa Fe y a todos aquellos grupos de los cuales fui parte durante mi carrera científica. Muchas gracias a ellos en este momento.
¿Cómo nace tu vocación por la ciencia?
Es bastante particular porque toda la secundaria creí que iba a ser arquitecto. Cuando estaba en quinto año de la secundaria, año 2000, me encontré con un artículo en el diario hablando de la primera publicación del genoma humano. Eso abría grandes perspectivas, prometía que íbamos a curar todas las enfermedades con ese conocimiento. Me cambió de tal manera que no dudé y dije que tenía que estudiar algo relacionado con la genética. Vivía en Paraná y lo más cercano a la genética que encontré fue biotecnología en la Universidad Nacional del Litoral. Dentro de la biotecnología, que es muy amplia, fue la biología molecular y celular lo que más me cautivó durante la carrera. Seguí en ese tema durante el doctorado y el posdoctorado.
Creo que mi caso es paradigmático de lo importante que es invertir en ciencia básica. Un día nos dimos cuenta de que lo que estábamos haciendo a nivel científico lo podíamos transformar en tecnología para la agricultura sustentable. Este último recorrido fue lo que dio lugar a que hoy me estén premiando en agrobiotecnología porque hace cinco años yo hacía biología molecular de plantas, no tecnología.
¿Qué fue lo que descubrieron?
Descubrimos cómo podíamos usar las moléculas de ARN para comunicarnos con las plantas. Nuestro objetivo fue intentar reemplazar pesticidas químicos, que son peligrosos para el ambiente y la salud humana, por soluciones basadas en ARN. Este ARN, que hoy es una molécula muy conocida por el tema de las vacunas de ARN que se desarrollaron durante la pandemia contra el coronavirus, también puede ser usado en la agricultura. Nosotros manejábamos este campo de investigación desde hacía muchísimos años. Gracias a un Programa de Ciencia y Tecnología contra el Hambre del ministerio de ciencia nos dieron muchos fondos para probar si podíamos comunicarnos con las plantas usando ARN exógeno el cual las plantas pueden absorber.
Queríamos saber si le podíamos mostrar a la planta un segmento del genoma de un patógeno para que generara moléculas de defensa, lo cual hizo. Lo que empezamos a hacer como tecnología fue buscar qué pesticidas químicos queríamos reemplazar, cuál es el impacto sobre el ambiente y en la salud humana, y ver si podíamos reemplazar estos pesticidas por esta especie de vacuna para las plantas contra los patógenos.
¿Cómo nace Apolo Biotech?
Cuando nuestra hipótesis funcionó vimos que teníamos tecnología en las manos y nos preguntamos cómo hacíamos esta transferencia tecnológica. Ahí empecé a hacer agrobiotecnología. La forma de transferir tecnología al sector productivo puede tomar diferentes formatos: podríamos haber patentado y licenciado a una gran empresa para que se ocupara, por ejemplo. Lo que hice fue tomar los resultados y mostrárselos a las instituciones en la cuales trabajo (CONICET y UNL) y preguntarles qué hacíamos con eso. Yo no me quería desprender tan fácilmente y desde estas instituciones me apoyaron y dijeron “hagamos una empresa de base tecnológica (startup) en base a tus desarrollos de laboratorio”. Así fue como fundamos Apolo Biotech, asociado con Matías Badano, que es un MBA, o sea la pata de los negocios. Estamos avanzando a paso firme y Apolo, con todo el respaldo del CONICET y de la universidad, resultó una herramienta fundamental en esta transformación de ciencia en tecnología.
Vivimos tiempos en los que se pone en duda el valor de la ciencia y la tecnología en la Argentina. ¿Cuál es tu visión?
A veces, cuando se hacen estos comentarios de para qué sirve lo que uno hace, tenemos el reflejo, como científicos, de rápidamente querer mostrar la solución que se dio a la sociedad o lo que generó plata. Por ejemplo, hicimos tal o cual cosa en covid, lo cual es cierto. La Argentina hace desde los famosos barbijos del CONICET hasta exportar reactores nucleares y radares. Tenemos una tradición científico-tecnológica muy sólida y cuando cualquier candidato a un cargo electivo desconoce esto habla peor de esa persona que de nosotros como científicos. Una persona que quiera ser presidente del país tiene que conocer los avances científico-tecnológicos logrados y el valor que eso tiene.
Creo que es muy importante dominar los campos científicos y para eso hay que invertir en ciencia básica. Cuando llegó la pandemia, el grupo de Andrea Gamarnik, que siempre hizo ciencia básica, en pocas semanas hizo el primer test de diagnóstico en la Argentina porque domina la virología de una manera como pocas personas en el mundo. Ha sido reconocida a nivel mundial por sus avances en dengue y zika. Aunque no trabajaba en coronavirus, pudo dar una respuesta al momento de necesitarla. Puso a disposición kits de diagnóstico para el país pero además evitó que el país tenga que importar esos kits en un momento donde escaseaban. Además, era una pérdida de divisas estar importando algo que podemos hacer en la Argentina.
Dominar el conocimiento en sí mismo es lo que nos da soberanía e independencia como país. Si no, estamos importando tecnología constantemente y eso es un desbalance económico y cultural muy grande.
De la misma manera, también hay que invertir en ciencias sociales porque necesitamos entender nuestros procesos históricos, sociales, culturales y de esa manera contribuir a mejorar de cara al futuro. No sirve de nada generar riqueza si la misma está mal distribuida o si la gente tiene hambre. Si generamos cada vez más alimento y la gente no está comiendo indica que hay un problema que tenemos que resolver desde múltiples perspectivas, no solamente desde producir más alimento.
Creo que hay que financiar todas las áreas del conocimiento. Algunas darán lugar a más puestos de trabajo, exportaciones y demás y otras van a servir simplemente para dominar campos científicos o para entendernos mejor como sociedad. Todo eso es válido y requiere no solo del CONICET, sino también de las universidades públicas, los institutos nacionales (INTA, INTI, CoNAE, CNEA, Servicio Meteorológico Nacional, Fabricaciones Militares, Nucleoeléctrica Argentina, etc.). Hay tantas instituciones que uno, a veces, escucha sus nombres de manera aislada y en realidad todo eso es nuestro sistema de ciencia y tecnología, que es sumamente fuerte. Tal vez el que se vea siempre es el CONICET porque es el primero en América Latina pero tenemos una tradición científica enorme de la cual debemos estar orgullosos.
Hacer ciencia no es solo un rasgo cultural sino que es sumamente importante para el desarrollo de un país y para mejorar como sociedad. Claramente es algo que hay que apoyar y defender a toda costa.
Video con entrevista completa a Federico Ariel
Claudio Pairoba es bioquímico, farmacéutico y doctor por la Universidad Nacional de Rosario. Master en Análisis de Medios de Comunicación y Especialista en Comunicación Ambiental. Miembro de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario y la Red Argentina de Periodismo Científico. Acreditado con la American Association for the Advancement of Science (Science) y la revista Nature.
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