Los fenómenos meteorológicos severos y los impactos climáticos como megasequías, precipitaciones extremas, olas de calor y deshielos, están afectando a América Latina y el Caribe, según el informe de la Organización Meteorológica Mundial titulado "El estado del clima en América Latina y el Caribe 2021". El material señala que las tasas de deforestación en la región son "las más elevadas desde 2009" y los glaciares andinos perdieron "más del 30% de su superficie en menos de 50 años".
Estos hechos repercuten en los ecosistemas, la seguridad alimentaria e hídrica, la salud de las personas y la lucha contra la pobreza, además de socavar "las iniciativas de mitigación del cambio climático", señaló la OMM. "El informe confirma una de las hipótesis más estremecedoras en relación a nuestra región vinculada con el cambio climático, que es que si bien América Latina y la Argentina en particular no son grandes actores en la generación de la contaminación o de los gases de efecto invernadero que dan lugar al cambio climático, sí se encuentran entre las regiones mas afectadas por esas consecuencias", sostuvo Federovisky.
Por este motivo "habría que reflexionar sobre cuál es el rol de los países que sí tienen relación directa, y evaluar cuál debería ser la ayuda de esos países a otras regiones que claramente son victimas de la situación", agregó. A su vez, una de las conclusiones que señala el informe es que la deforestación en la selva amazónica brasileña se duplicó con respecto al promedio de 2009-2018, y en 2021 se perdió un 22% más de superficie forestal en relación a 2020.
Al respecto, el viceministro de Ambiente señaló que la deforestación es "uno de los causantes o cocausantes del cambio climático", y tanto América Latina como Argentina "tienen responsabilidad porque no hemos logrado revertir la tendencia de perdida sistemática de bosques nativos". Por su parte, el secretario general de la OMM, Petteri Taalas, manifestó que "los riesgos hidrometeorológicos -como las sequías, las olas de calor y de frío, los ciclones tropicales y las crecidas- causaron la pérdida de cientos de vidas, ocasionaron graves daños en la producción agrícola y las infraestructuras y provocaron desplazamientos de población". Además, se prevé que "la creciente subida del nivel del mar y el continuo calentamiento de los océanos sigan afectando a los medios de subsistencia, el turismo, la salud, la alimentación, la energía y la seguridad hídrica en las zonas costeras, en particular en las islas pequeñas y los países de América Central", sostuvo Taalas.
También el informe rescató la tendencia al calentamiento de la temperatura en América Latina y el Caribe, que pasó de 0,1 grados por década entre 1961 y 1990 a 0,2 grados por década entre 1991 y 2001.
En Argentina, más precisamente en la cuenca del Paraná-Plata, el informe demostró que la sequía produjo daños a la agricultura y reducción de las cosechas. Sin embargo, esto "no solamente trae consecuencias a la actividad agrícola que pueden ser mensurables, sino también a otras cuestiones como la provisión de agua corriente o lo que es peor todavía, la proliferación de incendios forestales en áreas que, normalmente, están bajo agua", aseveró Federovisky.
A su vez, los glaciares perdieron -al menos- un 30% de su superficie desde la década de 1980 y presentan una tendencia negativa en cuanto a su balance de masas, mientras que algunos glaciares del Perú perdieron más del 50% de su superficie, lo que agravó el riesgo de escasez de agua para la población.
En cuanto al nivel del mar, continuó subiendo a un ritmo más rápido que a escala mundial, lo que afecta los acuíferos de agua dulce, erosiona las costas, inunda las zonas de baja altitud y aumento los riesgos de mareas de tempestad. En tanto, la "megasequía" que castiga la zona central de Chile se convirtió en la más prolongada de la región en el último milenio, poniendo a ese país a la cabeza de un contexto de crisis hídrica en la región, junto a la sequía plurianual en la cuenca Paraná-Plata, la peor desde 1944. Asimismo, las precipitaciones extremas ocasionaron crecidas y deslizamientos de tierra y la temporada de huracanes del Atlántico de 2021 fue la tercera más activa de la que se tiene constancia en esa cuenca.
En paralelo, unas 7,7 millones de personas en la región experimentaron altos niveles de inseguridad alimentaria en 2021, y los Andes, el noreste del Brasil y los países del norte de América Central son algunas de las regiones más sensibles a las migraciones y los desplazamientos motivados por casusas climáticas. Frente a esto, Federovisky remarcó la importancia de trabajar en programas de adaptación "que puedan atemperar los efectos cada vez más catastróficos y más agudos de este tipo de situaciones".
"Las medidas hasta el momento siempre han sido muy dirigidas a paliar los efectos más inmediatos y a frenar las emisiones de gases de efecto invernadero. Creo que es hora, y el Ministerio de Ambiente lo tiene hoy como una de sus premisas más claras: diseñar políticas adaptativas, políticas de mitigación y trabajar en la reducción de la vulnerabilidad de las poblaciones", concluyó el funcionario de Ambiente, según publicó Télam.