Melina vive en Rosario y es hermana de Débora Mizrahi, sobreviviente del ataque terrorista del 7 de octubre de 2023 del movimiento Hamás que transcurrió desde Gaza a su vivienda, en el pueblo de Kfar Aza, a un kilómetro del enclave palestino. Melina visitó ese pueblo toda su vida, ya que su hermana se fue a vivir allí en 1991, y lo describe como “una población pacifista y dialoguista”, donde decenas de gazatíes iban cada día a trabajar. De todas las poblaciones atacadas aquel sábado un año atrás, fue uno de los más devastados: 64 pobladores fueron asesinados, 19 fueron secuestrados: 12 liberados, dos asesinados por fuego amigo, y seis siguen en Gaza. El resto de sus habitantes fueron desplazados, y nadie regresó a vivir allí.
La rosarina compartió a Rosario3, con motivo de cumplirse un año de aquella masacre, su historia personal en la que ayudó a su hermana a mudarse, y sus apreciaciones sobre la escalada del conflicto actual en oriente medio. “Es una guerra contra un grupo terrorista (Hamas) que ahora es contra dos (por la escalada con Hezbolá en el Líbano), y no apoyo ningún tipo de violencia”, estableció. Y agregó tras conocer que este lunes hay movilizaciones en Rosario que “en este día que es de recuerdo y homenajes, reivindicar una masacre, te hace cómplice”.
Con una cadencia dulce pero con evidente angustia, Melina confió: “Aunque yo era chica cuando se fue Débora a vivir a Israel, tenemos un vínculo a la distancia muy cercano. Ella se fue a los 18 años en el marco de un plan de estudios y allá conoció a su marido, de origen hindú. Desde entonces vivían en Kfar Aza, hasta el pasado 7 de octubre”.
A su hermana le tocó, como a muchos de ese pueblo y de los lindantes, pelear en forma dramática por sus vidas: se encerró junto a su marido y su hijo menor en el refugio, donde durante cuatro horas sostuvieron la puerta para evitar que entraran los atacantes a matarlos.
Débora fue acogida en su adolescencia por una familia adoptiva de ese pueblo, de apellido Winner. De esa familia, su hermanastro, el hijo mayor llamado Yahav, fue aniquilado en su vivienda por el terrorismo. Se quedó trabando la puerta mientras su mujer y su bebé lograron huir por una ventana y salvar sus vidas. Una prima de Yahav y su marido también fueron asesinados a sangre fría, y sus bebés mellizos, que quedaron solos, fueron un llamador con sus llantos para que otros vecinos advirtieran el ataque y fueran asesinados cuando fueron en su ayuda.
Yahav era cineasta, y había realizado un cortometraje “que fue autobiográfico sobre su infancia, cuando mataron al papá de un amigo al lado suyo con un misil”. Para Melina “ahora esa película cobra otro sentido”, y se está proyectando en diversos lugares del mundo.
A un año, reconstruir la vida después del "borde de la muerte por azar"
Melina viajó en febrero y en julio pasado a Israel para encontrarse con los suyos, y pudo ayudar a su hermana Débora en la difícil tarea de una mudanza, luego de haber dejado su hogar intacto durante meses: “En el mismo día estuve en su vivienda completamente baleada, y luego a la noche en la ciudad de Ashdod en un festival de danzas de mi sobrina que se hizo en homenaje a las madres de los secuestrados”.
No fue lo que se dice una mudanza estresante como le puede suceder a cualquier familia. Las hermanas Mizrahi se reencontraron con Kfar Aza desierta y destruida: “Diez meses habían pasado que la casa estaba deshabitada, entonces había caca de ratas en los cajones, pis de gato, y en la bacha de la cocina el hedor era nauseabundo: estaban los platos de aquel 7 de octubre intactos con la comida putrefacta. La gasolinera que estaba en el camino, tenía aún el olor de cuando asesinaron al playero esa jornada”.
Ellos ahora viven en otro pueblo llamado Nir Akiva, pero estuvieron nueve meses residiendo en un hotel que recibió a todos los miembros de Kfar Aza, en el pueblo de Shvaim. Consultada sobre cómo se encuentra su familia hoy, Melina describió: “Mi hermana y su familia viven en una casa que alquilan. Vive con incertidumbre y una mezcla de emociones y contradicciones. Con la dicha de haber sobrevivido, ella dice que por azar. Mataron a sus vecinos de enfrente y a la señora de al lado y su cuidadora. Mi madre dice que su casa estaba protegida, porque se llenó de balas, pero nadie fue herido ni fue incendiada”.
Luego de sostener la puerta de su refugio durante cuatro horas, y de esperar unas 12 horas que amainaran las balas y los gritos, Débora y su familia salieron de su vivienda a las 19 de ese sábado en piyamas, ella descalza, sin comida y solo con un cuchillo. No tenían señal en el celular porque los atacantes les habían cortado la energía.
Sobre el derrotero de aquella jornada, Melina describió: “La primera vez que salieron, volvieron a guarecerse porque había terroristas tirando balas desde los techos. Pero después escucharon a los soldados y salieron. Un escuadrón los acompañó entre balas hacia la vivienda de enfrente, luego fueron entre los autos baleados, hasta llegar a un tanque antibalas. Pudieron así ingresar en una estación de servicio, donde comieron después de muchas horas. Y como mi sobrina estaba en casa de su novio, terminaron yendo a pasar la noche allí”.