“Cómo será, pensé, no verse reflejado en las noticias, no entrar nunca en el pronóstico del tiempo, en la estadística”, se pregunta Leila Guerrero en Los Suicidas Del Fin Del Mundo: Crónica De Un Pueblo Patagónico. La referencia la hace sobre ese terreno alejado, no sólo geográficamente, que constituye el sur de nuestro país. Pero bien podría hablar de los mismos suicidas, ya de toda la Argentina, de los que casi nadie habla.
En realidad, sí hay estadísticas y el Ministerio de Seguridad Nacional las brindó en julio pasado, aunque esta temática en particular no ocupó las primeras planas. Si se les da un buen marco, los números hablan por sí mismos: por cada homicidio intencional que se comete en la República Argentina, hay dos suicidios.
De acuerdo al informe publicado hace menos de tres meses por el Sistema Nacional de Información Criminal, dependiente del Ministerio de Seguridad Nacional, en el 2023 hubo en la República Argentina 2.046 homicidios dolosos. Durante el mismo período hubo 4.195 suicidios. Más del doble.
Pasamos horas, días, escuchando hablar de robos, asesinatos, intentos de homicidios, hasta de grescas vecinales. Pero de aquellos que deciden terminar con su propia vida, aún siendo muchísimos más, nadie sabe nada.
Apenas si atrajo la atención de las antenas de TV nacionales cuando el jugador uruguayo de Godoy Cruz, Morro García, tomó aquella decisión. Pero la novedad duró un fin de semana, y cuando dejó de ser tan novedosa, fue perdiendo fuerza hasta desaparecer y perderse en el olvido colectivo.
Y es un tema del que conviene hablar en este 10 de octubre, en el cuál desde 1992 se celebra el Día Mundial de la Salud Mental de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud. Este año han impulsado el lema: “Es tiempo de priorizar la salud mental en el lugar de trabajo”.
La relación entre las estadísticas no es azarosa. Si nos remontamos a una década atrás, notaremos que los números estaban muy emparentados. Durante 2014 existieron un total de 3.252 muertes por homicidios dolosos y 3.296 por suicidios, lo que muestra cierta paridad.
Ahora bien; los homicidios intencionales comenzaron a bajar a partir de esa fecha, llegando a los 2.046 anuales registrados en 2023, lo que representa una reducción en estos diez años del 37%. Esto puede suponer que la exposición de la problemática y las políticas públicas aplicadas han generado mejoras, que se ven reflejadas en las estadísticas.
Sin embargo, aquellos números que estaban ligados y de los cuáles los de homicidios disminuyeron considerablemente, tienen una contracara: la de los que deciden poner punto final a su propia vida.
Aquel número de 3.296 casos registrados en 2014, diez años después ha aumentado a 4.195. Es decir, casi 900 casos anuales más. Lo que representa un incremento de más del 27%, que ha sido progresivo a lo largo de estos años. Es la primera vez que se cruza la barrera de los 4 mil casos anuales. Al menos desde que existen mediciones. Preocupante.
Podría argumentarse que la pandemia ha tenido una influencia importante, pero de los casi 3.300 suicidios que se confirmaron en 2014, ya había habido un aumento anterior muy importante en 2018, donde se verificaron casi 3.800 casos. A partir de la salida de la pandemia, incluso, todo fue para peor.
Luego de un repliegue en 2020, en 2022 la tendencia vuelve al alza llegando a 3.959 muertes y el año pasado ha habido cifras récord con casi 4.200 personas que decidieron quitarse la vida en nuestro país.
Números, pero que en realidad son vidas que se apagan por decisiones propias y muestran un comportamiento creciente ante el cómplice silencio de la gran mayoría.
Una muy débil red de contención
Se ha construido un axioma en la sociedad que tiene que ver con no hablar de estas situaciones para no generar un efecto contagio. Para el Lic. Luciano Grasso, Coordinador del Área de Salud Mental Comunitaria en la Carrera de Medicina de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y que estuvo al frente de la Dirección Nacional de Salud Mental entre los años 2018 y 2019, es un mito que hay que derribar: “Del suicidio sí hay que hablar. El sostenimiento de ese mito agrava la situación y no permite que se aborde una de las acciones más importantes que es la prevención del suicidio. Los medios de comunicación tienen un rol fundamental. Para sensibilizar a la población, capacitar a la sociedad para que puedan detectar algún factor de riesgo y brindar información sobre cómo pedir ayuda”.
“Argentina tiene dos graves problemas con la salud mental. El primero es que tiene muchas personas con problemas de salud mental y que no están teniendo la atención adecuada. Aumentaron los problemas de salud mental y en términos generales no aumentó la respuesta a nivel país. La red de salud mental con base en la comunidad es muy débil. El otro problema es la gran cantidad de personas que viven en manicomios con los derechos vulnerados”, analiza Grasso.
Javier Pérez es conocido en las redes como el Doctor Chinaski. Es psicoanalista y tiene casi 200 mil seguidores en Instagram. Con su premisa de divulgar el conocimiento, de llevarlo al llano, ha conseguido que sus reels y videos sean habituales en los programas de radio, TV y streaming. Al igual que su presencia en los mismos a partir de entrevistas. Para Chinaski, no existe un “modelo constitutivo” del suicida: “La verdad es que nadie es suicida hasta que logra matarse. Del mismo modo que nadie está loco hasta que enloquece. Los diagnósticos clínicos pueden realizarse para orientar un tratamiento y así evitar el desencadenamiento de una psicosis, o, porque no, prevenir un suicidio”.
Las causas
Para Luciano Grasso “desde 2010 hay un incremento de casos en todo el continente. Es multidimencional y complejo. Tiene que ver con los determinantes sociales, con las barreras y el estigma de pedir ayuda, con la cultura no hablar de lo que nos pasa, y con las limitaciones del sistema de salud. Si uno reconoce lo que le pasa, va a pedir ayuda y no tiene el turno con el profesional que necesita también es algo que contribuye a lo que después puede terminar siendo una conducta suicida”, concluye Grasso.
Chinaski entiende que la depresión está vinculada: “Indudablemente hay una relación entre el suicidio y lo que hoy nombramos como depresión. Aunque el término depresión nace a mediados del siglo pasado y los suicidios existan desde siempre. También existen desde siempre la tristeza y la melancolía, aunque cada vez se hable menos de ellas”.
“Si un sujeto entra en contacto con su tristeza y la nombra como tal, se encuentra con la necesidad de hablar con un analista o con un amigo. La depresión, en cambio, es un término psiquiátrico y no se trata con palabras, sino con pastillas. Ls escritora chilena Carolina Santos dice que
“Claro que hay un efecto contagio respecto del suicidio y no tengo dudas que es más efectivo aún, cuando se lo silencia”, concluye el Dr. Chinaski, psicoanalista.