El intento de fuga en la residencia para adultos mayores Belén 2 tuvo una líder: Marta. Una mujer que se pasó toda la vida luchando. En los últimos años iba de marcha en marcha, en defensa de un derecho o para denunciar una injusticia. A sus 78 años y con una demencia senil que la puede poner furiosa e inestable, encabezó un escape del geriátrico de la calle Alem al 3200, zona sur de Rosario.
Sus hijos la llevaron a ese centro de salud para que estuviera mejor. En su casa ya era imposible contenerla, cuidarla, incluso de sí misma. Se había caído y abandonado. El drama familiar de qué hacer con los más viejos es tan universal como la felicidad que proyectan los recién nacidos. Su hija, Araceli, se había acostumbrado a la idea de que Martita seguiría activa, que iba a pelear por siempre, que nada la detendría. No terminaba de aceptar la internación, más asumida por sus hermanos.
La tarde en que la llevaron a Belén 2, Marta primero dijo estar feliz. Se sorprendió bien atendida, acompañada por otros. Hasta que entró a una sala y vio a varios de los internos en sillas de ruedas. El volcán eterno de la militante volvió a rugir. Se quiso ir, amenazó con poner una bomba y prender fuego los colchones esa misma noche. La contuvieron como pudieron. El fuego pareció bajar y a la tardecita los hijos se fueron.
Nadie sabe bien cómo pero esa misma noche, la del último martes de junio, Martita arrastró a algunos de sus nuevos compañeros y compañeras hacia la libertad. Lograron abrir la primera puerta y salieron al hall exterior. El grupo llegó a ver la calle. Hasta la victoria, siempre. Pero las rejas y las cámaras de seguridad sofocaron la revuelta.
La otra fuga
Araceli Toti Colombo, la hija de Marta, es periodista, docente y productora de Radio 2. Ella también tenía un plan de fuga, pero más sutil. Su parte racional le decía que la medida era la correcta, que su madre debía quedarse en un lugar pensado para personas en su condición. Pero en el fondo, donde anidan las emociones, se resistía. Le propuso a la dirección de la residencia que quería hacer un taller de radio, grabar un programa y permitir que los adultos mayores se expresaran.
Araleci tiene como antecedente diez años de La Colifata con pacientes neuropsiquiátricos de Oliveros y otros centros que empezó en 1998. Hacía un micro en Radio 2 con esas voces. De esa experiencia se nutre este nuevo espacio. “Ya me llamaron de otros geriátricos, me preguntan cuánto cobro”, dice la tallerista y se ríe todavía sorprendida por el efecto del espacio de encuentro “auténtico y desprolijo”.
"La decisión no fue fácil. Ella siempre dijo que no quería ir a un geriátrico y a mi me costó mucho. Ya no caminaba, la tuvimos que ingresar prácticamente a upa. Pero yo no terminaba de aceptarlo y entonces sentí que tenía que involucrarme, no ir solo de visita. Conocer los tiempos del lugar, los olores, las personas, la paciencia que hay que tener", detalla.
A diferencia del escape de Martita, el plan de su hija funcionó. Ahora, la Toti no visita a su mamá para mirarse entre las dos apenadas, solas en una sala. Ellas hacen juntas una mini revolución en el Belén 2, donde los viejos y viejas se acercan a participar del programa y muestran sus infinitas caras: se ríen, lloran, cantan; algunos dormitan también.
"El primer encuentro ellos hablaron de luchar por sus derechos", menciona Toti y eso conectó con la historia de su madre. "Ella recuperó su espíritu. Volvió a ser solidaria, alegre, hablar con los demás y empezamos a transitar este nuevo espacio de esa manera, como algo más productivo", dice.
Después de la bienvenida de Toti, Alicia, meticulosa y paciente, comparte las efemérides. Lidia ofrece un pronóstico del tiempo extendido. La ronda se abre y Angie promete canciones. Cuando se olvida de la letra, Olga sale en su rescate desde el fondo. Y Carlitos, conmovido por poder hablar en la radio digital, es pura emoción cuando le toca el turno.
Esa estructura del programa “Radio Belén 2”, con variantes imposibles de predecir, nació en julio. El grupo ya realizó cinco encuentros. Primero debatieron la idea. Después hicieron una prueba y el primer viernes de agosto, cuando Rosario3 visita el taller, graban el segundo programa que comparten en sus redes sociales. Se trata de una experiencia única. Existen espacios de música, manualidades o pintura pero no talleres de radio. Al menos en las instituciones nucleadas en la Asociación de Residencias Geriátricas de Santa Fe.
Un mundo de detalles
Las cosas no son siempre fáciles de contar. Algún desprevenido podría decir que en esta sala comedor, iluminada por un patio interno, con 30 adultos mayores sentados, en sillas de ruedas o con andadores; alguien podría jurar que a las 17 de este viernes en este espacio en donde se graba el programa de Radio Belén 2 no pasa nada. Cometería la torpeza de ignorar el torbellino de historias mínimas que se están por desatar.
–Bueno, vamos a empezar –propone Toti.
–No, hace mucho calor acá –desafía Isabel, que es la primera vez que participa del espacio.
–Puede acercarse a la ventana. Vamos a empezar como siempre…
–¡¿Como siempre!? Ja. Es la primera vez que vengo y este ambiente no me gusta –retruca la mujer en el papel del contra pero sin chiste.
Mientras Toti enfrenta resistencias inesperadas para llevar el programa adelante, a un costado, Olga le habla a su compañera de esquina que no la escucha.
–Abuela –dice y se acerca un poco con su silla de ruedas.
–Abuelaa. Abuelaaa.
Olga se inclina hacia adelante con su pullover bordó y le toca el hombro a la otra (de pelo tenso y colorado peinado hacia atrás, seria y observadora) que por fin se da vuelta.
–Abuela, ¿cómo está?
–Bieeennn –responde la seria mientras levanta la mano y se tocan unas a otras, como preparándose juntas para un desafío.
El programa por fin se inicia. Araceli conduce. Angela, una de las empleadas atentas del lugar, acompaña. Sostiene el micrófono corbatero que se van pasando. Hace diez años que trabaja y dice que este es el taller más concurrido. Son 80 internos. Los más activos se preparan días antes y comentarán lo ocurrido durante un tiempo más después de grabarlo. En general, se presentan y hablan:
–Hola, yo me encuentro en un neuropsiquiátrico…
–No, es un geriátrico.
O comparten reflexiones:
–Nosotros tratamos de vivir lo mejor posible, acá solos pero juntos.
–Agradezco que me quieran hacer dejar de fumar. Y les quiero decir a los que nos escuchan que no tomen al cigarrillo como un amigo.
El programa es una montaña rusa. Hay risas, hay llantos; sobrevuela un humor extremo, como en esas comedias dramáticas densas. Carlitos toma el micrófono por segunda vez y de la fuerza que hace para hablar se para y suelta el andador. Parece que habrá milagro, como en la película “Despertares” pero a la rosarina. Los efectos de un ACV y la afasia siguen ahí en nuestro De Niro. Alcanza a decir que tiene cuatro nietos y todos lo aplauden. La energía se renueva. El poder de la comunicación.
Araceli hace malabares entre la notebook que graba la transmisión por Zoom en donde también se suman familiares, el micrófono y el aro de luz artificial apoyado sobre unas cajas. Cada tanto gira la computadora para que los talleristas se vean o saluden.
En un momento improvisa un paneo y se detiene frente a Martita, que hoy está bastante callada. La hija sostiene la proyección de la imagen de la madre en la pantalla y ella se encuentra en ese espejo y sonríe. Eso es todo, no pasa más nada que esa acción. Pero en el brillo de esos ojos asoma un universo. Es probable que solo ellas lo entiendan.
Después del programa, el salón de a poco se vacía y quedan algunos mirando la tele o sumergidos en su tiempo. Toti empieza a subir el video grabado a Youtube y al Facebook de Radio Belén 2. “Una tarde gloriosa, alegre y repleta de historias”, escribe en el posteo. A su lado está Martita, que celebra a su manera: “Ya somos quilomberas acá”. La Toti se ríe. Se toman de la mano. “Pero estoy bien”, completa.