La crisis social y económica no es nueva pero con el salto de la inflación por la mega devaluación del peso, sobre el cierre del año pasado, la situación se agravó de forma acelerada y pronunciada. El Palacio de los Tribunales provinciales, que parece inactivo desde afuera, es durante enero una caja de resonancia de los múltiples impactos de eso que suele definirse como degradación. Los ingresos al juzgado Laboral en esta feria de verano casi que duplican algunos días las solicitudes registradas durante 2023. Son, en su mayoría, órdenes de pago para trabajadores despedidos o que sufrieron accidentes laborales.

En el fuero de Familia, lo que se agrava son capas de vulnerabilidad social que convierten cualquier disputa en un conflicto judicial: tramitaron 611 acciones ligadas a la violencia en estos primeros diez días hábiles (312 para habilitar la feria ante denuncias concretas y otras 299 por expedientes activados semanas antes). Se sumaron 46 internaciones por salud mental, tres más de Niñez y otras 186 incidencias. Fueron en total 850 actos cuando en todo enero de 2023 habían sido 607. En proporción, es más del doble.

A la Defensoría Civil recurren unas 60 personas por día: son quienes no pueden pagar un abogado particular y la única defensora activa debe hacer malabares entre múltiples roles paralelos.

Aunque la feria puede sonar a vacaciones, a quienes les toca cubrir las urgencias, como si la estructura sólida de Balcarce y Pellegrini fuera una ambulancia judicial, las jornadas son todo lo contrario a un descanso. En una oficina, los expedientes son tantos que desbordan escritorios y conquistan oficinas enteras. En los pasillos se pueden juntar veinte o treinta personas con niños, niñas y bebés que reclaman por una cuota alimentaria, el reintegro de un hijo o para impedir que un familiar violento se les acerque.

“Tuvimos más trabajo tanto en el fuero penal como en violencia familiar y en los juzgados laborales con las órdenes de pago, sin ninguna duda. No sé si es récord porque debería ser un estudio comparativo de al menos los últimos diez años pero con relación a 2023 y al anterior sí. Hubo un crecimiento de la demanda de trabajo que ha podido ser satisfecha”, afirma Daniel Erbetta, integrante de la Corte Suprema de Santa Fe, en diálogo con Rosario3.

Con los datos del cierre de la primera quincena de enero en la mano, Erbetta agrega: “Esto nos sirve también de experiencia para pensar. Será un año en el cual los conflictos van a tener mucho impacto. Depende de lo que pase con algunas decisiones que se deben tomar a nivel nacional, que se están discutiendo en el Congreso. Siempre en momentos de crisis sociales profundas, aumenta la conflictividad social. Esto es de manual” (ver más aparte).

Trabajo: más reclamos y expedientes por todos lados

 

El juzgado Laboral número 9 está en el segundo piso que mira hacia Balcarce. Es el único de los diez de su tipo que trabaja durante la feria de enero. Concentra todos los reclamos, que no deberían ser tantos por la fecha, pero que son muchos por algunas particularidades de la época. La enorme mayoría de los trámites están vinculados a órdenes de pago de empleados que no pueden esperar.

Algunos son indemnizaciones por despidos pero la mayoría sufrieron un accidente laboral. Eso incluye variantes: si ocurrió en medio de una jornada es “súbito violento”, si es “in itinere” fue camino a la empresa o fábrica y también puede ser por una enfermedad desarrollada con los años. En cualquier caso, se trata de personas que ya tramitaron su caso y les falta cobrar.

“Tenemos un promedio de cien ingresos diarios. Lo que nosotros priorizamos es que se ejecuten lo más rápido posible en miras de la situación económica actual”, define el juez Gustavo Burgio. Aclara que se trata de “capital reconocido” a los trabajadores y la idea es “no perjudicarlos y que les quede el crédito parado”.

El juez laboral Gustavo Burgio y su espacio de trabajo repleto de expedientes.

 

Con una inflación de 25% mensual, es todo pérdida esperar hasta febrero para tener en mano un dinero que ya se definió en, por ejemplo, fines de noviembre o inicio de diciembre. El juzgado apura la orden y el beneficiario retira el pago en el banco (o Municipal o Santa Fe, depende la zona).

Los pedidos ingresan de forma digital a las computadoras que revisan las dos secretarias. A veces, en forma de avalancha. El día más movido de enero tuvieron 138 trámites, cuando a la misma fecha de 2023 el sistema informa que habían sido 77 (es un 79% más). Si se lo mide con el pico del año pasado, que fue de 87 casos, la suba fue de 58%.

En estos diez días hábiles de la quincena, Laboral tuvo 908 cargos y 648 ingresos al sistema. Se llegaron a despachar 520 órdenes de pago. En todo el mes de enero de 2023 habían sido 733. En un promedio diario, es un 45% más.

Esos reclamos se referencian con un expediente que ya existe. Entonces el personal del juzgado, ocho empleados, además del juez y las dos secretarias, añaden las novedades y apilan las carpetas. Los escritorios no alcanzan y los papeles se acumulan en los muebles o en los pisos.

Mientras Burgio explica su trabajo a Rosario3, sentado en su despacho, tiene expedientes a sus espaldas y abajo, detrás del escritorio en forma de ele. Más allá, en el ingreso, hay una oficina que fue ganada (o perdida). En el centro, lo que debería ser una mesada, está tapada de pilas torcidas de unas 20 carpetas cada una. Los casos están separados por su juzgado de origen: Laboral 1 y 2. Hay, además, tres sillas a un costado para las carpetas del 8, 9 y 10, cada una. Del otro lado, donde debería estar sentado un empleado, hay tres sillas más: para los fueros 4, 5 y 6.

Las cajoneras de madera lucen repletas contra la pared y fueron rotuladas por años. Alguien improvisó unos cubos de cartón, como si fueran estantes de bibliotecas, para sumar más archivos. Uno, por ejemplo, dice “Casilda” y recuerda que la circunscripción abarca mucho más que Rosario (también San Lorenzo, Villa Constitución o Cañada de Gómez).

“No hay lugar”, dice para remarcar lo evidente el juez laboral 9. “La feria es tensionante porque reclama mucha gente alterada. Y los entendemos porque son créditos alimentarios, cuando hablamos de indemnizaciones por despidos o accidentes. A veces se dificulta porque hay mucho movimiento y tenemos que resolver rápido”, agrega el magistrado desde septiembre de 2016.

Familia: la violencia siempre es urgente

 

Un hombre en bermuda y remera se apoya sobre la mesa de entrada del juzgado de Familia número 3 de María José Campanella, abierto en feria. Dice que su ex no le dejó ver a su hijo, afirma que tienen un régimen de visita y que la mujer no lo respetó. La empleada le pregunta por su abogado y le responde que no tiene. Le sugiere que vaya hasta la otra punta de Tribunales, del ala de Montevideo a lo que sería Pellegrini y Balcarce, donde está la Defensoría, para iniciar el reclamo por ahí.

Esa es una de las fuentes de ingreso formal de peticiones, además de los abogados particulares y la Fiscalía de Género que aporta el grueso del trabajo: cerca de un tercio de las 850 actuaciones totales de esta primera quincena de enero, según los datos oficiales que resumió la Corte Suprema. 

“Las situaciones de violencia siempre son urgentes”, dice la jueza Campanella como primer límite claro de lo que sí se trata en un período excepcional como este. Divorcios o régimen de visita, pueden esperar a febrero. Pero en las prohibiciones de acercamiento, el reintegro de menores de edad o las exclusiones de hogar, la demora puede ser irreparable.

La magistrada habla rápido y explica los múltiples alcances de una cobertura de feria. Mientras desarrolla, la secretaria le acerca un expediente. Lo revisa y lo firma, y sigue contando. Pasará cuatro veces en una charla de 20 minutos. Enumera casos para ponerle historias concretas a los rótulos. Dice que su rol encuentra límites cuando una madre demanda al padre porque no le pasa la cuota alimentaria. El hombre gana 200 mil pesos y debe mantener a cuatro hijos. “No puede, no le alcanza, pero a la madre tampoco”, plantea el dilema. Resultado: se genera una deuda.

Campanella se detiene en las complejidades del déficit habitacional, de muchas personas que viven juntas, de un hijo que se queda sin trabajo y que vuelve con sus padres o tíos o abuelos. No tienen empleo, las horas se apilan, el alcohol u otros consumos le suman confusión a la dinámica diaria. La jueza desde 2019 se aleja de tecnicismos para describir ese combo explosivo: “Es una situación que se prende fuego por la cuestión económica y social”.

Otro cuello de botella es la imposibilidad de abordar de forma integral casos de adicciones y salud mental. A veces faltan ambulancias, a veces no hay lugares a donde internar. Todo parece recaer en una Policía que no tiene las herramientas para esas urgencias. “Una cosa son situaciones de violencia o de abuso. Pero otras veces lo que falla son las alternativas al juzgado, por ejemplo las mediaciones. Los jueces deberíamos ser la última instancia y somos la primera”, diagnostica.

Es de mediodía y Campanella revisa la computadora. En esta quincena que se cierra, tramitaron 1.184 actuaciones de todo tipo. Algunas son simples trámites, otras implican resoluciones a elaborar y otros decretos urgentes. Afuera, en el pasillo, hay unas 30 personas. Muchas son madres con niños y niñas: una de ellas mece a un bebé parada y otra amamanta sentada.

Un rato antes estuvo en el juzgado María Villarruel, la mujer que pide reencontrarse con su hijo Agustín, que hace más de un mes está con su padre en Buenos Aires y no puede ver. Este medio contó su drama. La demora se debe, en parte, a que el primer reclamo lo intentaron por La Matanza cuando la competencia es de la ciudad, donde ella y su hijo viven y no en Laferrere donde está el padre. Ya le habilitaron la feria para solucionarlo.

La Defensoría y el milagro de un niño que habla

 

Tres horas antes, a las 10, unas 25 personas circulaban entre el pasillo y la sala de espera de la Defensoría Civil 1 de la ochava que da a Pellegrini y Balcarce. Tienen ahí un espacio para niños con tobogán, elefantitos y juegos. Pero a las 13, no hay nadie afuera y María Gracia Paoletti, defensora general, hace el balance de la feria que le tocó tramitar: 581 personas atendidas en diez días hábiles, 135 consultas con trámite (que les abrieron la feria) y 31 vistas a otras causas complementarias.

Al lugar acuden sobre todo personas que no tienen dinero para un abogado particular pero también se dan casos de urgencias o internaciones involuntarias. La defensoría atiende pedidos de cautelares por cuotas alimentarias o atenciones por salud mental. En fin de año y vacaciones se multiplican los casos de reintegros de chicos y chicas de padres separados, situaciones de violencia familiar o de protección de personas (la guarda de un menor a un pariente que no es padre ni madre, por ejemplo).

“En feria casi todo es familia, diría que un 97% de las actuaciones, muy poco es de civil”, divide Paoletti y da un ejemplo de esto último: un pedido para pasar plata depositada en pesos a dólares para que no se pierda el poder adquisitivo.

La jornada presencial para ella y otros cuatro empleados empieza a las 7 y cierra a las 13 pero solo de forma parcial. Hay tres teléfonos celulares abiertos las 24 horas para consultas. Existe un refuerzo de turno tarde, hasta las 20, con dos trabajadores más de la defensoría. Y ella tiene, además, un cuarto celular para urgencias. Puede que le toque, incluso, asistir como defensora oficial en una audiencia penal (otro universo que no se detiene), como ocurrió la semana pasada con los adolescentes detenidos por arrojar una molotov a un colectivo.

El mayor desafío no es todo eso. Para Paoletti, estar siempre al palo entre crisis y crisis vale la pena cuando un chico o chica confía en ella. Si le dicen, por ejemplo, que es hora de hablar con una nena de 8 años que no quiere ver a su padre, la defensora respira profundo. Se toma un segundo para bajar el ritmo, pensar en algo lindo, quizás en sus hijos, y entrar con una sonrisa sincera. Porque ella no es una psicóloga. Tiene una sola chance de hablar con esa nena y que le cuente de verdad qué le pasa (hacerlo varias veces sería revictimizarla). Debe lograr confianza rápido, la transferencia.

Cuando son adolescentes, les puede explicar la situación. Si son muy chicos, les dice que si ese momento fuera un cuento, ella sería un hada madrina que les puede conceder un deseo. Si funciona, esa nena le puede revelar que no quiere ver a su padre porque sufre abusos. O un chico podrá acusar que en la casa de la madre un padrastro es violento. En esos casos, ella podrá tomar una medida como defensora sobre el cuidado familiar y, en paralelo, elevará la denuncia para que se investigue el posible delito penal.

“Ese momento es muy importante para que los chicos puedan hablar”, precisa y cree que su rol más importante en ese edificio gigante es ese: “No existe lugar más lindo para trabajar. Después de escuchar tantas cosas, salís mejor persona, tenés que salir mejor persona”.