Nacida en Sunchales, a unos 300 kilómetros al norte de Rosario, Nadia Fink, directora de la editorial Chirimbote, responsable, entre otras, de la Colección Antiprincesas, se dio cuenta rápido que quería sacudir los lugares dados. Cuando jugaba con sus primos en La Criolla y no la dejaba hacer del "niño salvaje", cuando interpretaban la famosa serie de la época Pie Grande y el niño salvaje.
Como a muchas, las historias y los cuentos de la infancia, empezaron a hacerle ruido –sobre todo los juegos– y así se propuso recuperar vidas como las de Frida Kahlo y Violeta Parra. Rostros, pieles y cuerpos; vocaciones y actitudes bien distintas a las de la típica princesa de cabellos largos, larguísimos, que espera sentada a que la liberen. O la inviten a jugar.
Así empezó la editorial Chirimbote que ya tiene más colecciones e historias: Antihéroes, que discute masculinidades; Feminismo para jóvenas, protagonizada por las nuevas generaciones de mujeres, la generación de “las hijas” o “las nietas”; y Un libro en el que quepan todes, que reconstruye la historia de la primera niña trans en recibir su DNI rectificado.
–¿Cuáles eran tus lecturas de niña?
Mi primera lectura, que recuerde, era en hora de siesta porque, por supuesto, me mandaban a dormir la siesta y yo no quería dormir y siempre había un libro a mano... El primero que recuerde son las historietas de Mafalda, apenas aprendía a leer, tenía a mano las historietas. Después algo de Dailan Kifki, de María Elena Walsh, también los recuerdo con mucho gusto.
Y también, recordé hace poco, en esos tiempos de las siestas, dónde mi mamá y mi papá guardaban las revistas Humor, y yo las revisaba porque había cosas como que no entendía, pero otras que sí. Así que la revista Humor me acompaño muchísimo, fui creciendo con la revista Humor porque cada vez iba entendiendo más cosas. Pero eso me acordé hace poco, porque fue una influencia rara, porque la leía a escondidas.
–¿Y de los cuentos clásicos? ¿Hubo alguno que te puso en jaque?
Mi discusión cuando era chica venía más por el lado de los juegos. Porque a mi me pasaba, cuando estaba en Sunchales, que es chico, jugábamos un montón en la calle y jugábamos a una serie que se llamaba Pie grande y el niño salvaje, y a mi me tocaba ser de la chica que se sentaba en un árbol y esperaba. Y yo siempre peleaba por ser el niño salvaje y me decían "Pero vos sos la única chica del grupo, ¿por qué el niño salvaje?". Y bueno, porque quiero hacer algo. Creo que de ahí tengo esa idea de ¿por qué nosotras tenemos que estar sentadas? Pero era una sensación de querer jugar.
Después fue llegando, cuando estudié maestra jardinera, que representábamos en teatro algunos cuentos y estaba el problema de qué hacían las niñas. Entonces, era buscar otros cuentos y me empecé a correr de los clásicos porque de verdad me parecía que era injusto.
–¿Cuál fue el criterio para seleccionar a los personajes de Antiprincesas?
En un principio queríamos que fueran latinoamericanas; recién el año pasado hicimos a la primera europea que es Rosa Luxemburgo que justo fue una mujer completamente antibélica, que en estos tiempos que corren nos llamaba la atención.
Nos parecía que había que partir por Latinoamérica, habia que sentar el lugar donde crecen nuestras niñas y niños, nuestro contexto, los clásicos son europeos y nuestra cultura y paisajes son completamente distintos. Y también que fueran de otros países para dar cuenta de una Latinoamérica unida. Y que fueran de diferentes disciplinas para mostrar que las mujeres hacen cosas de muchas maneras, sean artistas, luchadoras, políticas, escritoras... tratar de sumar todo eso.
–¿Cómo fue la decisión de graficarlas? De Gilda, por ejemplo, hay más imágenes de referencia, pero de otras no.
Eso tambien fue una evolución de conjunto. Porque en un inicio, Pitu Saá, el ilustrador, que viene del cómic, de criarse dibujando en ese contexto –y en el comic los cuerpos de las mujeres son muy estereotipados–, fue un proceso de ir transformando esos cuerpos. Incluso Juana (Azurduy), cuando hacemos la Liga Antiprincesas, era una mujer de 50 años, que para esa época era grande, había parido cinco veces, entonces yo le decía, necesariamente tiene que ser más caderona.
O María Remedios del Valle, tratando de pensar a las mujeres de la época y no continuar con la hegemonía que salía sin querer, por cómo venía trabajando. Tener variedades de cuerpo también es una preocupación y Pitu trata de investigar sobre todo el contexto de la época ya que por ahí no hay imágenes de todas ellas, y también son imágenes actualizadas porque los pocos retratos que hay de Juana, la va modernizando, la va trayendo un poco más ahora, para que haya más identificación con las infancias de hoy.
–El feminismo nos invita a repensar los cuerpos, pero tambien repensar el rol del hombre. Con la colección Antihéroes, ¿cómo fue el criterio de selección y armado?
Cuando empezamos con Antiprincesas, nos pasaba mucho que por mas que el feminismo estuviera desestructurando, venían a pedirnos Las antiprincesas para las nenas, Los antihéroes para los nenes. Esto se seguía dando y lo interpelábamos en las ferias y se terminaban riendo.
Estábamos pensando en otras masculinidades, donde no solo la fuerza, no solo el sostén económico, emocional nunca, y de trabajo de la familia. Pensamos primero en (Julio) Cortázar porque es alguien con quien nos criamos en cierto punto y nos permitía jugar y mostrar que tuvo asma y empezó a leer ahí. Era una persona adulta que nunca dejó de jugar, entonces empezamos a elegir ese tipo de personajes.
El Che (Ernesto Guevara), si bien tiene algunas cosas clásicas del hombre común, también pensábamos cómo transmitir el pensar no sólo en uno mismo, sino contruir colectivamente la felicidad.
Y después lo hicimos a Marcelo Bielsa, porque sí, porque me di el gusto, pero además porque creemos que tiene un montón de valores desde un lugar como es el fútbol hiperprofesionalizado al que acceden muchos chicos y chicas. Va más lenta la colección Antihéroes.
–Mencionaste Sunchales, pero naciste en La Criolla...
Físicamente, nací en Sunchales, pero en La Criolla siempre estuvo mi familia, abuelas, abuelos, tías, tíos, primos, primas, entonces es al lugar a donde siempre volví desde chiquita. Al día de hoy, las Navidades son tradicionalmente celebradas allá, siento que mi lugar es ese, estuve de pasada por Sunchales.
–Al ser mas pequeño, ¿era más conservador? ¿Supuso un desafío?
Sí, en realidad mi feminismo fue algo que se fue construyendo a lo largo de los años. Siempre fui bastante rebelde, eso sale en los lugares chicos sobre todo. Se señala a la persona rebelde. Yo siempre tuve muchos amigos varones, que es algo que también era señalado, pero también recibí mucho cariño.
En Sunchales fui a una escuela que de primero a séptimo grado trabajamos con diferentes libros y fue una cosa hermosísima que me pasé todo el día ahí y sentí que hay muchas mujeres traccionando para que se transformen las cosas. Y siento que yo no soy una persona ajena y eso traza caminos de mucho diálogo y cariño. La escuela de La Criolla se la conoce como Cañadita por la estación de tren. Se abren diálogos también, se abren posibilidades.
–Hablando de infancias, lugares, y géneros, ¿podés identificar algún libro disfrutable más allá de todas esas condiciones? ¿Para cualquier edad, género y ubicación?
Por mi época, me he criado con El principito y lo he vuelto a leer varias veces. Pero para mi Dailan Kifki (de María Elena Walsh) es un libro que también hay que leer en la adultez. Es un libro donde el humor también atraviesa. Me parece que el humor es fundamental para seguir haciendo, leyendo, construyendo.
Y después hay uno que hago circular muchísimo, y que creo que tiene cada vez más vigencia, de Gustavo Roldán que se llama Sapo en Buenos Aires, que es un sapo que viaja a Buenos Aires y vuelve al monte chaqueño a contarle a los demás animales cómo era Buenos Aires. Es muy desopilante porque los animales no creen que la gente trabaje para comprarse ropa para taparse el cuerpo. “No, sapo mentiroso”, le dicen. Me parece que son libros con mucho humor y con mucha cercanía. Yo sigo leyendo cuentos infantiles porque te permiten un montón de cosas que las personas adultas dejamos de permitirnos. Eso, hay que volver a las lecturas para las infancias me parece.
–¿Qué estás leyendo ahora?
Suelo leer de a varias cosas a la vez. Estoy medio dispersa para leer novelas o cosas así. Estoy leyendo una novela que se llama Purga, que es de una ucraniana, (Sofi Oksanen) pero hace bastante que la estoy leyendo. Y estoy leyendo El rey de Fiorito (Crónica políticas y sociales de la vida de Diego Maradona, editado por Ezequiel Fernández Moores, Alejandro Wall y Andrés Burgo). Es un libro sobre el Diego, que hicieron periodistas del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba).
–¿Tenés alguna situación ideal de lectura o ritual?
Me pasa que la lectura se me fue transformando. Antes viajaba en subte o tren porque trabajaba lejos y en esos viajes me tomaba mucho tiempo de lectura. Ahora lo que me sucede es que trabajo mucho editando y escribiendo, son como mis dos trabajos principales. Leo muchísimo para trabajar, y ahí es donde me cuesta mucho tomar la lectura. Después de haber leido todo el día, quiero salir de leer, entonces me cuesta más encontrarme esos espacios. Pero me gusta mucho leer en la cama, sobre todo a la mañana, tomando mate, el fin de semana, es un estado bastante ideal.
–Con Feminismo para jóvenas se incorpora el lenguaje inclusivo, ¿cómo fue esa decisión?
Ese Feminismo para jóvenas hizo un ruido tremendo. De hecho cuando empezamos a publicarlo en redes, hay grupos todavía que nos escriben odiándonos porque pusimos jovenas. Una pagina de Mexico casi nos hackea la cuenta. Fue provocativo porque jovenes tiene la e, pero no parecio bueno, incluso desde la tapa romper con estos lenguajes que a veces cuesta tanto y que se creen tan cerrados y que ya esta todo dicho. Y vamos transitando esto de que lo que no se nombra no existe y ponerlo en palabras. Fue el primero que usamos lenguaje inclusivo, por lo menos para grandes; pero también como cada quien escribía y había mucha variedad de autoras, también queríamos respetar esa forma de escribir que era de las jóvenas. Lasc ompiladores somos Laura Rosso y yo, de más de 40 años, nos parecia qué podiamos decir nosotras del feminismo que estaba atravesando a las pibas, nos parecía que tenían que ser ellas quienes lo dijeran, y creemo que el lenguaje inclusivo hay que tomarlo, dentro de lo que se puede, lo que consisdera, pero tamvién sintiendo que si alguien necesita ser nombrade también es su derecho.
–Antiprincesas, Antihérores. ¿Por qué "anti"?
Cuando empezamos a pensar la colección no teníamos el nombre. Empezamos por Frida, la segunda Violeta Parra y Juana Azurduy. Esa trilogía la pensamos desde el vamos, al igual que Cortázar, (Eduardo) Galdeano y el Che. Pero sí, mientras los estábamos haciendo pensamos: "Éstas son mujeres que se están oponiendo a las princesas".
A veces discuto con lo simbólico de los cuentos de hadas, porque, a veces, sacándole peso, no llegamos a lo profundo de lo que nos dicen durante muchos años. Creo que la perspectiva de género nos ayuda a decir: “Bueno, es fantasía, pero también hay una realidad”. Hay mujeres que se pelean entre ellas, madrastras que mandan a matar a sus hijastras por lindas. Los reyes son unos pelotudos realmente, porque se les muere la mujer, no saben qué hacer con sus hijas, se casan con una mala que los maneja... no se por qué están gobernando en un punto. El príncipe es hermoso y salvador, y nunca tiene miedo...
Me parece que estos arquetipos van marcando una forma de ser. Por eso, jugar con el anti. Las Antiprincesas también tienen mucho de fantasía y juego. No quiere decir que lo único que valga sea contar la realidad, pero sí poder hablar de estas mujeres que eran reales y que se oponen a todo eso que dijimos antes de las princesas.
Entonces, el anti era una forma más que decir “Otras mujeres”, “Nuevas mujeres”, “Nuevas princesas”. No, éstas son todo lo contrario. Frida Kahlo, una persona renga, con una pierna mas corta que la otra y con problemas de columna, no hubiera entrada nunca en la posibilidad de un cuento clásico. Una Violeta Parra, chilena, morocha, petisa, tampoco. Entonces, sí plantarnos con ese “anti” como una postura, que después terminó siendo como un sello nuestro, “anti-clásicos”, “anti-venenos”. Y nos divierte, y también genera estos diálogos, este ida y vuelta. A veces lo disruptivo ayuda también a sentar posiciones.
–Mujeres reales, pero también actuales, como MIcaela García...
El primer aniversario del femicidio de Mica, nos escribieron (Néstor) Yuyo (García) y Andrea (Lescano), los papás de Mica para pedirnos libros. Nos querían comprar libros porque Mica les había comprado los primeros a su ahijada y entonces querían regalarle el resto de la colección, lo cual nos impactó muchísimo porque no sabíamos eso. Y entonces les dijimos:“No, ¿cómo lo van a comprar? Se los llevamos nosotros a Concepción del Uruguay, a Entre Ríos”. Y ahí charlamos, y ahí ellos dijeron que les gustaría mucho un Antiprincesas de Mica. Dijimos: “Bueno, tal vez llegue el momento, hay que ver cómo”.
No es fácil su muerte, un femicidio tan fuerte en una piba tan joven, por ahí podía ser impactante. Entonces lo que tratamos de pensar es lo mismo que ellos pensaron: lo importante es, no que se la recuerde por su muerte, sino por todo lo que había hecho. Y empezamos a trabajar, nos llevó años, como muchas veces llevan las cosas.
La compra de Diputados fue algo que surgió después. Una diputada que conocía Yuyo le dijo que sería interesante, acompañar, dentro de la Ley (Micaela), esto como para fomentarlo. Yuyo y Andre sí nos habían pedid:, “Queremos traccionar la Ley, necesitamos que Mica esté bien presente”, e incluso en el libro hay actividades para trabajar la Ley Micaela con infancias y adolescencias y eso lo hicimos junto con la Fundación que dan los talleres. Un trabajo en conjunto que a veces llega a lugares inesperados.
–Las Antiprincesas llegaron antes del estallido del Ni una menos, casi de forma anticipatoria, ¿cual es el próximo paso?
Este año, cuando empezamos, nos reunimos con les chirimbotes y decíamos: “La colección Antiprincesas está instalada, tenemos que seguir haciendo cosas”. Hace muy poquito salió un libro que va en esa línea de seguir sumando, Un libro en el que quepan todes, que hizo Gaby Mansilla, la mamá de Luana, la primera niña trans en recibir el DNI, que es un libro con teoría y talleres, para fomentar la ESI (Educación Sexual Integral), pero con perspectiva travesti-trans que es algo que le falta a la ESI, por el tiempo en el que se hizo, por los acuerdos que había. No es en contra de la ley sino más bien para sumar esta perspectiva. Eso ya es un pasito para seguir sumando.
Y pensamos en trabajar muchas cosas. Dentro de poco, a mitad de año, va a salir un libro de Jesi Jess, que es una poeta villera. Es maravilloso el trabajo que ella hace. Y además nos van llegando, cada vez que alguien quiere hacer algo nuevo, llama a Chirimbote, tenemos esa suerte.