Baloo ahora toma sol en el patio de su casa. Se jubiló el año pasado, después de casi diez años de servicio. Tiene cachorros y nietos. Fue perro rescatista. Su “bautismo” fue la tragedia de calle Salta 2141 pero su olfato fue también clave para encontrar a Chiara Páez, la joven asesinada por su novio en en Rufino en mayo de 2015 y cuyo caso impulsó el Ni una menos. Su última misión fue el año pasado, en el trágico derrumbe de calle Superí al 200.
Esa mañana del 6 de agosto de 2013, Baloo, un pastor belga malinois, tenía ocho meses. Aún estaba en entrenamiento. Fue “una prueba de fuego para ambos”, contó Leandro Rivero, su entrenador y compañero a Rosario3.
Rivero, hoy jefe de la unidad canina de Rosario y subjefe de la división K9 de Santa Fe, recordó que se enteraron de la catástrofe por un patrullero que pasó a alta velocidad. En ese momento practicaba, justamente, algunas maniobras con Baloo y a sus hermanas. quienes sobrevivieron a una tanda de vacunas que estaban en mal estado.
“Mi jefe nos pidió que prendiéramos el handy para saber qué era lo que estaba sucediendo. Ahí escuchamos «saquen a las víctimas por el supermercado». Instantáneamente todos nos cambiamos y nos pusimos a disposición”, recordó.
Más de 30 perros con sus guías asistieron en calle Salta 2141. Durante los días que siguieron a la explosión, Baloo fue uno de los canes que continuó trabajando, escalando escombros, recibiendo órdenes “de manera impresionante” y ayudando a rastrear a varias de las víctimas. Y era aún un cachorro.
Fue una semana triste, difícil y de ardua labor para todos. Pero también de mucho coraje y solidaridad. Los recastistas trabajaban a destajo y los vecinos se acercaban a cualquier hora para brindar algo de ayuda.
“Había muchos vidrios, hierros retorcidos y objetos suspendidos donde ellos (los perros) se podían lastimar”, describió Leandro.
Al sexto día, cuando las sirenas sonaron y dieron por finalizada la búsqueda de las 22 víctimas, Rivero contó que se alejó del grupo para llorar y abrazar a su pequeño compañero.
Baloo prestó servicio durante casi diez años. Ayudó a encontrar a Chiara Páez. También a Nora Escobar, otra víctima de femicidio, enterrada en su casa de Granadero Baigorria. Su última misión fue Rosario: en julio de 2022 ayudó a encontrar el cuerpo de Ariel Luis López en el derrumbe de zona norte.
Después de esto Baloo “se jubiló” y fue condecorado con una medalla por la Dirección General de Bomberos. “Fue muy emotivo, era todo un mar de lágrimas –dijo Leandro–. Somos dos amigos, hermanos. Es mi ídolo, mi ejemplo a seguir”.
Ahora, su satisfacción es ver a Baloo en el patio de su casa “tomando sol, sin ningún tipo de órdenes” y disfrutando de sus cachorros y de los cachorros de sus cachorros que también son perros rescatistas.
Su legado, sin embargo, continúa en el cuartel sur de Bomberos Zapadores de Rosario y se multiplica en las Unidades caninas de Zapadores en Rafaela, Santa Fe, Vera, “y ojalá –desea Leandro– San Lorenzo”.
“Baloo fue el comienzo de todo”, concluyó con orgullo Leandro.