El aprendizaje colaborativo comprende una serie de dinámicas grupales y de interacción entre los estudiantes, ya sea en entornos físicos o digitales. Contiene una metodología pedagógica con mucha historia detrás, y que aporta grandes beneficios a los alumnos.
Los inicios del aprendizaje colaborativo se remontan a la pedagogía inaugurada por Johann Amos Comenius (1592-1670), quien apostaba por la cooperación como una forma de crecimiento y aprendizaje en todos los ámbitos de la vida humana, pero no fue hasta el siglo XIX, con el auge de movimiento cooperativos en todo el territorio europeo, cuando echó oficialmente raíces en suelo estadounidense con la aparición del Common School Movement, para más tarde alcanzar un notable grado de importancia bajo la batuta teórica del psicólogo, filósofo y pedagogo John Dewey (1859-1952), según consignó Aula Planeta.
Reforzado luego por teorías pedagógicas del siglo XX, como las esgrimidas por Jean Piaget (1896-1980), el aprendizaje colaborativo alcanzó una considerable notoriedad internacional que parece haberse visto renovada de la mano, entre otras cosas, de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y del auge de plataformas y herramientas digitales, sus posibilidades para aprender colaborativamente y en red.
Virtudes pedagógicas de la cooperación en el aula:
- El aprendizaje colaborativo implica el desarrollo de competencias como el respeto hacia los demás, la capacidad para defender las propias ideas y opiniones ante ellos y la comunicación o el espíritu crítico. Pero, además, se ha demostrado que un entorno marcado por la cooperación refuerza la asimilación de los contenidos a aprender por parte del alumnado, así como de otras competencias.
- Genera un entorno de interdependencia positiva, que a su vez se basa en la autonomía personal y de pensamiento. Por una parte, el alumno aprende a formar parte de un grupo que resulta necesario para alcanzar un objetivo u objetivos determinados mientras que el grupo requiere de que cada uno de sus miembros colabore y se esfuerce personalmente para conseguir que el resultado sea el óptimo, y responda a lo que entre todos ellos hayan decidido como estrategia para alcanzarlo.
- Se genera también un entorno educativo inclusivo en el que los menos capacitados para algunos de los aspectos de la materia se apoyan en los conocimientos de los más hábiles, y viceversa. Así, cada alumno logra adaptarse a lo que demanda la asignatura, pero precisamente por eso las actividades planificadas desde una perspectiva colaborativa para el alumnado deben ser lo bastante amplias y complejas como para que cada alumno encuentre su lugar en ellas, y todos puedan aprender tanto de los demás como también de sí mismos.
Actualmente, esta metodología puede darse sin compartir un espacio físico común gracias a plataformas digitales que permiten a los docentes generar experiencias que faciliten un aprendizaje de tipo colaborativo entre sus usuarios. Así, y sin ánimo de equiparar ambas experiencias de aprendizaje, la presencial y la digital, esta última ofrece una formación añadida en alfabetización digital.