En enero, más precisamente el 4 de enero es el Día Mundial del Braille, fecha que se celebra desde el 2019 ya que en esa fecha en 1809 nacía en Francia, Louis Braille, creador del sistema, cuenta Mariela Farrando, profesora terapeuta en Discapacidad Visual de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo).
El braille es el sistema de comunicación alternativo utilizado para la lectura y la escritura por parte de personas ciegas o con baja visión severa.
Es un código alfabético táctil que utiliza caracteres en forma de puntos en relieve y puede ser utilizado de manera totalmente independiente por parte de los usuarios, es decir, que permite el desempeño autónomo tanto en tareas de lectura como de escritura.
La aceptación del braille como sistema de escritura no fue fácil ni rápida ya que requirió de una revolución hacia el interior de las prácticas educativas predominantes de la época basadas en la oralidad y en el reconocimiento de letras mayúsculas talladas en tocones de madera con las que se armaban las palabras.
En momentos históricos, donde muy pocas personas ciegas accedían a educación formal, Louis Braille, con solo 16 años, se dio a la tarea de perfeccionar un sistema táctil puntiforme precursor de su sistema que se había utilizado como recurso de lectura nocturna durante la guerra.
Louis y sus compañeros ciegos del Instituto de Ciegos de París, a escondidas de sus profesores y del director del Instituto, lograron perfeccionar y dominar el sistema de lectura y los instrumentos para la escritura a pesar de la negativa rotunda de las autoridades de la institución.
El gran acierto de Braille fue que su sistema se adaptaba a las características fisiológicas del tacto y permitía su captación a través de las yemas de los dedos como una totalidad y no como puntos separados entre sí.
Los docentes de la época se negaban a su utilización porque creían que, al ser tan distinto a la escritura convencional, generaría mayor exclusión en una educación incipiente hacia las personas con discapacidades sensoriales, que después conoceríamos como los inicios de la educación especial.
Lo cierto es que el sistema braille no solo permite y facilita el desempeño lector y escrito por parte de los usuarios, sino que es un recurso que posibilita la igualdad de oportunidades en el acceso a toda información escrita, a la cultura, al arte y se constituye en un facilitador a la hora de pensar en recursos de inclusión educativa, laboral, o de actividades de la vida diaria.
La versatilidad del sistema braille permite no solo la escritura de palabras y números sino que es posible escribir absolutamente todo el universo de caracteres que disponemos en tinta.
Es necesario entonces la conmemoración al invento de Louis Braille. Su aporte a la educación de las personas ciegas recibió el reconocimiento oficial francés en 1854, dos años después de su fallecimiento, y en 1878 se estableció como método universal de alfabetización, lo que permitió su rápida difusión y utilización en todo Occidente. Muchos años deberían pasar para su adaptación a las lenguas orientales que hoy en día también lo utilizan.
¿Qué pasa con el Braile y el desarrollo tecnológico?
Hoy vivimos en un mundo atravesado por las tecnologías y las personas con discapacidad no están ajenas a ellas. Gracias a la disponibilidad y gratuidad de múltiples opciones de accesibilidad en todos los dispositivos, tanto en computadoras personales como teléfonos móviles, como también la gran oferta de programas y aplicaciones útiles para cualquier tarea como asistentes para la movilidad, comandos de voz, lectores de pantalla y muchos más, pareciera que el braille ha perdido vigencia, pero es solo un parecer.
Las nuevas tecnologías y las políticas de inclusión han permitido que todas las instituciones educativas que atienden a niños y jóvenes con discapacidad visual cuenten con impresoras braille que garantizan la disponibilidad de los textos escritos por parte de los estudiantes que se encuentran incluidos en escuelas de educación común.
Es posible también iniciar o complementar el aprendizaje del braille a través del uso de computadoras personales que cuenten con softwares diseñados especialmente para ello, que hacen más amena la forma de aprender al mediar de manera lúdica todos los requisitos previos que exige el braille y que es necesario aprender y enseñar.
El braille no compite con las nuevas tecnologías, sino que se complementa, se integra, se expande, se une a ellas para lograr que la persona con discapacidad visual posea un abanico de recursos cada vez más amplio y ajustado a sus necesidades específicas.
El braille vive cada vez que los docentes pensamos en clave de Diseño Universal de Aprendizaje, cuando elaboramos materiales curriculares que sirven para todos atendiendo a la diversidad y multiculturalidad de los grupos.
Vive cuando la información impresa se distribuye en tinta y en braille, cuando los impuestos pueden llegar en braille si así lo requiere un ciudadano en concreto, cuando está impreso en medicamentos y elementos de uso cotidiano, cuando una familia lo aprende para acompañar la trayectoria educativa de sus hijos con ceguera o baja visión severa.
Vive en cada estudiante con discapacidad visual que lo utiliza de manera exclusiva o eventual según su comodidad y acorde a los recursos que dispone y en cada adulto/a mayor que ha adquirido la ceguera y decide aceptar el desafío que implica su aprendizaje.