Juega la selección contra Paraguay y como cada vez que juega la selección, nos hace falta la Hermana Rosa para saber cuáles son las claves del encuentro. Esa sensación de meternos en la cancha desde las letras nos hizo saber durante años, que la pelota empieza a girar mucho antes del pitazo inicial del árbitro. Hoy nos atrapa llenos de nostalgia. De ahí nos viene el vicio de recuperar historias y traerlas al presente. Un ejercicio para, aún aislados, sentirnos menos solos. Acompañados por los recuerdos de una época divina, de sabios nobles con los que imaginábamos los partidos.

El Negro Fontanarrosa fue el emblema de ese tiempo. Aquella creación a la que le puso un cuerpo de mujer y la dotó de una extraña capacidad de palpitar las emociones futboleras, es una de tantas genialidades que soltaba por el centro de Rosario y llegaban a todas partes del mundo.   

Barcelona es una ciudad históricamente ligada a la suya y, por si fuera poco, allí lo esperaba Joan Manuel Serrat. Y desde 2001 y por un par de temporadas más, también lo recibía Roberto Bonano. El arquero de cuna Canalla llegó a Catalunya en el verano europeo de ese año y fue titular indiscutible hasta que Frank Rijkaard le dio paso a Víctor Valdés. Mientras tanto, Tito lo pasó muy bien y fue anfitrión del Negro en algunas ocasiones.

En octubre de aquel 2001 se encontraron en El Born y entre tiras de asado, hicieron argentina una noche que se presumía catalana. Fontanarrosa estaba de gira, presentando El mundo ha vivido equivocado, y como en El Cairo, armó su propia mesa de los galanes en las que también estuvieron Juan Carlos López, ex jefe de Bomberos de Barcelona, y, entre muchos otros, Fernando Gutiérrez, promotor de los locales de la Compañía General de Sandwiches.

Bonano llevó sus camisetas de Rosario Central y Barcelona, y Fontanarrosa le obsequió un ejemplar dedicado. Esa camiseta auriazul todavía no tenía el logo del Canaya, el último diseño meses antes de morir. El mismo que volvió al modelo 2020 por pedido de Kily González, en una de las mejores decisiones que tomó como entrenador ya que dota de identidad a su club. Lo abrazó como futbolista en sus últimos meses de vida y hoy lo vuelve a homenajear desde el banco y con el traje de DT.

A pesar de su incipiente fama y su carácter protagónico porque la charla, claro, giró en torno al fútbol, Tito eligió detenerse en una particularidad puntual de su ídolo, la cual descubrió esa noche de 2001. La contó 15 años después. Un sábado de junio de 2016, se presentó el primer volumen de Pelota de Papel, libro en el que el arquero escribió ‘Barrio de Fútbol’, donde habla del defensor que fue en Azcuénaga, ganando todos los duelos aéreos contra los delanteros de Río Negro, al lado de las vías de Rosario Oeste.

Ya con ese libro en la mano, Tito supo atajar con precisión profesional uno de los tiros indirectos del Negro. Cuando el periodista, docente y gran tipo que es Ariel Scher dijo que “Fontanarrosa fue un gran escritor”, Bonano agregó sin dar rebote, “y fue un gran escuchador”. El bodegón de Pichincha quedó en silencio. Esos grandes silencios que le siguen a las grandes certezas. Los silencios que nos invitan a pensar. Los silencios de Fontanarrosa escuchando al resto.

Lo apunta Jorge Valdano, en el prólogo de La hinchada te saluda jubilosa, el libro que recopila testimonios de decenas de personas que convivieron con la sabiduría del papá de Boogie, el aceitoso. “Disfrazado de tipo normal, se mimetizaba entre la gente para extraerle su esencia. Así se apoderaba de las obsesiones de los argentinos en la calle, de nuestra singular voz en los cafés, de nuestras pasiones populares en las canchas. Luego lo pasaba por su genio y lo devolvía en novelas, cuentos y viñetas”, escribió Valdano tan bien como jugaba.

Scher lo destaca cada vez que puede en sus magníficos cursos de literatura y deporte, en los cuáles aborda a los grandes escritores nacionales y les pone los cortos para que salgan a jugar. Lo manda a correr al Negro, pero también a Borges y a otros intelectuales que tomaron la pelota como herramienta de trabajo para crear.

“La obra del Negro transparenta a alguien que se dedicó a escuchar. A escucharnos. Cuando lo leemos, nos reconocemos o reconocemos a quienes nos respiran cerca. Y no sólo eso: un gran escuchador es un sujeto al que le importan los demás y por eso los escucha. Desconozco si hay elogio mayor para un ser humano. Desde aquel episodio, le debo a Tito Bonano el hallazgo de una clave infinita: cada vez que atrapamos una página del Negro, escuchamos la gracia, el fútbol y la vida. Y somos felices. Debe ser por eso que nos dan ganas de escucharlo muy seguido. Debe ser por eso que lo queremos tanto", escribió Scher dándole un poco más de magia de la que ya traía naturalmente esa frase de Bonano.

Tito vuelve al país, aunque para enfrentar a la selección. Regresa con la camiseta de Paraguay y en el rol de asistente de Toto Berizzo, con quién chocó en los clásicos rosarinos y luego ordenó en la defensa de River Plate a finales de los 90’.

A propósito de partidos ante los guaraníes, Fontanarrosa dio a conocer algunas historias que involucraban a la Hermana Rosa y su relación con la figura más preponderante de esa Nación. La misma figura a la que el propio Bonano le hizo un gol de penal “pateando con el diario del domingo” en el que salían Inodoro Pereyra y el Mendieta.

“A la mentalista rosarina, asimismo, la tiene a mal traer el alejamiento de José Luis Chilavert. Sin ser demasiado explícita, desliza que la relación que mantuvo con el arquero paraguayo fue algo más que una amistad. ‘Y algo menos de lo que muchos están pensando’, recompone, intencionada. Al parecer todo comenzó en una ocasión en la que Chilavert le elogió sus atributos de adivina. La Hermana Rosa entendió ‘divina’ y allí se precipitaron los hechos. ‘José Luis me envía poemas desde Estrasburgo -admite la vidente, suspirando-. Y que nadie se sorprenda. Su mismo nombre indica su descendencia de poetas franceses: Chilavert, Prevert, Cambembert’. No obstante, la pitonisa asegura que el gigante paraguayo no es feliz en tierras francesas, ya que no le permiten patear penales ni tiros libres”, publicó en sus clásicas columnas de Clarín.

Incluso el Negro escribió ‘Operación Medusa’, un cuento que pertenece al libro La Mesa de los Galanes y en el que describe el hallazgo que iba a transformar a Paraguay en potencia mundial. El científico húngaro Bela Szalasi le ofrecía al dictador Alfredo Stroessner la cura para el único mal para el cual el mundo no había podido encontrar solución; la calvicie. El disparate no tiene fin.

Nadie sabe de qué madeja salió el hilo que el fabuloso humorista rosarino estiró para hacer ese cuento, aunque todos sospechamos que fue una charla en la que ofició de escuchante, tal como nos explicó Tito Bonano, para luego sentarse a pensar y desarrollar una de sus millones de ocurrencias.

Lo que sí sabemos es que cuando salgan los jugadores a pisar el césped de La Bombonera y una ya blanca cabellera se asome por encima de ese físico de arquero con presencia que achicaba a los más grandes delanteros, veremos cruzar con él al Negro Fontanarrosa. Ese que cada vez que gira una pelota acompañada de una sonrisa, se asoma guiñando un ojo desde el cielo de los argentinos.

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