Un ídolo puede forjarse por diversos motivos. Aunque son pocos los que llegan a ese parnaso (la patria simbólica de los artistas), muchas veces son los resultados, el hecho de aparecer en el momento justo y en el lugar indicado, lo que lleva a una persona a esos sitios de privilegio. En otras ocasiones, no hacen falta goles resonantes o títulos grandilocuentes, son las conductas las que dejan huellas. Marco Ruben aplica para los dos requisitos. Mejor dicho, Ruben para el primero y Marco para el segundo.
Hay cuestiones fortuitas en el fútbol que determinan una carrera. Las que tiene que ver con el juego: un gol o un tiro en el palo cambian las cosas; un mal rechazo que termina en gol del rival en un partido crucial te puede condenar. Esas son los imponderables que el deporte tiene guardado para unos u otros. La pequeña porción de azar que hace tan especial al deporte. Sin embargo, también hay otras que se trabajan, se militan y hasta se nace con ellas.
En ese sentido, Marco militó su capacidad de trabajo hasta el último día. Pocas veces necesitó de palabras altisonantes y su alimento fue el profesionalismo, el cuidado de su imagen pública, la generosidad para con sus compañeros. En resumidas cuentas, fue un ejemplo.
No hubo fotos en las redes sociales ni de grandes declaraciones a los medios. Solo se le recuerda aquella conferencia en la que criticó a los directivos de Central, ante lo que creía un destrato contra su persona. No le hizo falta declarar su amor incondicional a su club porque nadie duda de ello. Y cuando la suerte dio la espalda, puso la cara, como en el último clásico. Fue el único que habló.
Por su forma de ser, desde joven, sus compañeros lo miraron como un chico raro. “Nació viejo”, solían decir de modo cariñoso sus amigos. Incluso, el apodo de “El niño viejo” en la etapa de Coudet se hizo muy conocido.
Cuando decidió descansar de un mundo profesional que lo abrumaba, tampoco hubo entrevistas, no hubo palabras de más, no hubo poses en las redes. Se fue a vivir el mundo en el que pretende vivir y al que volverá ahora que su carrera terminó.
No nació queriendo ser líder. No tiene el porte de los que salen primero en la foto, de los que pegan dos gritos y acomodan un vestuario. Se hizo líder. Lo es por sus méritos deportivos, pero sobre todo por su conducta. Se convirtió en leyenda. Marco Ruben se retiró del futbol profesional, pero su apellido quedará para la posteridad.