El empate entre Newell's y Rosario Central no dejó demasiadas acciones rescatables. El clásico fue chato y parejo. Los dos entrenadores planificaron un partido en su cabeza y no quisieron mover un ápice esa decisión inicial durante los 90 minutos.
Tanto es así que Miguel Russo hizo dos cambios solo para renovar piernas; mientras Gabriel Heinze solo metió a Pablo Pérez. Los dos creyeron que en el banco no había material suficiente como para romper el partido. Tal vez la idea que transitó sobre ambos fue la no cambiar nada para no perder.
Central hizo un planteo inteligente. Supo que las virtudes de Newells estaban en los extremos y Russo anuló eso con la línea de 5.
Newells jugó a lo de siempre. Heinze sigue queriendo imponer su idea, pero el equipo todavía no fluye. No tuvo plan B, no lo quiso. Lo desechó y volvió a intentar, como contra Audax, ganarlo por prepotencia. Pero no tuvo fuerza ni ideas.
El partido no fue para ninguno. El resultado estuvo cerrado hasta el final. Nadie lo quiso perder. De todos modos, si el partido se resolviera en términos de planificación, Russo logró lo que fue a buscar.