“Los rugbiers son todos putos reprimidos”. “Si se asumieran no serían tan violentos”. ” Que les den perpetua, y cuando entren a la cárcel les rompan bien el culo”. “Ojalá los muchachos se encarguen”. “Los van a hacer brochette”. “Que se pudran y que los compañeros les den la bienvenida”.
No, no es solo una colección de insultos homoodiantes. Son también algunos de los comentarios y respuestas que pueden leerse en estos días en cualquier red social que se haga eco del asesinato de Fernando Baez Sosa en manos de una patota de 10, en la puerta de un boliche en Villa Gesell.
Ante semejante hecho de violencia, el sentido común saca diversas conclusiones. La mayoría tienen que ver con la sexualidad de víctimas y victimarios, el destino “deseado” para los asesinos, el sometimiento, y la “justicia por mano propia (en el culo) ”.
¿Por qué será que un aberrante hecho como éste nos interpela de esa manera? ¿Son “violentos” los rugbiers porque no se animaron a salir del closet? ¿Por qué el peor de los castigos será que te cojan por el culo? ¿Por qué de alguna manera la JusticIa llegaría en forma de penetración? Pareciera que la práctica del sexo anal es peor que las “derrotas dignas”.
Le doy vueltas y vueltas, y concluyo que el Rugby no tiene nada que ver. Que esto es producto de la sociedad en que vivimos, del machismo internalizado, de la idea de que ser "puto" es algo así como una condena, un castigo y que no podemos salir del círculo de violencia que supimos construir, y que profundizamos con nuestra forma de hablar, decir y escribir.