Aquel año, la FIFA no suspendió a Inglaterra del Mundial de fútbol. No importó que hubiera invadido territorio ajeno. Tampoco a Argentina, que intentaba -burda y cruelmente- recuperarlo. El mundo no canceló a los Beatles ni a Mercedes Sosa. De eso se encargaron las juntas militares, pero solo para nosotros y por diferentes cuestiones. O por las mismas. Hubo mucho silencio, como si no nombrarlos evitara su existencia. La existencia de los artistas, la de los soldados.
Cuenta el recordado relator de Radio Rivadavia, Juan Carlos Morales, que debía relatar un partido entre Alemania-Inglaterra en el Mundial de España 1982, pero le prohibieron nombrar a los británicos: “Llegamos al estadio para transmitir de manera normal y en eso nos llamó la producción desde Buenos Aires para decirnos que no podíamos nombrar a Inglaterra”, explicó. Y agregó: “Me la pasé diciendo «atacan los rivales de Alemania», o «el equipo de rojo», o «el equipo de Kevin Keegan». Tal vez incluso se me escapó un «piratas»".
El narrador de fútbol siente, a la distancia, la ignorancia del pueblo argentino sobre lo que ocurría en aquella tierras blancas: "Creo que la mayoría no tenía conciencia de lo que estaba ocurriendo. La vida en Buenos Aires seguía casi con normalidad. La gente era entrevistada por televisión y decía «Yo voy a poner una fiambrería en Malvinas» o «Yo voy a poner una peluquería», y no tenían ni idea de lo que era Malvinas".
El fútbol siguió siendo el principal entretenimiento, mientras "lo otro" se mencionaba al pasar como si tratara de los números de la quiniela: "En ningún momento se pensó en que la selección no vaya al Mundial. Acá estábamos en guerra y seguía el torneo nacional. Recuerdo haber relatado un Boca-River en la Bombonera el mismo día del primer ataque argentino fuerte en las islas. En el medio del superclásico salía el encargado de la transmisión dando detalles del combate, y creo que si le preguntás a los hinchas de ese día, sólo les importaba saber cómo iba el partido."
River y Boca discutían seriamente sobre la posibilidad de jugar un amistoso en Malvinas para elevar la moral de los soldados: "Creo que es un deber patriótico de los dirigentes alegrar a nuestros muchachos en las islas", dijo el presidente de Boca, Martín Benito Noel.
El domingo 13 de junio, el día que se produjo el ataque más feroz de los ingleses, las tapas de los diarios argentinos se dividían en tres temas: la visita del papa Juan Pablo II, la "tenaz resistencia a un avance británico" en las Islas y el debut del equipo de Menotti en el Mundial.
Un poco de casualidad, otro poco porque Argentina le fue mal y se volvió rápido, no hubo cruce entre argentinos e ingleses en España. No tuvieron la misma suerte los muchachos del Hockey sobre Patines. Argentina-Inglaterra se enfrentaron en el Mundial de Portugal. Fue el 1 de mayo del 82. Los jugadores argentinos tenían prohibido saludar a los ingleses y efectuar intercambios de banderines y camisetas. Sin embargo, uno de ellos, Mario Agüero, desobedeció a medias y lo pagó.
"Ellos también tenían prohibido cambiar camisetas pero, para mí, no saludar era una estupidez", contó Agüero desde San Juan. Y agregó: "Entrando a la cancha un inglés me estiró la mano y yo no lo dejé pagando, lo saludé. Durante el partido, choqué contra uno de ellos y se cayó al piso. Desde abajo me estiró la mano, así que lo ayudé a levantarse y nos dimos un par de palmadas en la espalda. Después, en el vestuario, un dirigente me retó por eso. El tipo nos había dicho que teníamos que aplastar a los ingleses, que teníamos que matarlos".
Es más conocida la anécdota de cómo algunos soldados consiguieron una radio en medio de las bombas y sintonizaron el relato de José María Muñoz desde Barcelona. El fútbol los devolvió a la normalidad, al menos durante un rato: "El partido contra Bélgica lo escuché por radio en medio de una trinchera, cuando de repente cayó una bomba", contó Raúl Horacio Correa, defensor de la época dorada de Mandiyú, en marzo de 2013 en Corrientes, durante una entrevista para TyC Sports.
"Sentimos el cimbronazo y salí del pozo a mirar si le había pasado algo a alguien. Cayó cerca, no nos afectó, pero cambiamos de posición y apagamos la radio. Teníamos miedo de que el satélite nos delatara", agregó.
Omar De Felippe, ex entrenador de Newell's, relató más de una vez su experiencia en Malvinas: "Después de la rendición, los ingleses nos llevaron al continente en el transatlántico Canberra. Nos trataron bien, nos sirvieron comida caliente, y al lado del menú nos dieron los resultados del Mundial. Argentina le había ganado 4 a 1 a Hungría en su segundo partido en España 82".
El horror de Malvinas le abrió la puerta a la democracia en Argentina, algo que todo nuestro pueblo le debe también a esos soldados. Pasó el tiempo y pasó México. También pasó Maradona. El ex arquero de San Lorenzo y Huracán, Héctor Rebasti, fue entrevistado por el periodista Andrés Burgo, para el libro El Partido. Fue uno de los 12 futbolistas soldados.
"Cuando Diego hizo el gol con la mano contra los ingleses, sentí que recuperaba la patria", dijo. Pero agrego: "Y cuando hizo el segundo, ya no pude parar de abrazar a mis viejos y mis hermanos. Sentía oxígeno. Al fin respiraba aire puro. Terminó el partido y estuve dos horas sin parar de llorar. De alegría, de cosas encontradas, de acordarme de mis amigos que no estaban más. Maradona fue un argentino que entendió la guerra que habíamos pasado. Por eso, para mí, es Dios"
"Lo que es una exageración es que nos hayan dicho héroes", dijo después el vasco Julio Olarticoechea. "Yo tengo amigos de Saladillo que combatieron y desde el lugar de ellos pensaría: «Estos tipos jugaban a la pelota mientras a nosotros nos cagaban a tiros»"
El año pasado se estrenó "Fue la mano de Dios", una película de Paolo Sorrentino con tintes autobiográficos, los del pibe que sueña con ser director de cine y es atravesado por la omnipresencia de Maradona.
En la convulsionada Nápoles del 86, lo que pasó en México, cuatro años después de la guerra, se leyó así: "Ha vengado al gran pueblo argentino", dice uno de los personajes que mira el Mundial en un pequeño televisor en su balcón napolitano. "Es un acto político, una revolución. Los humilló, entiendes. Los humilló". Todo está dicho, pero sin nombrarlos.