Tras 17 días de pura acción y emoción, los Juegos Olímpicos de París llegaron a su fin. Y dejaron infinidad de imágenes que quedarán para la posteridad. Djokovic nos emocionó a todos al colgarse al fin la dorada que se le venía negando, Marchand se consagró en natación como el sucesor de Phelps y Simon Biles mostró que pese a sus vaivenes emocionales es la mejor gimnasta de muchos años a esta parte. La delegación argentina consiguió 3 medallas, una de cada color. Y es tiempo de balance. ¿Fue buena la participación de los atletas nacionales?
La primera respuesta que se viene es que fue lógica. En la previa, el primer objetivo era igualar o mejorar lo hecho en Tokyo 3 años atrás (en aquella ocasión fueron 3, una plateada y dos de bronce). Por ende, el objetivo se cumplió pues no solo hubo 3 sino que una de ellas fue dorada por la gran actuación del Maligno Torres.
Sin dudas el ciclista fue la gran figura argentina y la revelación: se esperaba una buena actuación, pero la dorada fue sorpresiva.
Lo de la dupla Majdalani-Bosco fue sensacional. Es cierto que habían llegado con objetivo de podio por ser campeones Panamericanos, pero lograr la plateada (solo por debajo de los bicampeones mundiales y olímpicos italianos) fue superador. El tercer lugar de Las Leonas también es muy destacable, pues si bien llegaban con el objetivo dorado, se sabía que Países Bajos estaba un escalón arriba del resto e igualmente haber ganado una medalla por 6ª ocasión en los últimos 7 Juegos las pone como el gran ejemplo colectivo a seguir.
Las otras actuaciones destacables fueron los "diplomados" Agustín Vernice que arañó el podio en canotaje, más Julián Gutiérrez en tiro y Matías Dell Olio en skate, quienes llegaron a las finales en sus respectivos deportes.
Como contrapartida, las grandes decepciones fueron los deportes en equipo (a excepción del hockey, con la mencionada presea de Las Leonas y una actuación interesante de Los Leones que cayeron de pie en cuartos ante una potencia como Alemania). Lo del fútbol y el rugby puede considerarse fracaso ya que ambos equipos llegaban con el objetivo dorado y ni siquiera pudieron subirse al podio. Es cierto que en cuartos les tocaron, en ambos casos, los duros locales, pero si llegaron a eso fue por un traspié inesperado en la fase de grupos. Lo del handball y el vóley va por el mismo camino, pues si bien una medalla era un sueño lejano, se esperaba una producción al menos más decorosa (ninguno de los dos seleccionados logró ganar siquiera un partido). El resto de la delegación no salió de la medianía que se esperaba y fue parte del pelotón.
En definitiva, las 3 medallas fueron una cosecha lógica para un país que no tiene la política deportiva como prioridad. Y lamentablemente, el futuro no parece ser más promisorio...