Extraña encrucijada la del establishment empresario argentino, el llamado círculo rojo: toda la vida batallando contra el gasto público y reclamado una fuerte baja del déficit fiscal, y ahora que resultó ganador en las Paso un candidato Javier Milei, cuya letra aparente debería ser música para sus oídos, vive con preocupación los resultados de las Paso. ¿Empresarios del mercado que le temen al mercado? ¿O el miedo es a la imprevisibilidad y las dificultades en materia de gobernabilidad que puede implicar una gestión libertaria a cargo de un líder de personalidad diruptiva? ¿Hasta dónde le cierra al mundo de los negocios la propuesta de dolarización y desaparición del Banco Central? ¿Y la posibilidad de que se sacrifiquen los aportes del Estado a las propias empresas?

Disparada del dólar, caída de acciones, derrumbe de bonos. Así fue la respuesta del mercado el día después de las Paso, una actitud casi calcada a la que tuvo en las anteriores internas presidenciales de 2019. En ese caso, claro, fue una durísima derrota del candidato pro-mercado (Mauricio Macri) que anticipó la vuelta del kirchnerismo.

La preocupación del círculo rojo ante el fenómeno Milei se expresó en reuniones y comentarios que se cruzaron ya desde el domingo industriales y constructores. ¿Qué es lo que pasa? De un barrido de fuentes por sectores financieros y productivos, que prefirieron el off the record, aparecen estas hipótesis:

-El reacomodamiento bursátil tiene que ver mucho con la irrupción de un escenario no previsto. El viernes, los mercados cerraron la semana con posiciones de negocios armadas en el convencimiento de unas Paso en las que Juntos por el Cambio se impondría con holgura empezando a despejar el escenario electoral. Pero no solo es que el triunfo de Javier Milei no estaba en los planes. Lo que más preocupa es el escenario de tres tercios (Milei, Bullrich y Massa) separados por un puñado de puntos.

En ese sentido, el temor que aparece no es que gane Milei sino que la oposición, al dividir, deje competitivo al único candidato oficialista en las elecciones generales. Es más, la hipótesis de un mano a mano final entre Massa y Milei, a diferencia de un Bullrich-Massa, no tiene para el círculo rojo resultado puesto a favor de la oposición, y eso provoca incertidumbre.

Es más, buena parte de la tensión también obedece a que más allá de las oportunidades electorales de Massa, lo cierto es que “el Massa ministro” (y no “el Massa candidato”) quedó muy golpeado y eso esmerila su capacidad política de gestión de acá a diciembre, con una situación que es delicada al extremo. No es inocuo para los inversores que un ministro de Economía cuyo principal activo es su poderío político haya tenido semejante revés electoral.
Abonando esta línea, las turbulencias financieras tienen raíz en la extensión de la alta incertidumbre electoral, con todo el ruido que eso generó cuando se esperaba que para esta semana el horizonte apareciera más despejado y con un candidato de Juntos por el Cambio encaminado al triunfo.

-Pero el factor Milei también tiene su peso específico propio en el tembladeral financiero. Y si bien es cierto que los discursos del ganador de las Paso emanan liberalismo a pleno (y una fuerte reducción de la regulación estatal en la economía), no todos los bancos, fondos y agentes comulgan con la dolarización. Incluso, la idea de cerrar el Banco Central despierta polémica en círculos financieros.

-No obstante, la principal duda que emerge es cómo haría Milei para encarar transformaciones tan profundas siendo minoría en el Congreso y sin apoyo de las provincias. Los sistemas democráticos (incluso los presidencialistas, como el argentino) no son muy propicios a facilitar cambios profundos. ¿Cómo reaccionaría Milei si el Congreso le traba las reformas? ¿Todo por decreto de necesidad y urgencia? ¿Sus medidas se dirimirán en la Corte Suprema? ¿Se enojara y renunciará si a los tres meses tienen todos los cambios parados?

En este caso, la reacción de los mercados no sería tanto por el espíritu de las propuestas sino por las dudas de la gobernabilidad del país a partir de 2024 y las dificultades para implementar las reformas que el mundo empresario pide. La personalidad disruptiva de Milei, y algunos miembros de su entorno también contribuye a genera incertidumbre. Y en algunos actores económicos hasta temor por sus reacciones políticas ante adversidades.

-Finalmente, aparece un temor bien real en el establishment industrial y de la construcción que excede lo que puede ocurrir diariamente con las cotizaciones. Y es que Milei viene cargando fuerte contra los industriales beneficiarios del Estado prebendario –un sistema en el que los negocios del sector privado están atados siempre a una prebenda del gobierno, como puede ser un subsidio, una protección arancelaria, etc.- y la llamada “patria contratista” en alusión despectiva a los constructores de obra pública cuando se quiere presentar al sector como un club cuyos socios se reparten políticamente los contratos sin una real competencia por ellos. 

Ocurre que la industria nacional tiene un alto nivel de protección frente a las importaciones. Y no se trata solo del sector de indumentaria (textil y calzado) que suele ser el primero en apuntarse cuando se habla de proteccionismo. El acero –que tiene al grupo Techint, el holding industrial más importante del país– goza de una muy amplia protección que, así como permite que Argentina tenga una gran capacidad siderúrgica propia, se traduce en que toda la industria metalúrgica pague su principal insumo más caro que en el resto del mundo.

Y en lo que hace a obra pública, si bien el candidato insiste con la necesidad de un shock de inversiones en infraestructura, apunta a un sistema de adjudicaciones muy distinto al actual del cual, a nivel de detalle, no se presentó.  Pero la cotidianidad con la que Milei le dice a la Cámara Argentina de la Construcción la “Cámara Argentina de la Corrupción”, en alusión a un supuesto sistema de “reparto acordado” de los contratos de obras públicas, ya está tomando un posicionamiento contundente que preocupa al sector.