La escena se repite mucho. Una industria metalmecánica de la región invierte fuerte en la compra de una nueva maquinaria o en la construcción de una nueva nave. Como tiene buen nivel de ventas, aprovecha que tiene dólares guardados o que hay financiamiento accesible (créditos en bancos oficiales con tasa subsidiada) para invertir y poder aumentar la producción.
Es más, la alta inflación genera tal distorsión de precios relativos que hace que el valor de los activos físicos esté comparativamente bajo. No en vano todas las industrias -sin importar el tamaño- están aprovechando ahora para capitalizarse y por eso se acumulan en los medios las noticias de plantas sumando infraestructura y equipos.
Hasta ahí el negocio viene redondo. Pero una fábrica no vive de la inversión sino del flujo de su actividad. Y ahí es cuando empiezan los problemas. Algunos provocados por las dificultades en la provisión de insumos (sobre todo importados), una escasez que -teóricamente- puede llegar a solucionarse rápido con una macroeconomía un poco más ordenada. Pero hay otro escollo más estructural y por eso mucho más preocupante por lo difícil de poder solucionar (o al menos acomodar) en el corto plazo. ¿Cuál? No se consiguen operarios industriales.
“No se encuentran operarios calificados como técnicos electrónicos y mecánicos. La industria los pide, pero la oferta disponible en el mercado laboral no alcanza”, señala Maximiliano Schellhas, director de Staffing de Randstad, una de las firmas líderes en el reclutamiento de recursos humanos para empresas.
“Se van consiguiendo de a uno o de a dos operarios cuando la demanda de una empresa es de a 10 o de a 20”, detalla. “No estamos hablando de un ingeniero con 5 años de experiencia. Estamos hablando de un joven recién salido de una tecnicatura”, agrega el experto.
Números en alza
En el Gran Rosario, la tasa de desocupación se ubicó en el 7% al cierre del cuarto cuatrimestre de 2021, de los registros más bajos en los últimos 30 años. Por la recuperación de la economía, el desempleo fue casi un punto menor al del tercer trimestre del año pasado cuando había tocado 7,8% y lejos del 13,6% del mismo período de 2020. Y esa baja vino acompañada de un fuerte aumento de la tasa de actividad (46%) lo que genera solidez al proceso de baja de la desocupación.
“En la industria regional no exageramos si decimos que hay pleno empleo”, resalta Schellas. “Es un proceso que se viene dando desde hace tiempo, pero se aceleró en el segundo semestre del año pasado. Y ese ritmo de demanda que no encuentra los talentos requeridos se mantuvo durante el primer trimestre de este año”, agregó el ejecutivo de Randstad. “Y la tendencia de falta de operarios se mantendrá este año, pese a que el ritmo de la actividad productiva puede llegar a bajar un poco producto de los problemas económicos”, calcula el especialista.
La locomotora
Es que la actividad industrial -de la mano del tirón del campo y la construcción, los créditos subsidiados, las tarifas energéticas baratas y las trabas a la competencia importada- se recuperó mucho más fuerte y rápido de lo que el aumento de la oferta de mano de obra puede acompañar.
Por caso, la facturación (descontada la inflación) de las industrias rosarinas de “metales, productos de metal y maquinaria” aumentó 51% en 2021 contra 2020, según el relevamiento mensual que la hace la Secretaría de Desarrollo Económico de la Municipalidad de Rosario. Es que la industria -al menos en la región- no sólo recuperó lo perdido en 2020 por la pandemia sino que hay rubros que están mejor que en 2017, el último año de buena performance que tuvo.
Y si la situación en materia laboral en el Gran Rosario es muy ajustada, en localidades fabriles más chicas -como Las Parejas y Armstrong- la escasez adquiere una escala de urgencia mayor y se convirtió en un verdadero problema para los industriales, que ya agotaron las canteras de las localidades regionales. “Sólo nos queda traer operarios de otras zonas. Pero cuando los conseguimos, el problema es que no tenemos viviendas para alojarlos”, dijo el presidente de la fábrica de maquinaria agrícola Ombú, Orlando Castellani, quien semanas atrás fue anfitrión de la visita del presidente Alberto Fernández a Las Parejas.
No en vano, en la Cámara de Fabricantes de Maquinaria Agrícola, con base en ese polo fabril en esa región, tiene a la falta de operarios comes un punto central de la agenda y de las gestiones. Lo mismo ocurre en la Asociación de Industriales Metalúrgicos de Rosario (AIM) y en la Federación de Industriales de Santa Fe (Fisfe). Y todas desde hace tiempo vienen organizando de manera muy activa cursos de formación.
Manos a la obra
En cierta forma, la falta de empleo industrial (que poca atención genera en los medios) es la contracara de las colas de varias cuadras que se arman cuando un comercio pide un vendedor (que sí activan notas televisivas). Y aparece ahí el tema de la falta de capacitación.
Y eso sin contar la irrupción de la tecnología, que demanda gente más capacitada para operar equipos. “Para empeorar las coas la pandemia complicó que muchos chicos puedan terminar la secundaria y se demore su ingreso a tecnicaturas”, advirtió Schellas.
Los gobiernos y las instituciones académicas tomaron nota del tema de la falta de mano de obra activando capacitaciones específicas, como los cursos de la Escuela de Oficios de la UNR. “Desde la Municipalidad lanzamos un portal donde las empresas buscan trabajadores y quienes ofrecen su mano de obra pueden cargar su currículum vitae. De esta manera, entregan los perfiles y las compañías eligen. Y como surge claramente que faltan trabajadores industriales nos enfocamos en esos temas”, señaló Federico Bensi, director de Empleo de la Municipalidad.
Además, hay todo tipo de beneficios fiscales para las pyme que quieran tomar a jóvenes en los que el Estado se hace cargo de los costos parciales o totales del trabajador, como el programa Te Sumo”, señaló el director de Empleo de la Municipalidad, Federico Bensi. “El año pasado, logramos la incorporación de 500 personas en 211 empresas”, resalta.
Por su parte, hay cada vez más industrias que arman sus propias “escuelitas” para capacitación no sólo de los operarios sino de familiares o amigos de los trabajadores. Pero esa es una práctica que algunos industriales hacen a regañadientes y otros prefieren no hacerlo convencidos de que terminan capacitando operarios que luego se les van a otras fábricas.
Y eso es verdad que ocurre. Es que la competencia por los recursos humanos es tan fuerte que los operarios bien entrenados reciban ofertas de manera permanente y se vayan de una empresa con facilidad ante las mejores condiciones que les pueden ofrecer.
Tanta es la competencia que si hay algo que caracteriza el mercado laboral del sector es la alta rotación de los empleados. Una competencia que para las metalúrgicas es totalmente desigual cuando son las aceiteras las que se interesan por sus empleados ya que pueden ofrecer los sueldos más altos de la región.
Pero pese a toda la movida pública y privada, la oferta de mano de obra industrial corre por atrás de la demanda y la base sigue sin agrandarse.
La inflación, mal de males
La desaparición de oficios con la reestructuración fabril de los 90, la irrupción de nuevas tecnologías y que las instancias oficiales para la formación de nuevos perfiles corren detrás del ritmo de la demanda en algo explica la falta de operarios industriales. Pero no en todo. Y, tal vez, no es ni la causa fundamental. Al menos esa es una visión cada vez más compartida entre los empresarios que diariamente dan batalla a la falta de recursos humanos.
Y ahí entran en juego los factores económicos. Uno de ellos son los usuales banquinazos en el rumbo económico que dificultan al extremo la planificación a mediano plazo y el sostenimiento de las estrategias.
Por ejemplo, una persona que este año viendo la demanda empresaria pasado iniciaba un terciario en mecánica o electricidad se recibiría con un nuevo gobierno, y si gana la oposición es más que probable que la industria pierda negocios con la apertura a las importaciones que siempre pregona Juntos por el Cambio. Es más, no había muchos incentivos laborales para que alguien entre 2017 y 2018 apueste a ponerse a estudiar tres años alguna tecnicatura industrial con la fuerte caída de la producción y expulsión de mano de obra que atravesaba la industria.
Y el otro factor económico que pesa –y cuyas secuelas son sociales- es la actual inflación desbocada. Tras dos años al 50% este 2022 puede orillar más del 60%, una suba que licua el poder adquisitivo de los salarios.
Ese nivel de inflación produce el siguiente cuadro de situación: industrias medianas que esfuerzan sus finanzas para pagar sueldos nominalmente altos (con todos los costos laborales que supone) pero igual a los empleados no les alcanza el dinero.
“Yo pago lo más que puedo pagar, pero reconozco que para un operario no son buenos sueldos con esta inflación”, se sincera un industrial de segunda generación de una de las pantas más emblemáticas de Villa Gobernador Gálvez.
“Me parece totalmente racional –y por ende terrible para el país- que haya gente que prefiera no trabajar como empleado en turnos de 6/8 horas y, en cambio quedarse en su casa recibiendo los planes de asistencia mientras hace changas o trabajos puntuales en negro. Salir a trabajar cuesta plata. La pandemia a todos nos mostró lo costoso que es moverse para ir a trabajar”, agrega. Y es que, precisamente, empleo –como se vio no arriba- no falta, sobre todo en sectores de la construcción, el comercio y los servicios.
El industrial de VGG está por estos días sudando la gota gorda porque no consigue unos 12 operarios para la planta que está ampliando, incorporando una nueva base y maquinaria. “Pero no me enojo con la gente. Es terrible para el país porque se pierde la cultura del trabajo. Pero es una forma que tiene la gente para sobrevivir”, se lamenta el empresario.
Y es que los precios en moneda fuerte hasta la guerra en Ucrania no venían subiendo sino que lo que operó fue una caída estrepitosa del poder adquisitivo del peso argentino. El caso de la carne es un claro ejemplo. En kilo de asado saltó de $235 a $604 entre abril de 2019 y abril de 2021. Y es por eso que con un salario mínimo vital y móvil se paso de poder comprar 63 kg al mes a sólo poder adquirir $36, pese a que subió de $14.781 a $21.600. Pero en todo ese período el precio de la carne cotizado en dólares sólo subió 50 centavos.
La reforma que falta
El precio es el principal ordenador entre la oferta y la demanda. Ahora bien: si quieren conseguir operarios, la industria debería subir más los salarios. ¿Pero puede hacerlo? ¿Vale la pena para un industrial medianamente importante armar un segundo o tercer turno con empleados fijos para largarse a sustituir una importación si el año que viene asume un gobierno más liberal que le abre las barreras de manera irrestricta a los productos importados?.
En una fábrica de industria blanca, ubicada en el cordón oeste de Rosario, piensan que no vale la pena. Ya les pasó dos veces que sumaron personal para atender el mayor consumo de sus heladeras, pero el cambio de reglas los obligó a ajustar; y eso los llevó a quedar envueltos en un muy duro proceso que no quieren volver a atravesar. Y es que los despidos, ajustes y choques con sindicatos no es algo que sea fácil de sobrellevar para un industrial de a pie, a diferencias de la grandes corporaciones. ¿Y cuál es su receta para capitalizar la mayor demanda de sus productos de línea blanca? Fuerte inversión en tecnología para ganar productividad, horas extra del personal ya empleado y la contratación de algunos ingenieros especializados. Saben que están desaprovechando igual algunas oportunidades, pero prefieren no quedar muy expuestos si el escenario cambia.
Finalmente, es allí cuando aparece el debate sobre cambios en la normativa laboral que al abaratar el costo de cese de la relación laboral incentive la toma de nuevos empleados. No hay fábrica que en la que hoy no se esté tocando el tema y en la que no haya convencimiento de que sólo con un aggiornamiento de la normativa laboral aumentará el empleo ya que el industrial no dudará en pagar más cuando necesite los operarios.
Incluso, muchos dirigentes políticos lo admiten en privado mientras que en público prefieren esquivar el tema por la politización y mala prensa que generar abordar ese debate. Sobre todo porque el tema de la normativa laboral quedó como una bandera de la derecha económica. Si hay una dirigencia empresaria que está en las antípodas del discurso neoliberal de los 90 (que impulsó la flexibilización laboral) es la industrial santafesina y así y todo en la central fabril provincial reconocen que la cuestión debe abordarse más temprano. Claramente, su libreto no es el del conservadurismo menemista o el desregulador del ala dura del PRO, y más que un cambio de ley apuestan a que se puedan negociar mejoras por rama paritaria.
“Hay que ir de abajo hacia arriba. Ir logrando acuerdos y consensos sectoriales y regionales entre empresas y gremios que adecuen la normativa, porque buscar los cambios desde una ley nacional, con todo lo que eso implica en el debate ideológico que se activaría, es entrar en un callejón sin salida. Es más, terminarían tallando más intereses ajenos a los de los empleados y empleadores, mucho menos si es un debate que viene impuesto por el FMI”, aventura un industrial santafesino que no oculta en las redes sociales su oposición a Juntos por el Cambio y el impacto negativo del gobierno de Mauricio Macri en la industria.
Final abierto.