¿Por qué Acsoja -que es la entidad empresaria que reúne a toda la cadena sojera, desde los insumos a las industrias- no se pronunció contra el aumento de retenciones a las exportaciones de subproductos de la oleaginosa (harina y aceite) que el gobierno nacional anunció esta semana? ¿Acosja se quejó de la suba de retenciones a la exportación de soja, pero defiende la suba a la exportación de los productos industrializados de la soja? ¿Será que las entidades de productores que allí tallan, como la Rural y CRA, festejan el aumento?
Más que las respuestas, lo que importa es que hay actores del mercado de granos que se estuvieron haciendo esas preguntas. Y eso muestra el grado de desconfianza que rige entre los propios sectores empresarios del agro y sus industrias; una dura interna entre algunos sectores de la producción con la industria que lo que termina haciendo es debilitar al entramado institucional del agro, los consume en internas de cabotaje, le quita aire a las verdaderas discusiones que tienen que darse adentro de la cadena y les hace perder el foco de las oportunidades de negocio que el sector tiene a nivel global.
Vamos por parte. El secretario de Agricultura, Fernando Vilella, sorprendió al anunciar que el gobierno enviará al Congreso un pedido para subir dos puntos de retenciones a las exportaciones de aceite y harina de 31% a 33% que elimina el diferencial que tenía el producto industrializado con el derecho de exportación que paga el poroto de soja.
Obviamente, la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara), el Consejo Agroindustrial Argentino y las Bolsas cerealeras, nucleamiento adonde los exportadores multinacionales tienen gran peso, salieron a pronunciarse en contra advirtiendo que la suba de impuestos le quita competitividad a la producción industrial, afectará la actividad y el empleo fabril, limitará severamente el flujo de divisas y bajará los precios de la soja, cosa que ya ocurrió tanto en el mercado de futuros como en el comercio spot, adonde la soja bajó de u$s265 a u$s260/261 en la semana que termina.
Es cierto que la baja en dólares de la soja también tiene razones internacionales: los fondos de inversión agrícolas que operan en el CME Group (el famoso "mercado de Chicago", que es referente mundial de las cotizaciones) desarmaron las posiciones “compradas” en soja que tenían apostando así en contra de la oleaginosa. Pero en el mercado local aseguran que la baja tuvo también que ver con la suba de retenciones (al poroto y a los subproductos).
El lobby en marcha
¿Cómo sigue la pelea? Algunos apuntes: el lobby de Ciara ahora está puesto sobre legisladores nacionales y los gobernadores en busca de que no se apruebe ese punto, que es parte de un paquete de suba general de retenciones anticipado por el Ministerio de Economía.
En ese marco, los industriales destacan muy favorablemente la rápida y contundente respuesta del gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, quien rápidamente salió a criticar los efectos negativos del castigo impositivo a la industria, que mayoritariamente está instalada en Santa Fe. Por el contrario, hay malestar por la poca reacción del gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, quien todavía no se pronunció.
Con Vilella, quien en el fuero personal se opone a la quita del diferencial y además promete que en cuanto se estabilice la situación macro se dará marcha atrás, hay línea abierta permanente.
Pero para la industria esa vía es poco relevante porque saben que, como pasaba en el gobierno anterior, el secretario de Agricultura se entera último de las medidas del Ministerio de Economía. Es más, como en el pasado las grandes industrias son avisadas de los aumentos de retenciones que se vienen antes que el propio secretario de Agricultura de turno, que en los casos de urgencia e importancia casi es una figura decorativa y burocrática. Paso antes y pasa ahora; todo un símbolo del déficit de fortaleza política del agro.
El excel o el mercado
No hay razones productivas, estratégicas o políticas detrás de la quita del diferencial. La medida está inspirada meramente en razones fiscales: la necesidad de subir los ingresos fiscales para reducir el déficit fiscal, el principal objetivo del gobierno nacional y estandarte de su lucha contra la hiperinflación. Pero el problema con esos los cálculos de escritorios, es que el excel no les muestra el impacto que tendrá en el mercado de granos y en el ingreso de divisas. Esa es la opinión que tiene la industria aceitera.
El analista Pablo Andreani elaboró un informe que le pone números al impacto de la medida. Por ejemplo, el saldo neto de ingreso de divisas se reduciría en u$s 860 millones ya que al igualarse la tributación entre poroto y subproducto, se exportará más granos sin procesar, pero eso redundará en menos ingresos ya que el precio de exportación es menor.
Otro dato que aporta el analista: con la eliminación del diferencial, la industria aceitera debe asumir un aumento en sus costos de elaboración de entre 9 y 11 u$s/ton. “Para ello la industria aceitera deberá bajar su precio de compra en la soja disponible, pagando a los productores entre 9 y 11 u$s/ton menos con respecto a la situación actual”, sostiene.
Y por eso, entiende, los principales perjudicados con el aumento en las retenciones de la harina de soja y el aceite de soja (del 31% al 33%) son los productores de soja que verán reducidos sus ingresos en el orden de los u$s 400 millones anuales.
Y vaya que se trata de una medida fiscalista. Según los números de Andreani, la baja a “cero” en las retenciones de los productos de las economías regionales tiene para el gobierno un lucro cesante (dejan de ingresar dólares en concepto de las retenciones a la exportación) de u$s 95 millones de dólares anuales, mientras que el aumento de las retenciones de la harina de soja y el aceite de soja del 31% al 33% les provoca una pérdida a toda la cadena de soja de u$s 400 millones de dólares.
¿Saben esto los productores de soja o las gremiales del campo? Por lo pronto, la Mesa de Enlace miró para el costado y, llamativamente, Acsoja todavía no se pronunció. ¿Qué pasa?
Internas a full
Es cierto que pese al anuncio de querer subir las retenciones, el gobierno mantuvo abierto el registro de exportaciones y los exportadores (de poroto y subproductos) estuvieron anticipando anotaciones (que, en teoría, tendrán que mostrar que ya tenían el grano comprado o posición en futuros).
No es un tema menor: un anuncio de suba de impuestos sin cerrar los registros es cuanto menos muy polémico porque el mismo gobierno le está ofreciendo una forma de evitar el aumento de retenciones mientras que, como se dijo arriba, la industria ya bajó los precios en dólares de la soja, tanto en los negocios a término como en el físico
Lo interesante de todo esto es que buena parte de los productores agropecuarios estuvieron más focalizados en este último tema y no en el impacto duro que tiene la quita del diferencial arancelario para la cadena.
El diferencial arancelario entre el poroto y el subproducto siempre fue eje de batallas entre productores e industriales sojeros. El campo asegura que la industria se queda con esa ventaja porque no la traslada a precios de compra del poroto; es más, asegura que ese diferencial es a costa de la renta de los productores, mientras que la industria asegura que gracias a esa diferencia la industria puede ser competitiva para sortear los aranceles que le cobran los países importadores por el aceite y la harina.
Y si bien es cierto que a las fábricas alguna vez les puede favorecer la presión de oferta para hacer plata a costa del productor, la realidad es que en la Argentina la mayoría de los años eso no pasa por exceso de capacidad de molienda y baja oferta de soja, algo que quedó claro con la última sequía que mantuvo a las industrias con 70% de capacidad ociosa.
Históricamente, el objetivo fue apuntalar la fabricación industrial en Argentina para que el país pueda tener su industria aceitera y no ser un mero exportador de granos. En efecto, esa ventaja para el que exporta el producto industrializado frente al que se lleva el poroto, fue uno de los estandartes que permitió que, en la zona del Gran Rosario, se arme el polo de crushing más grande, concentrado y moderno del mundo con todas las principales multinacionales levantando plantas y generando empleo industrial.
Esa visión de agregado de valor y corte más industrialista hizo que el diferencial fuera, generalmente, apuntalado por gobiernos más afines al desarrollo fabril nacional y al empleo industrial argentino.
Por el contrario, en las administraciones más liberales, como la reciente de Mauricio Macri, primó la idea (más afín al paladar chacarero) de que la industria aceitera ya estaba consolidada y no lo necesitaba más esa ventaja y por eso se lo quitó.
No en vano, ayer quien fuera ministro de Agroindustria, José Luis Etchevehere, aplaudió la medida. “Está muy bien haber equiparado las retenciones del aceite y la harina de soja al poroto. No es justo que un eslabón de una cadena subsidie a otro. En la gestión Macri hicimos lo mismo”, publicó en redes sociales. No hay que olvidar que Etchevehere fue quien subió las retenciones en el gobierno de Macri, luego de que su antecesor en la misma administración Ricardo Buryaile, las había bajado.
Quienes defienden el diferencial también esgrimen otras razones claves del mercado que el excel fiscalista no toma en cuenta. “Las aceiteras compran soja, procesan y exportan parejo a lo largo del año. La exportación aparece en el pico de cosecha y después se retrae. En la industria, el productor siempre va a encontrar mercado 24x7x12. Y esto le defiende el precio”, dijo el ex subsecretario de Mercados de la Nación, Javier Preciado Patiño.
Defensores de la industria resaltan que los productores todavía no entienden que sin las fábricas solo le venderían a un tipo de comprador (que es el exportador) que estaría activo menos tiempo (solo en cosecha) y a menos países, mientras que la industria de la harina (que es el principal producto de la exportación argentina) tiene más destino y es una mercadería más cara y mejorando así el ingreso de divisas.
“Actores del sector festejan la eliminación del diferencial arancelario de las exportaciones del complejo soja, sin analizar el impacto negativo en los márgenes de molienda de soja que dicha medida ocasiona”, se queja Andreani.
Tampoco se puede dejar de lado la realidad de que a raíz de las constantes retenciones e intervenciones de los mercados, el complejo sojero argentino ya no brilla como hace unos 20 años y viene perdiendo eficiencia, productividad y volumen frente a los países competidores. Un proceso de caída de producción que ya lleva 7 años y que costará años recuperar.
La madre de los problemas
Está claro que la perdida en el diferencial de retenciones afecta la competividad de uno de los sectores más competitivos de la Argentina, la agroindustria procesadora de soja, y vuelve a colocar a nuestro país como benefactor de la exportación de commodities agrícolas en lugar de promover las exportaciones con mayor valor agregado
“La Argentina ocupó por muchos años el primer lugar como exportador de aceite de soja y de harina de soja, en el comercio mundial. En el 2023 Brasil desplazo del primer lugar y por primera vez en la historia a la Argentina, ocupando el primer puesto en las exportaciones mundiales de harina de soja”, agrega Andreani.
En definitiva, el agro y sus industrias entran en una feroz interna que los fagocita sin terminar de comprender que, en todo caso, el principal escollo contra su desarrollo es la alta presión fiscal. No en vano, sin brecha, ni retenciones, los productores de Brasil y Estados Unidos no piensan que las fábricas son enemigos por ganar plata.
“Subir retenciones a subproductos baja el precio al productor, por lo que si se quería equiparar retenciones con poroto, que para los productores está bien, lo ideal hubiese sido que se hiciera bajando retenciones al poroto, no subiendo a subproductos”, señala uno de los principales analistas del agro que es Carlos Etchepare.
En su última editorial en Canal Rural, el especialista criticó a la Mesa de Enlace por la escasa reacción a la suba de retenciones al trigo, girasol y maíz. “Parece que si la medida la toman los amigos no es tan mala como si la toma el peronismo. Pero ojo que cuando se den cuenta de que la suba es suba perjudicial, y que el campo sigue siendo el pato de la boda, puede ser muy tarde”, dijo el analista.
Y si bien Etchepare es uno de los principales críticos del diferencial arancelario, incluso militó siempre su eliminación, advirtiendo con números que esa diferencia es absorbida por la industria sin derramar al productor, en esta ocasión advierte que la batalla es otra: la necesidad de bajar la presión fiscal. Pero, como se dijo, la medida no se tomó por razones productivas, sino fiscales. Para que cierre en el excel la baja a 0 en el déficit fiscal. ¿Y las distorsiones que provoca? Parece que, al menos por ahora, poco importa.