“Mi mejor amigo me pegó un tiro en la cabeza”. Esa fue la frase a la que recurrió en junio pasado el ahora fallecido hombre fuerte de Vicentin, Sergio Nardelli, para explicarles a los legisladores santafesinos que investigan las razones de la crisis de la agroexportadora el fuerte impacto negativo que tuvo para las aceiteras una medida que tomó el gobierno de Mauricio Macri. Medida que ayer el gobierno nacional, como parte del paquete de anuncios económicos que hizo, dejó sin efecto
¿Cuál es la medida? El establecimiento de un diferencial de retenciones entre la exportación de granos y la exportación de aceites, harinas y subproductos. Resulta que desde la década del 70 para incentivar la exportación de manufacturas de origen agropecuario en la Argentina se le cobraba menos retenciones a la venta al exterior de harina y aceites que a la del grano sin procesar. Pero el gobierno de Mauricio Macri en 2018 entendió que esa ventaja ya no era necesaria porque el complejo oleaginoso argentino ya estaba desarrollado y en la práctica el diferencial se había convertido en una transferencia de renta a favor del industrial y en detrimento del productor agropecuario ya que los exportadores compraban la soja con el descuento de la retención de la exportación del poroto pese a que buena parte de la mercadería se procesaba y exportaba como harina y aceites pagando así una retención menor.
Cuando Macri tomó la medida, el sector industrial salió con los tapones de punta argumentando que el gobierno estaba quitándole incentivos a la exportación industrial impulsando la exportación del grano sin procesar. Es más, hacia adentro de la propia cadena fabril terminaba favoreciendo a las empresas que tenían menos instalaciones para procesar en la competencia por los granos con las que sí tenían más capacidad de crushing. Precisamente, Vicentin era la principal productora de harina pero en exportación de granos sin procesar estaba debajo de las grandes multinacionales, como Cargill, Cofco y Bunge, entre otras. Además, la industria explicaba que en los países importadores les cobraban más impuestos a la compra de harina y aceites que a la de granos y que por eso el diferencial en Argentina les permitía equilibrar los números.
Volviendo a la charla que Nardelli tuvo con los legisladores, allí había calculado que la quita de ese diferencial le había provocado una pérdida a Vicentin de 150 millones de dólares. Es más, en la presentación del balance 2019 que la agroexportadora hizo la semana pasada, ponen como una de las principales causas de su crisis a la quita de ese diferencial.
Por el contrario, entre las medidas que el ministro de Economía, Martín Guzmán, hizo ayer que buscan incentivar las exportaciones para lograr un mayor ingreso de dólares anunció el establecimiento del diferencial.
En efecto, las retenciones para la exportación de soja, que están en el 33%, bajarán en octubre al 30% y luego irán subiendo (31,5% en noviembre, 32% en diciembre) hasta volver al 33% en enero. En tanto, las retenciones a las exportaciones de aceite de soja bajarán en octubre al 27% volviendo a subir en enero, pero al 31% en enero, mientras que la harina bajará este mes al 26% volviendo a subir a 31% en enero. De esa forma, el diferencial poroto versus aceite/harina será de dos puntos porcentuales.
No en vano, el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Granos (Ciara-Cec), Gustavo Idígoras, quien participó ayer en la Casa Rosada de los anuncios del gobierno, intentó salir a calmar las aguas diciendo ayer mismo que "la baja de derechos del complejo industrial de la soja se trasladará directamente a la mejora del precio al productor". Los industriales tienen otras razones además para no quejarse. Es que el gobierno ya citó para el próximo 14 de octubre al Concejo Agropecuario Naciona, que presiden las Bolsas cerealeras y los exportadores, a una reunión en la que avanzarán con el proyecto de ley que impulsa el sectror para aumentar exportaciones en base a nuevos incentivos, como la estabilidad fiscal y la reducción de retenciones para el volumen de despachos que se aumente.
Por el contrario, el resto de la dirigencia chacarera, como la Mesa de Enlace, se mostró en contra de las medidas porque entiende que la rebaja de retenciones para el campo tuvo gusto a poco. A muy poco. A tan poco que tanto analistas del sector, como operadores del mercado y hasta la propia dirigencia agropecuaria coincidieron en que no motivarán una aumento de las ventas de los chacareros y las liquidaciones de los exportadores, sobre todo porque además de acotada en el impacto es transitoria en el tiempo.
Según cálculos del centro de estudios económicos de la Fundación Mediterránea, la diferencia es de 13 dólares por tonelada, cifra que no alcanza a generar un aluvión de ventas. En soja los productores tienen entre 17 y 19 millones de toneladas sin vender, que arroja un valor en dólares de 8.000 millones. Pero como ya se vendió algo más del 60% de la cosecha, el productor almacena para gastar sólo cuando lo necesita o le aparece un negocio. Y es que el incentivo a retener el gran por parte del productor no viene por el nivel de retenciones, sino por la brecha cambiaria en sí, la expectativa de devaluación y el acceso libre al mercado de cambios. El problema es que el productor no cobra dólares, cuando vende los granos cobra pesos y su desafío es mantener el valor de su capital de trabajo para asegurar la inversión próxima.
Finalmente, no hubo anuncios ni para la industria láctea ni para la exportación ganadera, como había trascendido. Pero fuentes oficiales anticiparon que en los próximos días habrá reuniones para avanzar en la baja de retenciones del 9 al 5 por ciento a las exportaciones de frigoríficos.