"La compañía podrá hacer frente a los vencimientos de deuda restantes durante el próximo trimestre por 23 millones de dólares, aunque la liquidez se encontrará presionada y no exhibiendo tampoco una holgada flexibilidad financiera”, informó el pasado 20 de diciembre la agencia calificadora FIX sobre la salud financiera de la agropecuaria Los Grobo.
Ayer, 27 de diciembre, a solo 7 días de la publicación de ese informe, la empresa -un verdadero gigante del agro- informó que no pudo abonar un Pagaré Bursátil de solo 100 mil dólares y también indicó que incumplirá el pago del resto de los pagarés con vencimiento hasta el 31 de marzo de 2025 emitidos por ella y su controlada Agrofina (fabrica fitosanitarios), los cuales sumarían al menos unos 10 millones de dólares.
Tremendo error de diagnóstico de una consultora que, precisamente, está especializada en medir el riesgo de las empresas emisoras y sus emisiones para que los inversores y ahorristas tengan una cabal comprensión adonde están colocando sus fondos.
Fix, por caso, viene de tener otro gran fallo en sus análisis. Este noviembre, la agencia calificó como +A (que es una muy buena nota) a una Obligación Negociable (ON) que la distribuidora agropecuaria Surcos emitió por varios millones de dólares. Pero la empresa ya a fin de ese mes de noviembre se mostró insolvente para pagar un pagaré de solo 500 mil dólares.
Eso sí, una vez concretado el default, Fix anunció que le bajó la calificación de Emisor de largo plazo a CC (arg) y de corto plazo a C (arg) y asignó RW (alerta) negativo. Los contratan como médicos para que hagan un chequeo, pero parece que prestan servicio de autopsias.
Si bien los que están en el negocio ya sabían que la empresa venía desbarrancando, el default de Los Grobos (y su controlada Agrofina), que el grupo informó a la Comisión Nacional de Valores (CNV), sacudió ayer al mercado de granos, que advierte una creciente tensión en la cadena de pagos y expone una delicada situación en el agro (que el gobierno nacional, pese a las coincidencias ideológicas, sigue sin asimilar y reaccionar).
Pero también interpela al mercado de capitales. Interpela a las agencias calificadoras internacionales cuyos procesos de análisis (formateados en el exterior) no parecen preparados para asimilar la complejidad de la economía argentina y también interpela la calidad de los pagarés bursátiles que circulan en Bolsa, papeles que se convirtieron en los últimos años en el instrumento preferido del financiamiento pyme.
Mala nota
Que las calificadoras no hagan bien su trabajo deja a los inversores que llevan sin un importante faro para la toma de decisiones.
En defensa del sector se puede decir que la calificación es una foto de un momento, no un monitoreo por lo cual la nota aplica al momento de otorgarse. También, en su defensa, muchas empresas no informan los Pagarés que estuvieron emitiendo. Y es cierto que a veces las emisoras les esconden información a las calificadoras.
No obstante, lo que hacen las filiales en el país es seguir un modelo ya tabicado desde el exterior sobre el que se colocan los números de las empresas locales, casi como un “proceso genérico” escaseando la inclusión de factores muy volátiles de la economía argentina que terminan tallando mucho en las finanzas corporativas.
En efecto, al calificar con estándares internacionales, no desculan la empresa ni hacen proyecciones de sus negocios. En ese sentido: ¿están bien evaluados los niveles de endeudamiento de las empresas o usan criterios no ajustables a la economía argentina?
Cualquiera de los analistas serios del agro, como Carlos Etchepare en su columna de Canal Rural, hace tiempo que viene detectando y alertando sobre crecientes tensiones en la cadena de pagos en las empresas agropecuarias, que todavía está saldando pérdidas de la acumulación de tres sequías (la del 2023 fue de las más grandes en la historia), en un contexto de precios internacionales bajos para los granos, alta presión impositiva y atraso cambiario. Y con márgenes muy recortados, la inversión del chacarero en insumos, productos y servicios es mínimo, afectando así a los proveedores.
Es más, con el cambio de modelo económico -que frenó el espiral inflacionario- la situación se complicó en las empresas proveedoras del agro, que ya no podían trasladar a precio sus ineficiencias. En el caso de las distribuidoras del agro (como Surcos) o las fábricas de fitosanitarios (como Agrofina), se encontraron incluso con altos stocks (acumulados en tiempos de inflación) que fueron adquiridos a precios altos que ahora no pueden vender a esos valores porque el productor no los convalida.
No en vano, en la carta con la que Agrofina informa a CNV su default, la empresa sostiene "que la venta de agroinsumos se retrajo de manera significativa, lo cual comprometió el flujo de fabricantes y distribuidores, produciendo una fuerte caída del mercado de los fitosanitarios, sumado al exceso de stock en el canal de distribución".
Pagarés
"A raíz de ese difícil contexto, y la creciente iliquidez del mercado de pagarés bursátiles para emisores de nuestra industria, la empresa informa que no está en condiciones de afrontar el pago de un pagaré bursátil por 400 millones de pesos", dice Agrofina.
De esa forma, la empresa expone lo que está ocurriendo en el mercado: inversores cada vez más cautelosos para prestarle a empresas del agro (que venían siendo la niña mimada por la dolarización de su negocio), y por eso las empresas con un modelo de crecimiento atado a un alto endeudamiento (como Surcos o Los Grobo) encuentran problemas para "rolear" los compromisos de pago y por eso a la hora de los vencimientos se declaran en default.
“Hoy el mercado financiero se puso muy complicado, no hay renovación de vencimientos", le comentaba ayer a Rosario3 una operadora porteña del MAV muy activa en ese segmento. Y es que los inversores, que -en el marco de un negocio de carry de grandes dimensiones- hasta hace unos meses tomaban cualquier papel (sobre todo en pesos) por unos puntos más de tasa, ahora se cuidan un poco más y no quieren quedar enganchados en un impago.
Y acá aparece, finalmente, la cuestión de los Pagaré que se emiten en Bolsa. Por su facilidad operatoria, se convirtió en los últimos años en el principal instrumento de financiamiento (sobre todo para pymes) que se transa hoy en el Mercado Argentino de Valores (MAV) quitándole el trono que por años tuvo el cheque de pago diferido.
Pero el problema es que, con toda la furia, solo el 5% de los pagarés que circulan en Bolsa está avalado. No tener ese aval (y además no tener un análisis de riesgo, como si se les hace a las ON) es un tema central y explica, en parte, la iliquidez que tienen en la actualidad los Pagarés que emiten empresas del agro.
Es clave que el que compra un pagaré bursátil asuma que es un producto sin ninguna garantía. Es decir, que un escenario posible es el no pago del pagaré.
Por eso es fundamental el asesoramiento que el agente de Bolsa le haga al cliente sobre el pagaré que recomienda comprar y que el inversor tenga conocimiento de esta situación y analice en profundidad a la empresa a la que le elige comprar el pagaré; y es que hay un riesgo intrínseco importante porque no tienen una garantía real vinculada.
La participación del agente es clave porque si bien los pagarés cotizan en el segmento de los no garantizado, detrás, puede haber un warrants de garantía o un aval de los accionistas; ya que se arman contratos por afuera del instrumento.
Una caída emblemática
En Santa Fe, antes de Surcos que cayó en noviembre, hubo señales claras de que la situación con las distribuidoras agropecuarias: a mediados de año fue a convocatoria Simiente, con base en Carlos Pellegrini, que en la última década creció mucho en la distribución de insumos, llegando a incursionar en la producción agropecuaria.
Cuando el río baja, las piedras que estaban en el lecho se convierten en represas. Y eso está pasando en las distribuidoras del agro que estaban muy endeudadas. Por eso, en un contexto de menos ventas, todos en el agro se miran apostando a cuál será la próxima en caer.
Más aún, luego del impacto simbólico que significa el default de Los Grobo, una empresa con un nombre asociado al poderío de la soja en el imaginario popular por su vinculación con la familia Grobocopatel, hoy accionista minorista (10%), ya que el 90% lo tiene Victoria Capital Partners (VCP). Y si bien es cierto que venía a los tumbos, se trata de un peso pesado.
Los Grobo Agropecuaria SA tiene tres unidades de negocios bien definidas: producción de granos con siembras asociadas, distribución de insumos y originación y comercialización de granos que representa, esto último, unos 2 millones de toneladas.
Pero en los últimos años, su situación no fue de las mejores. Mientras que el año pasado, con el esquema de siembras asociadas con otros productores se sembraron 200.000 hectáreas, para la campaña actual, 2024/2025, se implantaron 150.000 hectáreas.
Todo el grupo factura unos US$800 millones. La deuda financiera con bancos, inversores y Obligaciones Negociables (ON) asciende a unos US$150 millones. Y si bien la empresa asegura que su default no es total, y está cumpliendo con otros compromisos de pago, en el mercado ya abren el paraguas esperando lo peor.