Buenos Aires, enviada especial.- De nuevo el hotel Libertador es sede de la espera libertaria. Residencia y teatro de operaciones del candidato Javier Milei, el alojamiento de 4 estrellas es el búnker de La Libertad Avanza (LLA). Cerrado por calle Maipú, y vallado sobre avenida Córdoba, los militantes se agolpaban sobre esa arteria para gritar por su candidato. Frente al ingreso principal se dispuso un pequeño escenario donde se espera que en algún momento tome la palabra el propio Milei.
El bunker libertario tiene dos temperaturas bien definidas, y no solo por el aire acondicionado de adentro. En la calle, el calor de un domingo no demasiado bochornoso, pero sí un poco pesado en una Capital Federal en modo fin de semana largo. Y el de los los simpatizantes, que de a poco, desde las 17 comenzaron a llegar con sus carteles, algunos muy precarios, de cartones de cajas y fibrones. “Elección sin trampa” y “Soy de Venezuela no quiero volver a emigrar”, eran algunas de las primeras consignas. Las banderas argentinas, las amarillas con el dibujo del león y los de la serpiente enroscada, se vendían a mil o 2 mil pesos, según el tamaño.
Sobre el vallado, los militantes cantaban “Massa, basura, vos sos la dictadura” y “El que no salta es un ladrón”. Entre los cánticos, se escuchaban también cada tanto bombos y zapateo: un grupo de bailarines había colocado sobre la avenida -siempre del otro lado del vallado- dos tablones para malambo. Hubo chamamé en parejas y hasta revoleo de boleadoras.
A las 18 en punto, con el cierre de los comicios, todo fue griterío. Había llegado Ramiro Marra, el candidato derrotado a jefe de gobierno porteño que como la vez pasada “chocó los cinco” con cada militante.
No se detuvo demasiado y pronto entró al fresquito del hotel. Adentro la ansiedad era casi exclusivamente de periodistas y colaboradores propios de LLA. Y se repartía en tres niveles.
En la planta baja un corredor de guardias de seguridad vigilaba para que nadie molestara a los huéspedes que este fin de semana largo, quizás incluso ajenos a la política argentina, se convirtieron en testigos privilegiados de una página sobresaliente de su historia.
En un primer piso había dispuestas algunas mesas con café, leche, te, agua, facturas y budines desde temprano. Los mozos no dejaban que se acumularan las migas ni los vasos vacíos y rápidamente reponían bandejas.
En ese mismo piso, una puerta corrediza daba ingreso al escenario principal, donde hacia las 19, Guillermo Francos, posible ministro del Interior en caso de un gobierno libertario, aseguraba que la jornada se había desarrollado con normalidad y sin irregularidades. Alejaba así el fantasma del fraude que la propia LLA había agitado los últimos días. Algunos periodistas leyeron en esa declaración optimismo, pero Francos respondió cautela.
Finalmente, en el segundo piso, había mesas, sillas, enchufes y pantallas para la cobertura periodística. Allí sólo se escuchaba el tipeo de las notebooks y algunos acentos de otras latitudes.