Tomé taxi al salir del Concejo Deliberante

Saludé como siempre, y como siempre traté de entablar un diálogo con el chofer. Me encanta escucharlos. Están empapados de casi todos los temas de conversación. Y claro, al transportar toda clase de pasajeros, deben tener un intercambio muy interesante. Pero esa mañana yo sólo necesitaba saber qué opinaba él de la fiesta electrónica y sus desdichadas consecuencias. Enseguida se enganchó.

—Mire señora, hay que hablar con los jóvenes, pero hay que hablar de verdad. Tengo un sobrino de 21 años que fue a la fiesta. Vino enfermo, realmente enfermo. Y no porque le pasó nada, sino por todo lo que vivió. Me contó que había demasiada gente, que ofrecían droga, que él no aceptó. Pero hay que tener ojo con los jóvenes, saben que drogarse no es bueno, por eso muchos mienten. En eso hay que ser un poco desconfiado. Por el bien de ellos. ¿Vio? Bueno, dijo que es cierto que el calor era insoportable. La gente transpiraba a lo loco y que empezaron a vender agua porque no salía de las canillas. Mucha gente descompuesta se fue a su casa. Otra caía al suelo y nadie le daba bolilla. Él se quedó. No sé qué le ve de lindo a esa música que para mí es como un golpear de tachos con parlantes, pero que le vamos a hacer, gustos son gustos. Tengo otra sobrina que le gusta la música clásica, tengo que aceptarla, pero para mí es un garrón. Pero mire señora, la droga está en todas partes. Adentro de este taxi, también. No porque yo lleve, Dios me libre y guarde. Ja. Sino porque mucha gente deja el olor. El asunto es que mi sobrino no se sintió bien, y le dijo a la novia que era mejor irse un rato para afuera. Pero afuera se encontraron con más gente que se sentía mal. Así que resolvieron volverse y antes pasar por algún bar para tomar algo fresco. Justo allí vieron cuando la ambulancia se llevaba a uno de los pibes. Mi sobrino me lo dijo clarito: "Tio esto era igual que Cromañón. Los organizadores son asesinos. Hay que meterlos presos, y a los cómplices también, porque ¿de dónde sacaron la droga? ¿Quién la dejó entrar? ¿Quién permitió la entrada de tanta gente? ¿Y el gobierno que hace con todo esto?".

—No sabe lo interesante que me resulta lo que usted me cuenta —le dije agradecida—. Porque yo le acabo de pedir al Concejo Deliberante de la ciudad una Audiencia Pública para que nos reunamos todos, abuelos, padres, tíos, y jóvenes con quienes ellos quieran, sicólogos, médicos, comunicadores sociales, políticos. Ahora, ahora. Porque parece que todo esto ha servido para sacar la basura de abajo de la alfombra. A ver si entre todos entendemos un poco más y programamos alguna cosa para ayudar a combatir esta porquería. Y digo ahora aprovechando que todos hablan de “la fiesta electrónica”. Porque sino dentro de unos días si a la Xipolitakis se le ocurre pelearse con ese novio raro que tiene, pasa a ser noticia en todas partes y estas fiestas negras quedan en el olvido. Además, nadie lo dice pero todos sabemos, que hay drogas en los festivales de rock, en los boliches, en las bailantes. Si no hacemos nada, estamos contribuyendo a seguir perdiendo jóvenes. No todos claro. Hay muchos que no se drogan, y sería bueno saber porqué no lo hacen.

—Genial, señora. ¡Qué bueno lo de la Audiencia! Seguro la anunciarán por la tele. Mi señora y yo vamos a ir, y si es posible llevamos los dos hijos. Y si tengo suerte lo convenzo a mi sobrino también. Bueno, acá llegamos. Un gusto señora.

Me bajé satisfecha conmigo misma. —Todavía estoy viva —pensé—. Mientras siga rebelándome contra la injusticia, es porque sigo conectada con la vida.