Desde hace tiempo los habitantes de Alvear vienen denunciando que las fumigaciones con agrotóxicos produjeron varios casos de enfermedad y muerte, pero advirtieron que en los últimos meses la situación se tornó casi intolerable. Joaquín Silva, un vecino de la localidad, logró comprobar en su propia sangre altos niveles de veneno que atribuyó a las fumigaciones indiscriminadas que no respetan los límites aéreos o terrestres. El intendente Carlos Pighín sostuvo que un grupo de profesionales controla periódicamente los niveles de toxicidad en el agua y el ambiente pero que hasta ahora los indicadores son normales.
En diálogo con Radiópolis, el programa que conduce Roberto Caferra por Radio 2, Pighín señaló que de las 35 mil consultas que recibió este año el centro de salud local, en ningún caso “saltó información real que vincule alguna patología con la aplicación de los herbicidas”.
Sin embargo, admitió que la preocupación de los alvearenses es real y merece tomarse en serio. En tal sentido recordó que cuando asumió la gestión en 2009 uno de sus primeros actos fue constituir un equipo de profesionales para que se hiciera cargo del reclamo de los vecinos. Por tal motivo convocó a expertos en agronomía, ingeniería ambiental y química para que realizaran el seguimiento de la influencia de los tóxicos en la comunidad. E incluso apuntó que hace cinco meses vienen trabajando con el comité interministerial de la provincia en el que participan las carteras de Salud, Medio Ambiente y Producción.
Por otro lado, descartó la acusación de Andrea Druetta –otra habitante de Alvear– que la semana pasada había deslizado que el jefe comunal no se hacía cargo del padecimiento de los vecinos porque él mismo tenía campos en su poder. “No tengo intereses creados, yo vivo de mi farmacia y de mi trabajo”, se defendió y señaló además, que “no es la gran masa del pueblo la que se vuelca al reclamo”, sino un grupo menor.
Pero para Silva las cosas en Alvear no son tal cual las pinta su intendente. Él mismo –aseguró– ya no es “la misma persona que el año pasado” y reveló que le costó mucho conseguir un médico que diagnosticara el veneno que ahora le daña el organismo. “Nadie te quiere atender porque atrás está la corporación del señor Monsanto y yo soy un seco”, denunció y contó que por la toxicidad del agua la gente no se puede ni bañar y los animales mueren.
La Legislatura santafesina prohibió en 2010 toda clase de fumigaciones aéreas y con respecto a las terrestres dispuso dejar una brecha de mil metros de extensión entre los campos y cualquier tipo de asentamiento humano.
Carlos Pighín (Radio 2)