Muchos se preguntan por qué la tecnología, y en especial los videojuegos, enganchan y entretienen tanto a los niños y adolescentes. Un estudio de la universidad de Bristol, en Reino Unido, ha intentado definir cuáles son los ingredientes mágicos que cautivan de los videojuegos, y cómo usarlos para seducir igualmente con las clases escolares.
Mediante una mezcla de técnicas de imagen aplicadas al cerebro e investigación en las aulas, los investigadores observaron que hay un componente de suerte (no saber si va a recibir el premio o no) que incrementa la respuesta del cerebro ante dicho premio y puede acelerar el aprendizaje. Actualmente están colaborando en el desarrollo de tecnología que permita a los profesores transformar una clase entera en juegos, mediante principios derivados del conocimiento adquirido sobre la función cerebral.
En 2016, este planteamiento se probará en las clases de Ciencias Naturales durante un curso escolar en 70 escuelas de secundaria repartidas por Reino Unido. La tecnología y la neurociencia están destinadas a convertirse en dos caudales vivos con influencia sobre la educación.
Su combinación en particular puede dar como resultado soluciones radicalmente nuevas de aprender con mayor eficacia. Prometen ser beneficiosas para la sociedad en su ciclo de vida. Por ejemplo, se están empezando a entender los beneficios en potencia de los videojuegos de acción prediseñados a la hora de desarrollar y mantener la función cognitiva e incluso el procesamiento visual. Estos juegos, que normalmente pertenecen al ámbito de los adolescentes, se están testando ahora para ayudar a preservar la función cerebral en una población más añosa, como forma de remediar el daño que conlleva un traumatismo sobre el procesamiento visual.
Una vez más, las técnicas de imagen aplicadas al cerebro sirven para entender mejor los procesos en cuestión. Y lo que es aún más asombroso, los neurocientíficos están investigando nuevas tecnologías que pueden mejorar el aprendizaje de temas como las matemáticas, enviando mini-señales eléctricas a través del cuero cabelludo.
Fuente: www.elmundo.es