“Los docentes y los alumnos provienen de dos mundos diferentes. El mundo del docente continúa bastante ligado a lo analógico, a lo material, a lo sólido, y por otro lado, están los alumnos que están atravesados en su totalidad por lo digital. Son dos lógicas muy distintas, opuestas y complementarias a la vez que conviven en un mismo dispositivo, el educativo, que fue creado para otro tiempo y otros sujetos”, sostiene el uruguayo Roberto Balaguer, psicólogo y magíster en Educación, quien participará como conferencista en el 2do Congreso de Educación y Salud, organizado por la Fundación Sociedades Complejas, que se desarrollará el 13 y 14 de mayo en Rosario.
El autor del libro “La nueva matriz cultural. Claves para entender cómo la tecnología moldea nuestras mentes” sostiene que el medio cultural masajea nuestra cognición (y nuestros cuerpos), preparándonos para los nuevos ritmos y cadencias. Con el tiempo asistiremos a cambios neuronales pautados por la nueva matriz cultural en la que nos hallamos, porque la cultura deja huellas en nuestra cognición. Los componentes de la matriz inducen a formas de funcionamiento, relacionamiento, manejo; de vincularse, escuchar, aprender, de estar en las culturas nuevas propias de esta era: multiperspectiva, movimiento, fragmentación, ubicuidad, zapping, horizontalización, exploración, navegación, dematerialización, escaneo, multitarea, velocidad, inmediatez, instantaneidad, saturación, sincronía, síntesis, conexión, comunicación, compañía y expresión, el sostén de la tecnología y el intercambio.
Balaguer sostiene que el ingreso a la escuela suele ser el encuentro con la matriz analógica y sus parámetros; un verdadero choque cultural dado por esta nueva matriz: “Los docentes no la tienen fácil, pero tampoco los alumnos. Para ambos es una situación de frustración. Los dos esperan del otro algo que el otro no tiene. Un joven que está acostumbrado a la velocidad, al vértigo, a la sincronía, se encuentra en el aula con un lugar pautado por la atención focalizada, el silencio, la concentración, por una voz única, la del profesor, y eso choca con su cotidianeidad”.
Sin embargo, el psicólogo no descarta la importancia que tiene la escuela como dispositivo de enseñanza, aunque sí sostiene que hay que complementarlas con nuevas estrategias: “El joven necesita de procesos atencionales diferentes a los que les exige una pantalla, necesitan practicar la concentración en una única tarea para desarrollar otro tipo de habilidades. Hay momentos en los que hay que hacer un ejercicio contracultural de desconexión. En las instituciones educativas, ese ejercicio es el que predomina”.
En 2012, Balaguer participó de TEDxMontevideo con su charla “Amo mi Celular y extraño mi Notebook”, en la cual expuso acerca de la relación que establecen las personas con los dispositivos. Consultado acerca de cómo controlar la utilización del celular en el aula, el psicólogo explica: “El uso del celular en clase está prohibido en la mayoría de las escuelas porque se lo considera dentro del paradigma ocio, comunicación y juego y no se lo ve como un dispositivo con valor pedagógico. Si bien muchas veces se lo admite de modo teórico, en la práctica el celular se utiliza con muy baja frecuencia. El aula no está concebida para que el alumno tenga conexión con el afuera”. Y continúa: “El celular tiene una potencialidad enorme, por eso la escuela tiene que darle lugar y ver cuáles de todas esas posibilidades se alinean con sus objetivos pedagógicos. Es un desafío que implica la formación de docentes, que no tiene que ver solo con el aprendizaje del uso de las aplicaciones y herramientas tecnológicas para darlas en clase, sino que también implica la incorporación de todo un bagaje intelectual necesario para ser un educador del siglo XXI”.
En tiempos en los que el celular realiza funciones que corresponden a habilidades mentales propias del ser humano como la memoria (a través de recordatorios, agenda de números) y la orientación geográfica (GPS, Google Maps), surge la pregunta acerca de qué tipo de habilidades deben enseñarse y desarrollarse desde la escuela. Como dice el especialista: “En un momento de saturación de información como el que estamos viviendo, desarrollar una habilidad como la memoria ya no tiene sentido. Sigue siendo relevante pero hoy en día es más valioso enseñar a procesar y filtrar la información adecuadamente, que enseñar a recordarla”.
“A la alfabetización tradicional, cuyo fuerte es la lectoescritura, hay que complementarla con otro tipo de alfabetizaciones, de orden informal, horizontal, entre pares, con el uso de otras herramientas. Acá es donde se pone en juego la capacidad de motivar a los alumnos para que ellos puedan encontrarle sentido a las actividades en cuanto a su utilidad; ellos miden en función de si les sirve para el futuro”, expresa el psicólogo.
Con respecto a la comunicación que se genera entre docentes, padres y alumnos a través del uso del celular, en especial de WhatsApp, Balaguer explica: “El famoso ´teléfono descompuesto´ que se dio siempre en las instituciones educativas ahora se genera por Whatsapp, con la particularidad de que queda todo documentado. Muchas veces los padres o docentes reaccionan ante situaciones que no son verificadas, es decir no se chequean las fuentes y eso genera distorsiones en la comunicación”. Y agrega: “Lo que genera el WhatsApp es unificar los roles y horizontalizar las relaciones; dentro de las redes somos todos usuarios, no importa si sos docente, director, padre o alumno. Se pierden las jerarquías y se utiliza otro tipo de lenguaje, más informal. Es importante regularizar el uso de la comunicación por este medio”.
Por último, consultado acerca de las transformaciones que se generaron en el ámbito educativo con la irrupción de las tecnologías, el psicólogo expresa que el fenómeno del bullying, que antes se daba mayoritariamente en hombres, hoy en día desplazó hacia las mujeres. “También la ludopatía y el sedentarismo, es algo que se acrecentó con la proliferación y uso de dispositivos electrónicos. Con respecto a la lectura, hoy en día los jóvenes leen más, pero de forma diferente; se lee en otros formatos, en textos más breves, ya no se dispone de mucho tiempo para hacer lecturas extensas e intensas y se desconocen las fuentes y los autores de los textos”.