“Miii maaammmá meeee ammma”. “Ennnnn unnn lugaaaar deee la Maaaancha”. “Toooodos looos hoooombres naaaacen liiiiiibres”. La lentitud en la velocidad de denominación de las palabras es un indicador de la dislexia, una patología definida como una dificultad en la lectura que imposibilita su comprensión correcta. Se trata de un trastorno de aprendizaje que afecta a muchos niños y suele pasar inadvertido o ser mal diagnosticado, hasta que se convierte en un verdadero problema.
Generalmente, tiene importantes consecuencias académicas para quien la padece y su resultado más visible es un bajo rendimiento escolar. También impacta en forma negativa a nivel emocional y sus efectos llegan, incluso, hasta la vida adulta, cuando la persona debe insertarse en el mercado laboral.
Un grupo de investigación dirigido por Alberto Fernández, psicólogo y docente de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), desarrolló un examen de diagnóstico neuropsicológico que ayuda a detectar la dislexia en forma temprana (entre los cuatro y los ocho años). El test mide la velocidad de denominación, es decir, cuánto tiempo demora el niño en nombrar las figuras que están representadas en una lámina. “Diversos estudios demostraron que la velocidad de denominación está disminuida en los chicos de cuatro a seis años que luego sufren dislexia. Por lo tanto, la prueba funciona como un indicador anticipado del desarrollo futuro de este trastorno”, explica Fernández a Argentina Investiga.
El test incluye cinco figuras representadas en una lámina (casa, cuchillo, mesa, caballo, y conejo), cada una de las cuales se repite diez veces hasta llegar a un total de 50. El niño debe nombrarlas de izquierda a derecha y si la velocidad con que lo hace está por debajo de lo esperable para su edad, corre el riesgo de presentar luego este trastorno. De acuerdo a los resultados obtenidos, el tiempo de lectura promedio en alumnos de primer a tercer grado es de entre 30 y 60 segundos.
El psicólogo destaca la importancia de detectar a tiempo la problemática para intervenir lo antes posible en el tratamiento y ofrecer así mejores oportunidades de integración escolar y social.
En la actualidad, no existe en el país una herramienta adecuada para reconocer la dislexia de manera precoz. Los tests que se utilizan sirven para identificar este problema pero sólo cuando ya está instalado, es decir, no a nivel preventivo sino de diagnóstico. Su utilidad es de gran alcance si se tiene en cuenta que, según diversos estudios epidemiológicos internacionales, entre el 10 y el 15 por ciento de la población escolar tiene trastornos de lectura. Como dato, cabe recordar que en Argentina más de 4,63 millones de chicos asisten al sistema educativo primario nacional según cifras del INDEC (2009). Si se aplican esos porcentajes se estaría hablando de alrededor de entre 464 mil y 700 mil alumnos de primaria con dislexia en el país.
Por qué desarrollar una prueba local
Los resultados obtenidos al aplicar el “Test de Velocidad Denominación” (TDV) diseñado por los especialistas demuestran que, cuanto mayor es la habilidad para la lectura, menor es el tiempo de demora en nombrar una serie de figuras dibujadas en una lámina, y mayor es la precisión.
Para llegar a esta conclusión se llevó a cabo una investigación durante 2012 y 2013. Parte del trabajo incluyó el diseño de las figuras que serían incluidas en la lámina estímulo y las administraron en 50 niños de 4 a 5 años que asisten a escuelas públicas y privadas de Córdoba. De un total de diez figuras iniciales se descartó la mitad y se seleccionaron aquellas cuya frecuencia de error en la denominación fue cero. La prueba también descartó letras y colores, debido a que no fueron fácilmente reconocidas por los pequeños.
Una de las cualidades del TDV es que fue diseñado en función de las características particulares de los niños en edad escolar y preescolar de esa región.
De acuerdo al director del proyecto, las pruebas que existen en la actualidad para detectar trastornos de aprendizaje -como el test internacional de medición de la lectura utilizado en Estados Unidos (LEE)- son inadecuadas para la población local por diferentes motivos. Uno de ellos es la dificultad de adaptación tanscultural del texto. “En inglés las palabras tienen un sonido distinto, que puede ser más largo o corto que en español. Por ejemplo, el equivalente de ‘stars’ en español es estrella, una palabra más extensa al pronunciarla en nuestro idioma. Por eso, no puede trasladarse el LEE a nuestra población escolar. Si lo hiciéramos, los resultados arrojarían que todos los chicos argentinos son lentos para leer en comparación con los estadounidenses”, describe.
Hasta ahora, evaluaron la habilidad de la prueba sólo para la detección de la dislexia. Pero el test podría servir para identificar otros problemas de aprendizaje comunes, como el déficit de atención y la discalculia (trastorno en el aprendizaje de números).
Como una primera experiencia de implementación, la prueba fue utilizada a inicios de 2014 con alumnos de primer grado que asisten a una escuela municipal de la ciudad. Entre ellos, se observó que cinco tenían problemas de lectura, y luego participaron de un taller de estimulación de la conciencia fonológica (habilidad para comprender que las palabras están constituidas por sílabas y fonemas). La actividad fue realizada en el marco de un trabajo de extensión de la Universidad Católica de Córdoba (UCC).
Qué es la dislexia
Se trata de una dificultad en el aprendizaje de la lectura que suele observarse por primera vez durante los primeros años escolares, con la alfabetización. “Cuando nos enseñan a leer, aprendemos que a cada letra le corresponde un sonido. Al niño con dislexia le cuesta aprender y combinar el sonido de las letras. Por eso, la lectura tiene muchos errores, es muy lenta y poco precisa”, explica el psicólogo Alberto Fernández.
El especialista indica que, al principio, esa dificultad no afecta la comprensión del texto debido a que se emplean frases cortas y sencillas (por ejemplo: mi mamá me ama, mi mamá me mima). Sin embargo, cuando se avanza en el nivel de complejidad del contenido, el problema se hace más notorio y comienza a afectar la comprensión. “No es que el chico tenga dificultades para comprender -agrega-, sino que pone tanto esfuerzo por saber cuál es el sonido que le corresponde a cada letra, que pierde el hilo del contenido. Básicamente, hay un problema en la decodificación”.
En el consultorio donde trabaja Fernández, se detectan con frecuencia casos clínicos mal diagnosticados o con diagnóstico tardío. “Muchas veces, los padres no saben qué tiene el niño hasta segundo o tercer grado; incluso, hasta edades más avanzadas. Suelen atribuir el problema a causas emocionales, como una separación paterna, o de personalidad, del tipo ‘mi hijo es muy tímido’, o ‘es muy inmaduro’. En realidad, el chico tiene una patología que, si no se interviene concretamente, no mejora”, advierte. En este sentido, asegura que la ausencia de recuperación es una situación muy frecuente en la actualidad dentro del campo de niños con trastornos de aprendizaje.
Detectar y tratar la dislexia en forma temprana evitaría al niño atravesar un sinnúmero de situaciones difíciles. Además de bajas calificaciones, sufren a nivel emocional (baja autoestima, depresión y angustia) y, al llegar a la edad adulta, tienen menos posibilidades de integración social y laboral como consecuencia de su dificultad para realizar tareas que involucren la lectura. Por su parte, a los padres les evitaría el sufrimiento que implica desconocer qué le ocurre a su hijo y no poder ayudarlo.
Fernández destaca que, aunque la dislexia es irreversible y quien la padece difícilmente llegue a leer como las demás personas, es posible lograr una mejora significativa a través de un diagnóstico inicial temprano y un tratamiento adecuado.
Sobre el estudio
Prevalencia | Entre 464 mil y 700 mil niños del nivel primario sufren trastornos de lectura en Argentina. La cifra surge de aplicar el porcentaje que se maneja a nivel mundial (entre el 10% y 15%) al total de niños del sistema educativo primario nacional (más de 4,63 millones de chicos, según estadísticas del Indec de 2009).
Muestra | En total, se evaluó a 150 niños de escuelas públicas y privadas de Córdoba y el interior (50 niños de 4 y 5 años -salas de cuatro y cinco- para el diseño de las láminas, y otros 100 chicos de 6 a 8/9 años -1º a 3º grado- para el test de validación de la prueba). Se observó que la muestra fuera heterogénea, en relación al género y clase social.
Financiamiento | El proyecto de investigación fue realizado con subsidio de las secretarías de Ciencia y Tecnología de la UNC, y de Investigación y Vinculación Tecnológica de la UCC.
Equipo de investigación | Participaron psicólogos y estudiantes de la UNC y de la UCC, dirigidos por Alberto Fernández y Pablo Marchetti (codirector).
Consentimiento | En todos los casos, los niños participaron de las evaluaciones voluntariamente, previa autorización de los padres y/o tutores, y con confidencialidad del trabajo. Además, se firmaron convenios con las escuelas intervinientes.
Administración | La prueba se realizó de manera individual en un aula y/o gabinete libre de ruido e iluminado, en momentos determinados por las autoridades escolares.
Selección |Los criterios de inclusión fueron no tener enfermedades neurológicas, psiquiátricas ni traumatismos de cráneo.
Entrevistadores | Participaron estudiantes de la carrera de Psicología de la UNC y la UCC que recibieron entrenamiento en la administración de los tests, dirigidos y monitoreados por el director del proyecto.
Fuente: argentinainvestiga.edu.ar