Una mujer lleva a su hija a cocochito por calle Entre Ríos en el barrio Abasto, con una mochila barbie que le hace juego con la campera rosa y la madre repite “fuerte, fuerte, fuerte” mientras la niña se ríe. Pasan sin mirar por arriba de una tapa de agua. Ni ellas, ni los conductores apurados en sus autos este mediodía gris se detienen a leer la inscripción en esa vieja estructura de hierro sobre la ochava: “Glenfield & Kennedy. ACR. Limited. Kilmarnock”. Ese tesoro histórico permanece rodeado de otras tres tapas de hormigón, dos cuadradas y una boca de tormenta, cuyos diseños originales no sobrevivieron al paso del tiempo, al robo o vandalismo. Pero ese rectángulo de hierro macizo contiene, a su manera, un siglo de la historia de una ciudad en donde los archivos y la memoria no abundan.
Kilmarnock es la ciudad escocesa donde se creó la empresa “Glenfield & Kennedy” en 1899 y que abasteció a la también británica compañía de Aguas Corrientes de Rosario (ACR), que tuvo la concesión del servicio desde 1888 a 1946. En realidad, su nombre real era en inglés porque tenía dirección en Londres: la Consolidated Water Works Company of Rosario Ltd (o Rosario Water Works, RWW).
Lejos de esa ochava del Abasto donde madre y niña ignoraron la vieja tapa, en una esquina de la sede histórica de Aguas de Salta al 1400, persiste un rastro aún más antiguo. Una boca de tormenta con barrotes de hierro circulares con la inscripción “Glenfield Kilmarnock” (sin el Kennedy) en la parte frontal. “Glenfield & Kennedy” fue en realidad la fusión de dos firmas. La primera de ellas se llamó solo “Glenfield Co. Ltd” (desde 1865), según informa el sitio especializado Future museum.
Al lado, en esa ochava céntrica, una tapa de hierro con el mismo molde de rombos que la boca de tormenta y las siglas en inglés (RWW) certifica que fue previo a empezar a usar el nombre en español (ACR). Puede que ese rincón pisoteado a diario por zapatillas y zapatos tenga unos 150 años ahí.
En el trayecto desde Salta y Paraguay hasta el Distrito Centro, la ex estación de ferrocarri. (“Estación Rosario Central”) que de alguna manera movilizó la llegada de las empresas británicas porque los trenes a vapor necesitaban mucha agua, surgen más señales de aquel desarrollo de la Revolución Industrial que tuvo al Reino Unido como su principal polo. Tapas, sumideros gigantes sobre adoquines y bocas de tormenta con barrotes circulares que un siglo y medio después persisten en la Rosario preocupada por nuevas urgencias, y con una historia para contar.
Qué tapan las tapas
El gerente de comunicación de Aguas Santafesinas (Assa), Guillermo Lanfranco, confirmó a Rosario3 que la mayoría de los equipos y bienes que incorporó la primera compañía Aguas Corrientes Rosario (ACR), que funcionó hasta 1948, eran importados. “Casi todo se traía de Inglaterra, como con los ferrocarriles. Además de las tapas de agua que aún quedan, hay además bocas de tormenta en algunas esquinas del centro”, señaló.
Los rectángulos de hierro antiguo, tanto como los de hormigón o plástico duro usados en este siglo, permiten acceder a un mundo subterráneo que es vital para la vida urbana. “Tapan una cámara, un espacio confinado, en donde puede haber una llave de una válvula de una cañería (que está metros más abajo) o un hidrante de donde sacan agua los bomberos, de ser necesario”, definió Lanfranco.
El robo de las piezas originales es un fenómeno extendido. Sin ir más lejos, esta semana un hombre fue rescatado de las alcantarillas de Seguí y Corrientes cuando, se sospecha, intentaba quedarse con la estructura superior. Hay zonas de la ciudad que ni siquiera queda el hormigón y los huecos son señalizados por los vecinos con ramas, hasta que se concreta el reemplazo. Por eso, las tapas escocesas que persisten son una reliquia en franco peligro de extinción.
Del cólera a la primera red de agua
Después de sufrir varias epidemias, a fines del siglo XIX la Municipalidad de Rosario decidió crear una red de agua potable. Hasta ese momento, los aguateros se nutrían del río Paraná y la distribuían entre los pobladores de la ciudad creciente, reconocida como tal en 1852. Pero los brotes de cólera de 1867 y 1886 aceleraron un proceso urgente: higienizar las calles, potabilizar las tomas de agua y construir cloacas.
En 1888, el municipio concedió ese servicio a la compañía Aguas Corrientes de Rosario (ACR). También cedió a Obras de Salubridad del Rosario el desarrollo de una red de cañerías y conductos para los líquidos residuales. “Era imperiosa la construcción de obras de salubridad y saneamiento para una ciudad que, además, seguía creciendo”, sintetiza el libro con la historia oficial de “Aguas y Saneamiento en Rosario y Santa Fe”.
Ese trabajo precisa que el servicio en el año 1887 llegaba a 1.107 casas (unas 10 mil personas sobre una población de 50 mil en la ciudad). Hacia 1889, el crecimiento fue notable y alcanzaba a 2.888 viviendas, casi la mitad de los habitantes. A principios del siglo XX, según un censo municipal, 8.196 hogares rosarinos estaban conectados al servicio de agua corriente, la mayoría de la población (112.461).
Ambas firmas, de aguas y de cloacas, estaban constituidas en Londres y dependían del grupo británico Morrison, que tenía otros intereses afines y por eso las obras se sustentaron en las importaciones de equipos y materiales desde el Reino Unido.
“Los miembros de los respectivos directorios eran al mismo tiempo miembros del directorio de River Plate Trust y de otras empresas controladas por el grupo Morrison, de modo que las estrategias de gestión de estas empresas no eran plenamente independientes de la política de inversión del grupo”, definió la historiadora Norma Lanciotti en “La evolución económica de las empresas de servicios públicos en Rosario, Argentina (1890-1930)”.
La empresa de aguas creció y fue rentable mientras que la de servicios sanitarios tuvo varias complicaciones para cumplir con los trabajos. La “Consolidated Water Works Company of Rosario Limited” (inscripta en 1896 y disuelta en 1956 según los registros) levantó el edificio de Salta al 1400 (actual sede administrativa de Aguas), construyó tres tanques gigantes en la década del 20 e invirtió insumos de una firma escocesa en ascenso: la Glenfield and Kennedy Ltd.
Durante la segunda etapa de la Revolución Industrial, que ya había desarrollado un capitalismo de peso en Inglaterra, las tapas de esa firma creada en Kilmarnock, Escocia, empezaron a tapizar las calles de Rosario. Además de en barrio Abasto y en el centro (radio histórico de la primera firma), también en Arroyito existen esas tapas de Glenfield and Kennedy Ltd.
Privada, pública y tres Estados
En el siglo XX, el servicio cambió varias veces de manos y jurisdicción. En 1948, el gobierno de Perón nacionalizó la prestación de Aguas Corrientes de Rosario (ACR) y pasó de la órbita municipal a Obras Sanitarias de la Nación (OSN). Con la dictadura cívico militar, en 1980, se provincializó (la Dipos) y en 1995 el gobernador Carlos Reutemann la privatizó (se llamó Aguas Provinciales del Grupo Suez).
En 2006, bajo la gestión de Jorge Obeid, el servicio volvió a manos de la provincia con la creación de Aguas Santafesinas SA (Assa), una empresa estatal que se constituyó como sociedad anónima.
En paralelo, en el viejo continente, la Glenfield and Kennedy creada en 1865 en Kilmarnock siguió su expansión. Por eso mismo aún pueden verse piezas similares a las que existen en Rosario en ciudades de Escocia (ver foto en Glasgow) o de Inglaterra. Ese crecimiento devino en una gran empresa transnacional: Glenfield Invicta.
Ajenas a esos cambios y mutaciones, las tapas de hierro aún forman parte del ir y venir de los rosarinos. Cada tanto, alguien repara en ellas y surgen las preguntas que invitan a un viaje por el tiempo y el espacio. Tirar de los rastros para trazar una recorrida por la historia, con la misión modesta de conocer para entender.
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